Me desperté. Iba acostado sobre una manta y dos hombres (uno moreno y delgado y el otro de fuerte y de piel oscura) me cargaban, solo podía ver el cielo azul y las nubes esponjas que cubrían este. «¡Miriam!» su nombre retumba en mi cabeza haciendo que me parara como un resorte. Al pararme me caí de la manta, caí sin ninguna dificultad y pegue mi cara al suelo, cuando me volví a incorporar busque a Miriam a mi alrededor. Uno de los hombres que me habían cargado intento calmarme, al no reconocerlo tome un palo lo suficiente grueso como para romperlo en su cara y abanique con el, amenazando.
—¿Don-donde está Miriam? —pregunté.
—oye baja ese palo y cálmate —me dijo el hombre de piel oscura.
—¡Vete al diablo! —le maldije—, ¿Dónde está la peliblanca?
El sujeto al ver que no me podía calmar me lanzo la manta en la cara y me tecleo dejando caer todo su peso sobre mi. Cuando me logre quitar la manta le mordió la oreja y sentí el sabor de la sangre en mi boca, el sujeto no pudo hacer nada más que gritar y maldecir.
Unos pasos se oían por la calle y al oírlos abrí los ojos y vi a un par de mujeres que cargar otra manta igual que la mía. Solté la oreja del tipo y este rodó y se puso de rodillas mientras se tocaba la oreja y lloriqueaba de dolor. Me puse de pie y fui corriendo a ver la manta, hay estaba Miriam en un inconsciente.
—¿Cómo está? —pregunté viendo su rostro morado y manchado de sangre.
—no ha despertado —me contestó la mujer que cargaba la parte de adelante.
—y no creo que lo haga en algunas horas —terminó de decir la misma mujer de ojos bicolor que cargaba la parte trasera—… le hicieron mucho daño, le rompieron un diente y le enchuecaron el tabique de la nariz.
—¿enserio? —pregunté estúpidamente.
—obsérvala —me pidió.
Tenía razón, en su boca medio abierta se asomaba un nuevo colmillo y su nariz estaba levemente inclinada hacia la izquierda.
—¿ya puedes caminar? —me pregunto.
—eso parece... —conteste moviendo mis piernas esperando que me respondieran.
—bien, síguenos, no estamos muy lejos del refugio.
—¿Refugio? —pregunté confundido.
—ya lo verás —me contestó.
En la parte de atrás venía el sujeto de ojos azules que nos había salvado.
—ya despertaste, niño —comentó mientras caminaba arrastrando una enorme bolsa de tela negra con agujeros parchados.
—tú... —le dije mientras se acercaba con su andar pesado.
—Bienvenido devuelta al infierno —me contestó y me tocó el hombro.
—¿Por qué...? —le iba a preguntar algo referente al porqué nos había salvado pero me interrumpió antes:
—tienes muchas preguntas, lo sé... así son todos al inicio, pero te las responderemos adentro.
—¿De qué? —le pregunte
—ya lo verás —me contestó con una enorme sonrisa en sus labios.
Seguimos caminado por un largo tiempo o eso parecía porque cuando llegamos el sol aún no terminaba de ocultarse. Llegamos a una enorme muralla construida con tablones de madera y láminas, no se veía muy resistente pero si imponente.
—bienvenidos a Bullet Alexandria —con un aire de orgullo gritó el tipo barbado.
En la cima de la muralla había algunas personas armadas con rifles dando vueltas. El sujeto con la oreja sangrante se llevó dos dedos a sus labios y soltó un chiflido que llamo la atención de uno de los hombres armado y este a su vez hizo lo mismo. Pasados unos minutos una puerta corrediza se abrió frente a nosotros, -era una puerta grande pero no gigante, fácilmente pasaban tres personas en hilera-, pasamos la puerta y nos recibieron 3 mujeres apuntándonos con diferentes armar, una de ellas (la que tenía una escopeta) me obligó a levantar las manos y con una mano me empezó a buscar entre mi ropa mientras con la otra me seguía apuntando. Las otras dos mujeres también buscaron en Miriam desmayada y le sacaron una piedra de la bolsa de su abrigo.
—pueden pasar —dijo una de las mujeres armadas.
Cuando entramos las mujeres que vigilaban la puerta saludaron con honores militares a los que nos habían rescatado pero con especial énfasis al hombre barbado y a la mujer de ojos bicolor. Dentro de las murallas había una pequeña ciudad, con sus casa, sus habitantes, sus... cosas que debería de tener una ciudad.
—¿Cuál es tu nombre, niño? —me pregunto él hombre que nos había salvado
—Van —le conteste mientras veía a los niños correr por las calles—, Van Crespo.
—¿Van Crespo? Bonito nombre y el de la niña.
—se llama Miriam —le contestó una de las mujeres que la cargaba-, el niño no dejaba de decir su nombre —su frase concluyó entre algunas risitas.
—se llama Miriam Marstone —concluí su frase ignorando lo anterior.
—Van y Miriam —repitió nuestros nombres—, yo soy Hohenhaim, pero todos me dicen Hen... Un gusto.
Al terminar de presentarse estiró su mano y casi me pega en la cara. Me estrechó la mano y ordenó que se llevarán a Miriam con el médico del lugar. Hasta después de un tiempo de silencio me atreví a hablar.
—¿Hohenhaim? ¿Un solo nombre? —pregunté.
—de donde soy todos llevamos un solo nombre —me contestó.
Intente quedarme callado para no parecer un entrometido pero se me escapó la pregunta.
—¿Y de dónde eres, hohen-hehonhiam? —pregunté intentado pronunciar su nombre pero no pude y quedé en ridículo.
—es ho-hen-haim... tres sílabas no es muy complicado... preguntas de donde vengo, vengo de un país más allá del mar, muy al norte en una tierra alejada de este lugar, Kollat, mi hermosa patria —al parecer esa pregunta tocó una fibra sensible ya que se puso a contar con una melodía melancólica—, oh, gran Kollat... tus aguas son las lágrimas de los dioses que lloran al ver que uno de tus hijos no regresa a su patria... permíteme volver a ver tus hermosas montañas. (N.A: es un fragmento sacado del himno nacional de Kollat)
Una gruesa lágrima resbaló por su enorme cara y de repente Hohe... ese hombre volvió en si y me contestó:
—me puedes llamar Hen, todos me llaman Hen —Hen hizo una enorme pausa mientras caminábamos y después prosigio su platica—, perdón, ¿Decías algo?
—no, nada —conteste.
Seguimos caminado durante un largo rato hasta que Hen se sentó en el suelo en una esquina y me invitó a sentarme, mientras nos sentabamos empezó a interrogante:
—tú eres de aquí, Van-Crespo?
—no —conteste—, soy del Sur, de Marcias.
—ya se de que lugar hablas —me dijo emocionado, como si recordará algo que había olvidado mucho tiempo—, yo tenía un amigo hay, su nombre era Prime, Prime Iden.
«enserio, su nombre me persigue hasta acá» pensé.
—¿Enserio? Yo también lo conozco.
—¿sigue vivo? —me pregunto emocionado.
—si a eso se le puede llamar vida, si lo está.
Hen dibujo una enorme sonrisa en su cara y se empezó a reír a carcajadas durante unos segundos pero súbitamente paró de reír.
—¿Qué hacías con esa niña? ¿No es de por acá, verdad? —me pregunto mientras veía a las hormigas pasar por entre sus botas.
—¿Miriam? -pregunté para hacer tiempo y pensar en una respuesta—, ella... no es de acá, es del Norte... de Colony.
¿Colony...?
—así es —conteste a su pregunta.
—¿déjame adivinar? —me propuso—... la estas llevando de vuelta a su casa.
—no es muy difícil de adivinar —le dije mientras me limpiaba la sangre seca de mi cara.
Hen suspiro y abrió la boca para decirme algo pero no tuvo tiempo por que había llegado una chica que extrañamente se parecía a Caro con su pelo negro y su tez morena.
—Hen —le llamó—, la chica despertó y busca a Van Crespo... necesitas ir.
Hen me volteo a ver y por un momento compartimos miradas. Nos pusimos de pie y seguimos a la chica la cual nos llevó a una casa destartalada que usaba un colchón roto como puerta. Al abrirnos paso dentro de la casa nos topamos con una casi nula decoración, no había más que un espejo, una cama, una mesa y un lavamanos, en la mesa central estaba Miriam atada de pies a cabeza gritando y retorciéndose para soltarse.
—¿Dónde está Van? —gritaba Miriam.
—ya estoy aquí —le conteste mientras intentaba tocarle la mano.
—Van —dijo con alivio—, gracias a dios. Diles que me suelten.
—¿Por qué la ataron? —le pregunté a Hen y él le preguntó al doctor.
Por el rabillo del ojo vi a un hombre no más grande que yo, vestido con unos jeans azules y una camisa a cuadros, iba descalzo y tenía un pelo largo y revuelto.
—porqué supuse que pasaría esto —contestó el doctor con una voz adormilada y arrastrando las palabras.
—¿Enserio eres doctor? —pregunto Miriam a gritos.
—estás cerca —contestó haciendo un ademán de manos—, soy veterinario... mucho gusto.
—¡suéltame!
—deja los presentó —dijo Hen mientras nos ponía frente a frente— Van... El es Alex, Alex el es Van.
—Van Crespo —contestó Alex—, he oído hablar mucho de ti.
—¿enserio? —conteste asombrado, no sabía que mi nombre era ya conocido.
—si... esta niña lleva gritando tu nombre desde hace unos 5 minutos —me contestó de una manera irónica, como si se burlara.
—¡no lo gritara si me soltaras hijo de...!
—ya cállate por favor -rogó Alex a dios y tomo una papa de la mesa y se la metió a Miriam en la boca para callarla, y lo logró—... dulce sosiego —pronunció satisfecho—, ahora si... Van Crespo, mi nombre es Alex Filo, un gusto conocerte.
—igualmente —conteste con una sonrisa y Alex me la regreso.
—cierto —dijo Alex recordando algo—... La niña, la pelea y los golpes fueron brutales, pero, se pondrá bien... no tiene nada roto aparte de labio pues, va a estar adolorida por unos días, el moretón que tiene en su costado no me gusta nada, lo increíble es que no se rompiera una costilla... ¿Se me olvida algo? Sip, sus pechos —al oír esa palabra Miriam volteo a ver al veterinario con unos ojos de pavor—, descuida niña, no te hice nada... no me gustan los pechos grandes.
Miriam se empezó a retorcer y mover aún más y logró escupir la papa. Los gritos de Miriam me taladraban los oídos y Alex tuvo que recurrir a medidas desesperadas: volvió a tomar la papa y un trozo de cinta adhesiva que sacó de debajo de la mesa, le volvió a meter la papa a Miriam y sobre esta le puso un enorme trozo de cinta. El veterinario se quitó el pelo de la frente y continuó:
—¿Dónde me quedé?... cierto, sus pechos, es algo preocupante, tiene muchos pequeños cortes, es normal ya que a estado durmiendo en el suelo pero... hay tres cortes que me preocupan —acabado esa oración Alex se empezó a desabotonar los tres primeros botones de la camisa y dejó ver su pecho y empezó a ilustrar—, uno estaría aquí —señaló la parte baja de su pecho—, otro estaría justamente en medio y el tercero que se ve que fue el más profundo fue acá —dijo y señaló la parte izquierda de su pecho, cerca de la axila e hizo lo mismo con el otro lado—, es un corte que atraviesa su pecho... también hay un cuarto corte preocupante pero no creo que ella quiera que yo hable de eso... En conclusión: ella está apta para seguir el viaje pero... no sé tu Van Crespo, necesito hacerte un examen.
—me parece bien —le conteste.
—toma asiento —me dijo mientras señalaba una piedra dentro de su casa.
Alex tomo una pequeña linterna y me puso en el ojo.
—sigue la luz —me pidió y yo obedecí—, bien está bien tu percepción lumínica ahora el último paso —después de eso me dio un golpe a puño cerrado en la cara—, ¿Te dolió?
El golpe me adormeció la mitad de la cara.
—después de ese golpe no creo que algo me vuelva a doler.
—entonces... ¿te dolió? —me preguntó—... diagnóstico: los dos están aptos para viajar...
—muy bien —dijo Hen—, pero no tienes nada con lo que irte, esos pandilleros se llevaron sus cosas.
—cierto —conteste con aires de desánimo.
—mañana las buscaremos —me contestó Hen intentando animarme—, hoy ya es muy tarde.
En ese momento sentí como mis ánimos se alzaban, no todo está perdido, volteé a ver a Miriam que seguía atada en la mesa con una expresión de odio y desesperación.
—todavía tiene la nariz chueca —dije al verla
—ya sabía que había algo más, espera —contestó Alex y de su pantalón sacó un lápiz de madera y se lo metió a Miriam en la nariz—, uno, dos, tres.
Cuando acabo de contar, con el lápiz hizo palanca dentro de la nariz de Miriam y sólo se oyó un crujido que acabo en un gritó ahogado en una papa
ESTÁS LEYENDO
PERFECT [Terminado]
ActionVan, un chico de 18 años que nació en un país sin gobierno sumido en una guerra eterna por la supervivencia de cada individuo, se ve metido en la búsqueda de una chica extranjera llamada Miriam que quiere regresar a su país pasando la mortal fronter...