CAPITULO II: El niño mono y aquella chica de ayer.

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    Me desperté tarde, por hay de las doce, veo por la ventana de la habitación las nubes esponjas que decoran el cielo. Me siento terrible, me duele la espalda y la cabeza, me quedé meditando en el suelo unos quince minutos antes de pararme para darme cuenta que falte al trabajo, diablos.
    Baje las escaleras intentando ver a mi madre en la sala o en la cocina pero en su lugar están Celi y Caro haciendo un poco de comida para la tarde.
    —buenas tardes, al fin te levantas, ¿Cómo dormiste? —me pregunto Celi mientras se secaba las manos con su delantal.
    —...Bien, eso creo —le conteste—, gracias por preguntar.
    —ve afuera, mamá te está esperando por lo de anoche —al oír eso no pude evitar sentir como mi estómago daba un vuelco y voltee a ver la puerta, se veía un camino tan lejano.
    Esa sensación me pronóstico que no significa nada bueno, qué le diré, que casi soy víctima de unos violadores en potencia o que desobedecí una regla clave en mi supervivencia.
    Me pare frente a la puerta y me puse mis botas para salir a buscar a mamá. Abrí la puerta y la luz me cegó por unos momentos, me talle los ojos y pude ver la calle, frente a la casa unos sujetos tomaban ojo del diablo, una especie de licor que venden por acá que si no te deja ciego te deja loco o en el mejor de los casos te mata. Busque a mi madre con la mirada y la encontré a lado de la casa sacando las hierbas de la entrada. Baje el escalón de la entrada y me arrodille a lado de ella para ayudarla con su trabajo.
    —¿Qué pasó anoche Van? —no tardó en preguntarme— ¿Por qué llegaste después del toque de queda?
    —Tuve unos problemas al regresar a casa —le conteste, no estaba mintiendo, tuve problemas.
    —¿Qué clase de problemas? —me pregunto sin alzar la mirada.
    —problemas —le respondí intentando no darle importancia—, ya sabes, un mocoso que quiso robar lo que traía, ya sabes problemas.
    Mi madre tomo el cuchillo que tenía a su lado y se abalanzó sobre mi poniéndolo en mi garganta, una reacción muy exagerada, pero mi madre siempre ha sido de armas tomar.
    —a ver, no me mientas, ¿estamos? —me advirtió de una manera muy brusca— Se que los problemas no te detendrían hasta después del toque de queda, ahora que ya sabes que no me puedes ver la cara de estúpida, dime que pasó.
    Un mechón de pelo callo sobre su cara tapando su ojo derecho, despegó el cuchillo de mi garganta y paso a ponérselo tras la oreja.
    —vale, vale —me quería poner a contarle lo que pasó, pero su peso me sacaba el aire—... te diré que pasó sólo si te quitas de encima.
    Se paró y me extendió la mano para ayudarme a parar. Me puse de pie y tiró el cuchillo al suelo y me dijo.
    —vale... ahora dime que pasó, anoche te daba por muerto —me dijo con lágrimas en los ojos y la voz cortada.
    —lo se —le conteste sin saber que más decirle—... ayude a alguien que estaba sola y en peligro.
    Mi madre arremetió contra mi con una bofetada y me empezó a gritar como histérica:
    —¡Van! Cómo se te ocurre hacer eso, no recuerdas la décima regla: no confíes en nadie. Y ¿si era una trampa para matarte? Un momento ¿Dijiste sola? Van, no me digas que ayudaste a alguien sólo por ser una chica.
    —pude ser —dije mientras me quitaba las lagañas de los ojos intentando sonar despreocupado.
    —Van —dijo con un tono amable, tal vez sólo para engañarme—, sabes como funciona todo aquí, cuando alguien te pide ayuda es porqué están muertos o porqué te quieren a ti, aléjate de cualquier desconocido, los desconocidos traen problemas y en especial una chica que te caliente la mente.
    —vale, vale... ya que no fui a trabajar ¿quieres ayuda? —le ofrecí mi ayuda intentando cambiar de tema lo más rápido y radicalmente que pude.
    —ahora que lo mencionas —dijo mientras metía el cuchillo en su delantal—, ve por los platos que le prestamos ayer a Prime, si no los a lavado haces que los lave a la fuerza.
    —bien, ¿nada más?
    —si, amenos que quieras hacer algo más —me dijo con una voz burlona, ¿habrá sido una broma?—, ya vete, cuídate... No quiero que hagas los de ayer, quiero que sea la primera, última y única vez que lo hagas, ¿Estamos?
    —si, lo sé, deja entró a cambiarme y me voy —le conteste.
    —muy bien, me avisas cuando te vayas.
    —ok.
    Entre rápido a casa y subí las escaleras, entre al closet y me empecé a cambiar, me puse una camisa blanca percudida que ya parecía amarilla, unos pantalones vaqueros negros y una chamarra café oscuro.
    Mientras bajaba las escaleras Caro platicaba con Celi pero cuando me vieron bajar pararon de hablar y cambiaron de tema.
    —¿has visto que las naranjas están de oferta en el mercado? —creo que están empezando a ser muy astutas.
    —claro que si —dijo Caro fingiendo con una pequeña risa de por medio—, creo que le diré a Van que me traiga unas cuantas, aja esa sería una buena idea.
    Me acerqué a la puerta, tome mis armas y salí de la casa.
    —ya entiendo —grite para que me oyeran—, pero para la próxima procuren no callarse al verme es un poco... sospechoso.
    —no olvides mis naranjas —gritó Caro con algo de sarcasmo seguido de risas de ambas niñas.
    —¡púdrete!— le contesté.
    Dentro de la casa se oían risas de las dos que se burlaban de mi.

    Llegue a la casa del viejo Prime, es lunes así que el descansa hoy. Su casa, una enorme construcción de ladrillo rojo de unos 5 pisos de altura, el era dueño de los dos últimos pisos, abrí la puerta de entrada que era de una madera verde y despintada, el interior era un poco más deprimente que el exterior, unas paredes forradas en papel con decoración de barcos de papel surcando el cielo, es una hermosa representación de la imaginación pero sería más hermoso si en cada esquina no hubiera un charco de orina o una mancha de sangre en la pared, en el suelo no hay más que botellas y casquillos de bala usados... a no también hay unas revistas para adultos, que bonito es este lugar.
    Subo por las escaleras y en cada piso hay un mundo totalmente diferente, desde un loco con mascara de papel y mirada de pocos amigos hasta una señora que carga un bebé de porcelana con la mitad de la cabeza rota y lo llama Gabriel.
    Llegó al cuarto piso y tocó la puerta, dentro de la casa se oyen unas notas de piano, una melodía deprimente. Vuelvo a tocar pero no tengo respuesta, ahora que lo pienso llevó años sin estar aquí, desde que el viejo Prime era conocido como el joven Prime. Decidí abrir la puerta, giro la perilla y esta gira con mi mano abriendo la puerta, dentro la música se hace más fuerte, me recibe una habitación apestosa a alcohol y humo de tabaco, las paredes del cuarto eran de un color azul marino muy desgastado y con manchas de humedad en los ángulos de las paredes, unos sillones manchados y una mesita de centro componen la decoración.
    Entró en la casa y busco al viejo.
    —¡Prime! ¡Estás aquí! —gritó, pero nadie me contestas.
    Me dispuse a buscar el origen de la canción, la cual se repetía una y otra vez siempre de la misma forma. Subí las escaleras interiores al último piso donde la música se escuchaba más fuerte, las escaleras crujían cuando pisaba sobre ellas, la canción se volvía a repetir, era una canción a piano, en un idioma extraño, sólo entendía algunas cosas sin significado.
    Arriba del todo había un pasillo algo angosto en el cual había tres puertas, dos en el lado izquierdo y una en el centro de la pared de adelante, abrí la puerta solitaria y había un cuarto donde sólo había una cama, una mesita de noche y algunas botellas de vidrio regadas por el suelo. En la habitación había una puerta que conducía a un baño del cual salía la luz de una vela y la canción que después de un tiempo se que está cantada en el idioma de Colony, no recuerdo su nombre. Entró al baño y me llega de golpe a la nariz un espantoso olor a miseria, pegado a la pared está una bañera blanca con manchas amarillentas en los costados, en el fondo de esta está acostado Prime con la barba manchada de saliva seca y vómito con olor etílico.
    —¡hey! —le grite mientras pateaba el costado de la bañera para despertarlo.
    Al parecer lo sorprendí por que al despertar se retorcido buscando algo en su ropa sucia.
    —¡Prime! Despierta soy yo, Van, vengo por los platos de ayer.
    El viejo Prime se levantó de mala gana y me vio con una mirada asesina que me intimidó.
    —vale, vale —dijo mientras se limpiaba la saliva de su espesa barba blanca—, los platos, ¿Dónde deje los platos? ¡Maldita sea! Los platos, ya recordé... es mentira — cuando dijo eso soltó una pequeña risita y me volteo a ver con la mirada perdida.
    —ya sé —continuo—, están en el lavabo detrás de ti.
    —¿Cómo van a estar hay? —contradije y me di la vuelta— ¡Cómo llegaron ahí?
    —no, no, no, no... un mago nunca revela sus secretos.
    —y los ebrios no deberían hablar sandeces, anda a lavar los platos.
    Después de varias discusiones Prime se puso a lavar sus platos. Mientras lavaba los platos me daba vueltas por la casa y me encontré con la grabadora que reproducía siempre la misma canción a lado de esta había la carcasa de un disco, era una portada negra con el nombre de Devotchka y el sobrenombre de How It Ends, le di la vuelta a la tapa y vi que era un disco de música y que en la parte trasera todas las canciones estaban tachadas con un plumón negro excepto la canción cinco que llevaba el mismo nombre de How It Ends, abrí la carcasa y esta se rompió por la mitad y se calló al suelo, el viejo Prime se dio la vuelta al oír el ruido y me vio recogiendo lo que rompí.
    —¡pero que hiciste¡ —me gritó.
    —perdón, no era mi intención, yo sólo estaba viendo que era esto —me excuse.
    —¿No me lo podías preguntar? —me siguió gritando.
    —enserio perdón.
    Prime recogió las dos partes de la carcasa y las unió, al soltarla vio que está se quedaba pegada y sonrió después alzó la mirada y me vio.
    —ya están los platos.
    —vale —le conteste nervioso al ver su cambio de actitud tan repentino—... se que es tarde para preguntar pero ¿qué es?
    —es un disco de un grupo de rock que escuchaba cuando tenia tu edad y la canción que suena me recuerda a cuando todo inicio.
    —¿qué significa How It Ends? —le pregunté fascinado al intentar pronunciar el nombre.
    —“como termina”, pero no estoy seguro hace años que no lo recordaba —me contesto mientras se peinaba con los dedos.
    —¿y por que te recuerda el pasado? —le pregunte.
    —cuando pasaban por las noticias el primer golpe de estado mi padre lavaba su auto y yo lo ayuda mientras ponía esta canción en la radio del auto.
    —no tenía idea de que fueras tan viejo, conociste la televisión y te subiste a un auto —le dije fascinado por la idea del mundo antes de los golpes de estado.
    —si, soy viejo y no sabes como extraño todo eso —me contestó con cierta melancolía en su voz—. Gracias por visitarme Van, y lamento que me hayas visto así.
    —sólo vine por los platos —le conteste— no creas que disfruto visitarte.
    —vale, entiendo... entonces lárgate —gritó mientras señalaba la puerta y se reía— cuídate, no quiero saber que te encontraron muerto
    —descuida, es más fácil que tu mueras primero —bromee con él.
    Salí de la casa y cerré la puerta.
    Tome los platos del suelo y los metí en una bolsa, salí de la casa y baje por las escaleras, cuando estaba en la calle abrí la bolsa y revise que todo estuviera ahí. Sentí como me quitaron la bolsa de la manos, mire hacia adelante y vi a un niño pequeño correr por la calle con mi bolsa, tome el rifle que tenía en la espalda y puse la mira, cuando vi a través de ella imaginé a Celi corriendo y en el estómago se me hizo un hoyo así que simplemente dispare hacia el cielo para que se detuviera.
    El niño hizo caso omiso a mi advertencia y siguió corriendo hasta que dobló la esquina y se perdió de vista. Después de meditarlo unos segundos empecé a correr detrás del niño. Doble la esquina y él estaba descansando sobre sus rodillas, al verme puso una cara de espanto y continuó corriendo y yo lo seguí persiguiendo.
    Después de unos minutos corriendo seguí al niño al mercado mayor de la ciudad. Cuando entre al mercado detrás del niño lo perdí de vista, lo busque por unos minutos pero no lo encontré, en el momento que me dirigía para afuera una pequeña piedra cayó a mi lado, me agache a verla, me di cuenta que era parte del techo del mercado y cuando alce mi mirada y vi al niño que estaba parado sobre una viga del techo viéndome desde quién sabe cuando, tal vez desde que lo perdí. Saqué mi revolver de su funda y dispare a su lado, el niño asustado salió corriendo saltando de viga en viga mientras yo lo seguía desde el suelo hasta que encontré un andamio que usaba la gente que restauraba las paredes y los techos, me subí para alcanzar una viga.
    Cuando llegue arriba volví a ver al niño de frente y me lanzó un pedazo de madera esperando tirarme. Me puse de pie sobre la viga y aún sobraba un tramo considerable de altura entre mi cabeza y el techo. Di un salto hacia la viga de adelante y caí sobre esta la cual reprodujo un crujido y tiró algo del polvo al suelo, fui saltando de una viga en otra persiguiendo al niño pero me llevaba una distancia muy larga, mientras cuidaba mis pasos pise una viga vieja de madera podrida y caí al suelo sobre el puesto de un anciano que vendía cebollas.
    Después de unos segundos volví a estar consciente del todo y vi al anciano parado enfrente mío mientras me gritaba pero yo no oía nada, sólo veía como movía la boca con irá, más arriba de él estaba el mismo niño con mi bolsa cruzada en la espalda riéndose. Me puse de pie y el niño echo a correr de nuevo.
    Después de un tiempo lo seguí a la zona Terra, una de las zonas más peligrosas del mercado donde había bares y prostíbulos infectados con la peor de las porquerías humanas, vi hacia arriba y ya no vi vigas así que a ese niño se le había acabado el camino y tenía que bajar. Cuando llegó a la última viga se quedó quieto un momento, me vio por la rendija del ojo y dio un salto a la pasarela de el edificio que tenía enfrente, cuando cayo se metió a gatas por la ventana del edificio y desapareció.
    Decidido entre al edificio para buscarlo y recuperar mi bolsa. Cuando toque la puerta la voz de una mujer me contestó:
    —pasa, está abierto.
    Abrí la puerta y entré al edificio. Dentro me recibieron tres mujeres, bien vestidas con un vestido rojo al igual que sus labios, nunca había visto algo así, un vestido tan cuidado.
    —buenas tardes señor, bienvenido, sea libre de sentarse en cualquier lugar —me recibió la mujer de hasta la derecha.
    —¿mmmmm? Gracias —le respondí a su cortesía.
    —pase —me invito la de en medio.
    Dos de ellas me abrieron la puerta interior y entre, cuando me topé con un fuerte aroma a cerveza y a tabaco, ese lugar era un bar. Los clientes se mantenían sentados en sus sillas esperando sus órdenes las cuales eran traídas por mujeres jóvenes vestidas de la misma forma que las de la entrada.
    En el fondo del lugar había unas escaleras que llevaban al segundo piso y para mi fortuna en el momento en el que iba a tomar asiento en una mesa el niño estaba bajando con mi bolsa entre las manos. Cuando lo vi bajé la mirada para evitar que me reconociera y ver para donde iba, en el momento que se dirigía a la puerta para salir se le acercó una mesera, una mujer de pelo negro y rizado hasta la cintura y lo tomó del brazo. En ese instante me pare y me acerque poco a poco al niño mientras desenfundaba mi arma, cuando estaba al lado de ambos la mujer me volteo a ver y me dijo con un tono dulce:
    —En un momento le tomo la orden joven, espere.
    —descuide, no vengo a comer —dije en el tono más serio y grave que pude para resultar atemorizante y puse mi arma a la vista de ellos dos—, vengo a recuperar lo que este mocoso me robo hace un rato.
    la mujer volteo a ver al niño y vio mi bolsa la cual estaba entre sus brazos.
    —¡Mili! —le gritó al niño el cual solo se encogió de hombros con temor— Señor por favor, no nos haga daño, le juro que este niño no volverá a salir hasta que enterrarme.
    —no vengo a hacerles daño —le dije intentado calmarla, creo que está intromisión no ha sido mi idea más brillante—, solo vengo por mi bolsa y me iré... mire guardaré el arma en su funda, tomaré la bolsa y me iré por donde vine, eso es todo lo que haré.
    La madre le arrebató la bolsa de las manos de su hijo y me la dio, en el momento que tomé la bolsa el niño dejó caer una bolsa de cuero más pequeña amarrada por un cordón negro, la mujer se agacho a recoger la bolsa y al tomarla la reconoció de alguna forma y la abrió. Dentro de esta había un pequeño dije de plata en forma de concha de mar. La mujer puso el collar en bolso de la camisa de su hijo y se limpio sus ojos que se estaban llenando de lágrimas.
    —¿Mamá? —preguntó el niño mientras sostenía la mano de su madre y la apretaba.
    —bueno, gracias señora, me voy y perdón por las... molestias —susurre esperando salir de ese momento incómodo
Me di la vuelta y empecé a caminar. Cuando estaba afuera voltee al cielo y ví que no era muy tarde pero aún así iba a apretar mi paso, antes de que pudiera dar el segundo la puerta del bar se abrió y volví a oír la voz de la mujer.
    —joven, por favor espere.
    Me di la vuelta y la mujer se estaba secando las lágrimas con un pañuelo de tela mugriento.
    por favor vuelva —continuo—, déjeme pagarle las molestias que le causó mi hijo.
    —no hace falta —le conteste—, yo sólo vine por los platos, los platos están intactos así que necesita pagarme nada.
    —por favor, insisto —me dijo, al parecer no quería un no como respuesta—. Entre y pida lo que quiera.
    —no quiero ser una molestia —le conteste apenado para intentar salvarme.
    —no lo será —me dijo —, por favor no me deje con la mano estirada y entre.
    —en ser... —antes de que acabará la frase la mujer me había agarrado de la manga y me había metido de vuelta al bar.
    Dentro de este me sentaron en una mesa grande alambrada por una vela roja. La madre del niño se acercó a mi y me miró con dulzura.
    —bien... pida lo quiera —me invito—, empecemos, ¿Qué quiere tomar?
    —ya que —gruñí—, ¿que tiene de tomar?
    —ojo del diablo y agua —me contestó.
    —no quiero morir joven —le dije vacilando—, así que quiero agua, por favor.
    —vale, enseguida le traigo agua y te tomo la orden —se dio la vuelta pero inmediatamente se regreso y continuó—... Cierto, casi lo olvidó... también tenemos leche.
-¿leche? —pregunte— ¿Lo amarillento que sale de las vacas?
    —si se refieres a que sale de las ubres, si, tenemos lo amarillento que sale de las vacas, sólo que la leche es blanca.
    —bien mejor quiero un vaso de leche.
    —bien, eres el primero que lo pide, deberíamos darte unas galletas y un babero —me dijo bromeando.
    La mesera se fue, se metió por una puerta y desapareció.
    Abajo de la mesa sentí que algo me rasguñaba la pierna, tal vez es una rata que quiere subir, moví el pie para asustarla pero no paraba de rasguñarme. Mire debajo de la mesa y estaba el niño que me había robado los platos el cual me vio con una expresión de temor.
    —descuida no te voy a matar —le dije y deje escapar una risa seca—, ¿qué quieres?
    El niño salió de abajo de la mesa y se sentó en una silla a mi lado.
    —pedirte perdón —dijo entre dientes.
    —vale, te perdono, con una condición —le conteste.
    —¿Cuál? —bufo.
    —dime por qué se puso así tu mamá —le conteste en voz baja con la esperanza de que nadie nos oyera.
    —¿Cómo? —me pregunto aunque era obvio que sabía a lo que refería.
    —¿por qué lloro? —le dije.
    —eres un chismoso —me respondió con un tono de desagrado.
    —no es eso —conteste—, es que no me gusta ver a la gente sufrir y llorar, y... quería saber si podía hacer algo.
    —no lo creo —me respondió desviándome la mirada, desde ese momento supe que algo iba a salir mal.
    —¿por?
    —¿sabes revivir a los muertos? —me pregunto con una crudeza que me saco las palabras de la boca y ya no supe que decir.
    —ouh, perdón —es lo único que se me ocurrió.
    —no te disculpes —sollozo—, pero si lo quieres saber... Ese collar se lo dio mi padre el día que yo nací y mi padre se fue al otro lado hace 5 años.
    —enserio lo siento no debí preguntar —le conteste arrepintiéndome, es normal oír que un niño te diga que su padre está muerto, pero no sé por qué esta vez me impacto tanto.
    El niño pasó un trago amargo de saliva y se froto los ojos para evitar llorar.
    —mi padre -dije para intentar identificarme con él—... murió hace 10 años, unos meses después de que naciera mi hermana menor.
    —no hace falta que me cuentes eso —me contestó con el mismo tono de desagrado y diciendo una cosa muy obvia—, todos en este mundo hemos perdido a alguien, en especial es este lugar.
    Lo peor, es cierto. Lo aún peor, que lo sepa un niño y vea de una manera tan cruda y sincera. El niño se paró de la silla y se fue caminado entre las mesas y sillas del bar y se perdió entre estas.
    Después de unos minutos pensado fui perturbado por la mesera que traía mi leche en un cuenco de madera oscura.
    —aquí tienes, ahorita te tomo la orden, es que se me junto el trabajo —me dijo disculpándose.
    —no se preocupe, gracias —le conteste con una sonrisa.
    La mesera me la devolvió y continuó con su trabajo.
    Le di un sorbo a mi leche... es ¡deliciosa! No recordaba a que sabía, de un trago me acabe la mitad del cuento y me limpie la boca con mi manga.
    La puerta se abrió con un ruidoso crujido que fue opacado por el ruido del bar. En la entrada se para una mujer joven, no muy alta, con una figura delgada y una bufanda y capucha que cubrían su cara, al parecer está buscando a alguien ya que recorría el lugar con la mira, ¿Quién será? Celi, Caro... mamá, no lo creo nunca me buscarían aquí y jamás se vestirán de chamarra negra y pantalón verde. Su mirada se detuvo en mi, me habrá reconocido, no lo creo, yo no sé quien es, aunque con esa ropa ni ella a de saber quién es. La chica se estaba acercando a mi. Cuando estaba frente a mi se paró y se recargo sobre la mesa.
    —hola —salude nervioso.
    —hola— me saludo ella con un tono dulce.
    —¿mmmmm? ¿Qué se te ofrece? —le pregunté al no ver su sus ojos.
    —hablar contigo —me contestó sin más.
    —perdón pero no busco problemas —le advertí enseñándole  disimuladamente el revolver que descansaba en mi cintura—, pero si los tengo contigo no puedo hacer nada más que responder.
    —yo tampoco busco problemas —me respondió.
    La chica tomo una silla y se sentó subiendo los pies en la mesa, sus botas al golpear con la mesa soltaron algo de polvo de afuera.
    —¿Te conozco? —pregunté irritado, con la mano en el cuenco.
    —¿No me recuerdas? —contestó.
    —¿Debería? —le cuestione.
    —sipi —me contestó, supongo que es un si, nunca había oído que alguien respondiera así.
    En el momento que acabó de hablar se quitó la bufanda gris y dejó ver su piel blanca como porcelana, se quitó la capucha y vi su pelo blanco y sus ojos esmeralda.
    —no me vengas con esto —le dije al ver que se trataba de la chica de ayer.
    —mucho gusto, mi nombre es Miriam —se presentó y me extendió la mano.
    —no planeó saludarte, por que si te saludo significa que me meterás en otra cosa.
    —¿Cómo te llamas? —me pregunto dulcemente.
    —me llamo Van Crespo -diablos, creo que me convenció su dulzura-... bien, olvida mi nombre y vete.
    —necesito tu ayuda Van —me dijo recargándose sobre la mesa.
    —si, la necesitas, pero yo no te la ofrecí —le conteste intentando sonar lo más grosero posible.
    —te pagaré —su estómago soltó un gruñido que desvió mi atención de su voz-... tengo hambre —susurró.
    —¿Pagarme? —me reí— si se ve que no tienes ni para comer.
    —no tengo dinero —termino por confesar—, lo sé, pero en mi casa tengo el dinero suficiente para pagarte.
    —¿Tu casa? —pregunté— ¿Quieres que te lleve a casa?
    —si —dijo con emoción y pregunto con aun más:— ¿Lo harás?
    —¿donde está? —le pregunté, suena fácil e interesante.
    —en Colony —me contesto.
    —¿Colony? —le pregunte y si hubiera tenido leche en mi boca se la hubiera escupido— Debes de estar bromeando.
    —nop, estoy hablando enserio —me dijo con total despreocupación y de ahí empezamos a discutir.
    —¿Sabes donde está Colony?
    —si, en el norte.
    —nosotros estamos en el sur —dije enojado pero sin alzar la voz—, eso significa que tenemos que recorrer el país... a pie, ósea como un mes caminado si descansamos 15 minutos cada 3 días.
    —lo se, por eso necesito que me lleves —me contestó.
    —me niego —le respondí
    —¿Qué? —pregunto confundida.
    —me niego —le repetí—, no quiero morir... aún.
    El estómago de la chica volvió a gruñir y está se lo sobo intentando callarlo.
    —mira —me contestó después de sobarse el estómago-, te pagaré 500.000 shock coins.
(Nota del autor: los Schock coins son la moneda ficticia de Colony que en Colom un Schock coin puede ser cambiado por 50 barras de pan y 10 kilos de carne.)
    —aún así —le respondí tentado—, ¿Quién me asegura que regresare?
    —yo —me contestó, parece que habla muy enserio.
    —no me basta —me volví a negar.
    —bien te pagaré 100.000 Schock coins y —intento buscar algo que elevará su oferta—... me cansaré contigo.
    —100.000, eso es más que 50.000 —me puse a pensar un momento, si hago esto y vuelvo podré sacar a mi familia del barrio Grungy de la ciudad y podremos vivir en el barrio Flag de la zona—... bien aceptó.
    —¿Te casaras conmigo? —pregunto emocionada.
    —no, aceptó por la paga y sólo por eso —le conteste algo confundido por si reacción.
    —bien, partimos en 24 horas —me empezó a ordenar.
    —¿Qué? —pregunté asustado— ¿No crees que es muy rápido para salir?
    —mientras más rápido salgamos más rápido llegaremos —me contestó parándose de la mesa.
    —dame dos días —le pedí.
    —por cada día son 99.999 Schock coins menos —termino por amenazarme
    —vale —acepte mi derrota— salimos mañana a las 2:25.
    —¡yei!... ¿Dónde vives? —me pregunto, al parecer ya creía tener mucha confianza.
    —¿Para qué quieres saberlo? —le pregunté extrañado, esta chica es muy rara.
    —no tengo donde quedarme —me contestó con una sonrisa algo boba.
    —y crees que te lo diré —le dije mientras ella se volvía a sentar en la su silla.
    —esta bien, creo que conseguiré a alguien más para el trabajo —dijo con tono sufrido mientras se volvía a parar.
    —espera, te llevaré a donde vivo pero espera —le roge al ver como mi dinero se iba por la puerta
    —bien, te espero.

    La mesera se acercó y me pregunto:
    —ahora si ¿Qué quieres ordenar?
    —bueno, me das —el rugido del estómago de la chica me asusto y la voltee a ver, y me regreso una mirada de perrito hambriento—... lo que ella quiera.
    —¿Seguro? —me pregunto
    —si... —bufe.
    —bien niña —se dirigió a la chica lista para anotar lo que quería—, ¿Qué quieres?
    Los ojos de la chica se iluminaron y se emocionó.
    —¿tiene puré de papa? —se apresuró a preguntar.

PERFECT [Terminado]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora