CAPITULO I: El ocaso y los ojos esmeralda.

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    Hola, mi nombre es Van Crespo y tengo 18 años, vivo en Colom... es un lugar lindo para vivir si te gusta el olor a pólvora o despertarte a las 4 de la mañana por el sonido de un tiroteo en la esquina de tu casa.
    Vivo en este lugar con mi familia (o lo que queda de ella), con mi madre y mis 2 hermanas pequeñas, Celi y Caro.
    Siempre me levanto a las 5 de la mañana, desayuno pan con un vaso de agua y espero a que amanezca seguido de eso me voy al mercado y me pongo a trabajar con doña Berta, una anciana adinerada que tiene un puesto de comida en el mercado mayor de la ciudad. cuando acabo de trabajar y voy de regreso a casa compro algo de comida como pan, quesos y cuando tengo suerte carne, rica y salada carne. Cuando llegó a casa saludó a mi madre y a mis hermanas y me siento a esperar que mi madre tenga la comida lista y le voy a entregar un plato de comida a el viejo Prime, un viejo (muy viejo) amigo de mi padre que trabaja en la reconstrucción de viejos edificios para hacerlos viviendas.
    Salgo de mi casa unos minutos antes de que el toque de queda inicié, en la puerta tomó mis armas: un extraño rifle de 3 cañones y una oxidada revolver de 6 balas y salgo rumbo al barrio derrumbado de la ciudad.

    En las calles se aprecia una atmósfera de abandono, como si de un cementerio se tratara, todas las puertas y ventanas están cerradas y protegidas con barrotes, las pocas puertas de madera están rotas a la fuerza y dentro de las casas hay un panorama de muerte y robo. Camino durante unos 10 minutos para llegar al barrio derrumbado donde está Prime esperándome con el estómago vacío.
    —aquí está tu comida, así que come —las arrugas de su frente se marcan aún más de lo que están y sus ojos brillan con una expresión hambrienta.
    —dile a tu madre que gracias por la comida —de repente hizo la rutina de cada día: junto las manos por un minuto y luego abrió la bolsa y empezó a comer.
    —por qué no se lo dices tú —le digo mientras lo veo a sus ojos rojizos por el sueño—, desde que murió papá no te vas a parar por allá, ya me cansé de estar rodeado de pura mujer.
    —y crees que no quiero, es está maldita rodilla la que no me deja, desde el invierno el dolor no me deja en paz — El viejo me acaricio la cabeza y me alboroto el pelo mientras me veía con una sonrisa en la cara—. Cuanto has crecido Van, te pareces tanto a tu padre cuando tenía tu edad... por cierto, ¿Cuántos años tienes? ¿Quince?
    —dieciocho —mi cariño hacia el desaparecía cada vez más—, tengo dieciocho años ¿y a qué viene ese sentimiento de cariño hacia mí?
    —tu padre era como mi hijo y eso te vuelve a ti mi nieto, como no te voy a querer mocoso.
    Después de un tiempo platicando de cuando era niño el sol se empezaba a ocultar tras los edificios y el frío empezaba a subir, Prime volteo a ver al sol, después me vio a mí y me dijo con voz ronca:
    —ya deberías irte, el toque de queda va a empezar.
    —bien —le dije con cierto tono sarcástico, estoy harto de oír lo mismo todos los días ya que el toque de queda no me da miedo—, lava los platos, mañana vengo por ellos, ¿Vale?
    —vale —me contestó poniéndose de pie para estirar sus largas y delgadas piernas.

    El cielo estaba rojizo, era como un enorme charco de sangre después de una lluvia, me ajuste la tira del rifle e intento calentar mis manos frotándolas entre sí.
    Doblando la esquina vienen un grupo de personas, unas seis: cinco hombres y una chica, los hombres altos y fuertes, con el cabello corto y una tez morena y desgastada. La chica era indudablemente hermosa, piel blanca, ojos verdes y unos mechones blancos que se escapaban de su capucha.
    Los hombres al principio parecían estar platicando con ella pero mientras más nos acercábamos el uno al otro pude ver en la chica tenia una mirada de tristeza y miedo, los hombres la estaban siguiendo y ella no podía hacer más que caminar e intentar perderlos, siguiendo las reglas intente pasar por alto eso y seguir mi camino, me subí la bufanda y pretendí no verlos. Cuando pase a lado de ellos la chica me susurró algo:
—por favor, toma —y dejó caer un papel.
    Me quedé parado esperando a que ellos se fueran y recogí el papel, en el estaba escrito el siguiente mensaje con una letra casi ilegible:
    Me están siguiendo, no soy de por aquí, por favor ayúdame... te lo pagaré bien, ayúdame, por favor.
    Creo que me toca ser un héroe, me di la vuelta pero no corrí, simplemente rompí el papel e intente proseguir mi camino.
    El gritó de una mujer sonó y taladro mis oídos. No lo pude evitar, me volví a dar la vuelta y corrí lo más rápido que pude en la dirección a la que habían caminado ellos. Al doblar la esquina sonó otro gritó.
    —¡ayuda! ¡por favor alguien venga!
    Tiene razón, ella no es de por aquí, todos saben que cuando alguien pide ayuda es porqué estás muerto. Al final de la calle los encontré, cuatro la estaban rodeando mientras el quinto la tomaba por la espalda y le pasaba una navaja por el pecho.
    desenfunde mi arma y del suelo recogí una piedra para se las lance «que idiota soy» pensé, pero eso no evitó que la piedra pegara en la cabeza de uno de ellos y se diera la vuelta.
—¡Oye tu¡ ¿Qué haces aquí? No ves que estamos ocupados, vete a jugar a otro lado —me dijo al que le había pegado la piedra, amenazándome.
    Creo qué si parezco un niño, no me amenazó, hasta fue educado y me invito a salir, pero la chica me vio y perforó mi alma con sus ojos llenos de lágrimas.
    —mira que chulo, te pido que sueltes a mi ami-amiga —la voz se me quebró y suplique por que no se dieran cuenta
    Veo como uno de ellos, el más bajito se acerco a mí y me toma del hombro mientras yo me petrifico.
    —mira amiguito, te lo pediré amablemente a ver si de esa manera entiendes— me tomaba la cara con sus manos y me aprieta las mejillas mientras me habla y deja salir su aliento podrido—, quiero... Quiero que te des la vuelta, te vayas a tu casa y le des un fuerte abrazo a tu madre y nos dejes de molestar, ¿me oíste?
    Le quitó las manos de mi cara y le pongo la revolver en la frente, el sujeto da un paso hacia atrás y sus compañeros sacan palos de madera de un bote oxidado, la chica al ver todo este espectáculo aprovecho y se zafo del sujeto que la tenía tomada por la espalda, uno de ellos intento volver a capturarla pero le mordió el dedo medio y siguió corriendo. Paso a mi lado e increíblemente tenía un olor fresco a hierbas recién cortadas.
    La chica desapareció en la oscuridad de la noche dejándome a mí con unos violadores... espero que usen esos palos para golpearme y no para profanarme.
    —que imbécil eres, ¿mínimo conoces su nombre? —me pregunto aquel hombre a quien se le había escapado la chica.
    Ese tipo, aunque feo, tenía razón, era un imbécil, la salve sin siquiera saber el nombre de esa misteriosa chica de pelo blanco.
    —¿acaso arriesgas tu vida por una cara bonita? —dijo otro de los sujetos que sostenía el palo con ambas manos.
    Tenia razón, arriesgue mi vida por una cara bonita.
    Jale el percutor de mi revolver para intimidar y ocultar mi temor. Él sujeto que tenía el cañón en la frente soltó una pequeña risita.
    —¿Enserio te crees que vas a jalar el gatillo? Por favor... apenas eres un niño —me dijo, aunque no podía ocultar su miedo que tenía en la mirada.
    Como odio que me digan niño y así, después de oír eso el miedo se fue y la mano me dejó de temblar, puse mi dedo en el gatillo y lo jalé.

...

    Simplemente se oyó un clic y en ese momento me di cuenta que Dios me odia por que oh sorpresa... me olvidé cargar el tambor del arma.
    Todos se empezaron a reír incluso yo pero de los nervios, él sujeto paró de reírse y me dijo con una voz grave:
    —te mataremos.
    En ese momento los cinco sujetos empezaron a correr hacia mí, y el tipo que tenía enfrente intento tomarme por el cuello, pero alcance a darle una patada en el pecho y él se cayó sobre sus amigos y aproveche el tiempo en el que se levantaban para huir.
    Corrí lo más rápido que pude, tan rápido que no sabía hacia donde iba, hasta que reconocí el auto quemado de la esquina de mi casa y me di cuenta de que había venido a parar al lugar más seguro del planeta: mi casa.
    El toque de queda había iniciado y mi madre había puesto el cerrojo a la puerta así que toque con todas mis fuerzas y volteando a todos lados esperando que no me hubieran seguido hasta acá.
    Nadie me contestaba así que grite para que me abrieran.
    —¡mamá, Celi, Caro... habrán soy yo, Van, por favor habrán!
    Desde dentro oí la voz de Caro, nunca había estado tan feliz de oírla.
    —Van, ¿Eres tú? ¿Qué pasó?
    —por favor abre —le suplique sin despegarme de la puerta—… te lo explico todo adentro.
    Después de eso oí como se quitaban cada uno de los ocho cerrojos hasta que llegó al último y empuje la puerta con desesperación para poder entrar.
    —¿Qué pasó? Mamá ya te daba por muerto —me dijo Caro exagerando las cosas, quiero creer.
    —pues no estaba muy alejada de la verdad —dije mientras me quitaba el sudor de la frente y recuperaba el aliento—… me encontré con unos vio... con unos asaltantes y casi muero porqué me querían mis armas.
    —sube a decirle a mamá que estas aquí para que cancele la búsqueda de tu cadáver mañana, no me quiero levantar temprano —bromeo antes de subir por las escaleras a su cuarto.

PERFECT [Terminado]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora