CAPITULO V: Los Oni (Pt. 1)

40 4 0
                                    

    La noche cayó y sumió el lugar en penumbra por lo que saque la lámpara de mi bolsa y alumbre el interior de una tienda buscando un lugar donde pasar la noche, después de ver algunas tiendas, no muchas, terminamos por meternos en una tienda de ropa vacía.
    Nos instalamos en el suelo, cerca de la salida de emergencia, ahí tendí una manta en el suelo y Miriam al verla cayó rendida sin poner resistencia e inmediatamente empezó a dormir, viéndola es increíble que pueda dormir sabiendo lo que vio, pero es normal viendo la cantidad de emociones a las que fue sometida en tan poco tiempo.
    Yo me senté a su lado y apagué la linterna perdiéndome en la oscuridad. Así pasaron los minutos y no podía dormir, era la primera noche que pasaba afuera «espero que no estemos a la mitad de nuestra vida... ni al final de esta» ese pensamiento no dejaba de andar por mi mente. Cuando ya me sentía cansado  de no dormir cerré los ojos con la intención de soñar y me sumí aún más en mis pensamientos, hasta que caí.
    Un sonido me despertó, cuando abrí los ojos vi el exterior, el sol del alba apenas iluminaba lo suficiente para ver, el frío era insoportable, Miriam dormirá hecha bolita para cubrirse del frío, pero aun así sus dientes castañeaba por el frío.
    Aquel sonido similar a un chasquido se volvió a oír y me incorporé inmediatamente, tomé al rifle y lo cargue con una bala en el cañón delgado y salí de la tienda. Me cubrí con un bote de basura que estaba tirado en la calle y saqué el cañón del rifle por encima, nada.
    No había nada o eso creí hasta que volví a oír el mismo sonido. Busqué con la mirada el sonido y lo encontré: eran unos pequeños zorros que entraba y salía de las tiendas uno junto al otro, al ver tan pequeña cosa la que me había despertado entre a la tienta y me volví a sentar, pero ahora con el rifle en mano.
     Pasaron los minutos y el sol empezó a calentar, de un momento a otro Miriam volvió de entre los muertos y se incorporó.
    —buenos días —le dije.
    —buenos días —me contestó seguido de un gran bostezo.
    —¿lista para irnos? No hemos avanzado ni 5 kilómetros.
    —sí, no quiero llegar tarde —me contestó con un aire de desánimo o sarcasmo, la verdad no sé, aún no logro descifrar su tono de voz.
    —bien... párate, nos vamos —le dije extendiéndole mi mano para ayudarla a pararse.
    Miriam se paró y me pidió un poco de agua, no recordaba que trajéramos agua pero busque en mi mochila y ahí apareció una enorme botella de agua, se la di y le dio un trago, se mojó sus manos para limpiarse la cara y mojarse un poco el pelo.
    —bien... estoy lista —me dijo mientras el fantasma de una sonrisa se paraba en sus labios.
    Me dirigí a la parte trasera de la tienda y abrí la salida de emergencia para evitar toparnos de nuevo con el árbol.
    —tu primero -—le dije invitándola a salir con mi mano.
    —pero que caballeroso —me contestó ella con un tono de sarcasmo.
    Al salir de la tienda nos topamos con un calle que se conectaba con otros, estuvimos andando por  varios minutos hasta que salimos a una gasolinera con una especie de caseta vacía.
    —¿Qué este lugar? —le Miriam.
    —una gasolinera —me contesto viéndola con cierto recelo.
    —suena interesante —le dije ignorando aquella expresión que había tomado—… vamos adentro a ver si encontramos algo.
    —pero ya llevamos muchas cosas –me contestó con enojo y pereza.
    —no importa, si quieres quédate afuera.
    —ni loca -dijo Miriam al tiempo que se metía a la tienda Y ya adentro asomó la cabeza y me grito—... qué esperas, entra.
    Mi risa ni se hizo de esperar y entre con ella.
    Dentro del lugar no había mucho que ver: anaqueles y vidrios rotos, motas de polvo volando por el aire. Por en medio de las ventanas rotas un rayo de luz se metía bañando la tienda de luz y un poco de calor.
    Salte por encima de la caja y busque por debajo de esta mientras Miriam daba vueltas por la tienda.
    —¡Hey! ¡Van! Mira esto —me gritó emocionada desde el otro lado de la caseta.
    Dejé de buscar y salí de debajo de la caja, vi Miriam que sostenía un llavero en forma de un osito Rosa.
    Al acercarme los detalles del llavero relucieron, el llavero estaba sostenido por una argolla dorada y en la panza del oso había dibujado un corazón rojo.
    —¿Te gusta? —me pregunto viendo el osito con su tono chillón.
    —esta bonito —le conteste viendo aquel peculiar llavero.
    —con eso me basta —complemento su pregunta.
    Se quitó la mochila y torpemente metió la argolla en un cierre.

    —listo —dijo victoriosa al tiempo que el llavero se caía.
    No pude evitar reírme mientras alzaba lo alzaba, lo puse adecuadamente en el cierre y después dejarle un par de jalones supe que ya estaba.
    —ahora si —le dije soltando el llavero— listo.
    —gracias —contestó y me sonrió.
    Salimos de la caseta sin más que un nuevo llavero y una caja de curitas. Mientras nos alejamos le preste atención a la gasolinería y pude ver por qué Miriam había puesto esa cara, ya que parecía una enorme sombra negra por el hollín y las quemaduras en las paredes.
    Dejamos atrás la avenida para pasar una la autopista de 4 carriles, aquel camino estaba manchado por autos abandonados y hierba creciendo en el pavimento, al caminar por ahí me di cuenta que enormes edificios de unos 15 pisos de altura se dejaban ver y enormes manchas verdes adornaban las grises estructura, la naturaleza empezaba a tomar el lugar que le pertenecía. Sobre nosotros se alzaban unos letreros.
Km. 52 Sur dirección norte
Marcias 10 min.
Hacia el norte:
Valery 60 min.
Peta 180 min.
    —¿Marcias? —pregunto Miriam— ¿Así se llama tu ciudad?
    —no lo sé —contesté mientras alzaba los hombros—, yo nunca le conocí un nombre.
    Me quedé un largo tiempo viendo el letrero, viendo los nombres y la enorme distancia que había entre ciudades, me perdí entre las palabras sin saber a dónde dirigirme.
    —¿hacia dónde vamos? —me hizo otra pregunta al no ver nada claro.
    —no lo sé —conteste con sequedad—, solo sé que vamos al norte.
    —¿no sabes por dónde ir? —me pregunto entre gruñidos e ironía.
    —no, la verdad no —le termine contestando, totalmente despreocupado.
    Salimos de Marcias hace casi dos días, con dirección al norte, a Colony y no sabía qué dirección tomar.
    —busquemos un mapa en alguna tienda -propuso Miriam.
    —¿crees encontrarlo? —espete.
    —estamos en una autopista —dijo, señalando lo obvio—, en una tienda de paso tiene que haber un mapa.
    —descuida... llegamos o morimos en el intento —le conteste intentando bromear.
    Vi como Miriam me veía de reojo con enojo y aceleró su paso para dejarme atrás mientras yo me reía.

    Después de unos momentos caminado Miriam se paró en seco y se dio media vuelta y me dijo:
    —no nos vamos a mover de aquí hasta que sepamos a donde ir.
    Yo también me paré en seco y vi como ella se sentaba en el suelo, cruzando las piernas.
    —ya no seas payasa —le dije viendo como hacia pucheros de enojo, solo se limitó a contestarme con su frío silencio—. vale —termino por convencerme a base de berrinches—, buscaré un mapa o algo.
    Di la vuelta y me aleje para empezar a buscar entre los carros, vi en cada ventana rota, busqué en cada guantera y nada. El sol estaba en su punto más alto y el calor empezaba a aumentar, una gota de sudor empezó a bajar por mi frente y me la lleve con los dedos de la mano.
    Seguí buscando hasta que perdí de vista a Miriam, la última vez que la vi miraba al infinito de la carretera. A un lado del camino vi un auto negro que tenía el vidrio de las ventas intacto, los vidrios eran oscuros y no alcanzaba a ver mucho, pero logré distinguir una mochila adentro, a un lado de esta, en el asiento, se veía una cámara y una bolsa de frituras.
    De una patada intente romper el vidrio, pero mi pie rebotó como si pateara una pared de concreto. Todo mi cuerpo vibró y mi pierna me empezó a doler.
    —tiene que haber otra forma —susurre al sentir como mi pierna se empezaba a dormir.
    Tome una piedra del suelo y la sujete con la mano para romper el vidrio, golpe con fuerza el cristal y este sólo se agrieto, le di otro golpe y la grieta se hizo más grande, después de tres golpes la grieta sólo se hacía más grande pero no profunda, termine por tirar la piedra y donde esta cayó había tirado un tubo de metal que parecía ser parte de una señal de tránsito, lo alce y pesaba más de lo que imaginé, tanto así que lo termine por sujetar con las dos manos y golpeé el vidrio haciendo que se venciera y rompiera totalmente.
    Mientras quitaba las astillas de vidrio alrededor de la ventana me di cuenta de que era más grueso que los otros, al menos un dedo más grueso.
    Tome la mochila por las tiras y la jale hacia mí, la abrí y dentro había una botella de agua vacía, una bolsa de frituras y un mapa, abrí el mapa, resultó ser de la zona cercana, marcando las calles de la ciudad de Marcias y de Valery, al parecer la calle donde vivía se llamaba Isaac. Evalúe la posible utilidad de esto y me encaminé de nuevo hacia Miriam, seguía donde la había dejado solo que ahora estaba acostada, cubriéndose la cara con la manga. Cuando estuve a su lado la moví con el pie y ella me vio.
    —¿Encontraste algo? —me recibió.
    —un mapa de las calles de aquí a Alcalaf —le conteste sin saber bien en qué tono hacerlo.
    —¿Alcalaf? —contestó con pereza en su tono de voz.
    —al parecer está más al norte que Peta —le respondí señalando a donde crei que estaba el norte
    —ayúdame a parar —lo me pidió Miriam extendiéndome la mano, le di la mia y ella se apoyó de esta para ponerse de pie.
    Ya parada tomo el mapa y lo abrió:
    —si seguimos la autopista llegaremos a Alcalaf de manera muy rápida —guardo silencio un momento y me volteo a ver—, al parecer es una autopista de tronco, si la seguimos llegaremos a Colony sin tomar ningún otro camino.
    —¿De tronco? —pregunté.
    —sí, bueno de tronco es algo así como que es una sólo camino hacia la frontera y de esta de dividen ramas que llevan a otros lados —intento explicarme señalando los camino con los dedos.
    —ya entiendo.
    —al parecer llegaremos a Colony muy pronto —celebro arrugando un poco e mapa.
    —eso espero —conteste.
    Después de eso seguimos caminando mientras Miriam me platicaba de su familia, de su país y del pueblo donde vivía: me contaba que el pueblo donde vivía se llamaba Ruth, es un pueblo ganadero al sureste de Colony, rodeado por montañas y bosques donde suele llover mucho y el frío es algo de todos los días (tal vez a eso se debe su piel blanca), me contó que su padre se llamaba Pant y su madre Nissi.
    —¿Y tu padre Van? —me pregunto después de toda su historia— ¿Qué le pasó?
   —¿Mi padre? —pregunté e intente recordar, pero a mí mente no vino más que un recuerdo fugaz que rápidamente se extinguía, el recuerdo de una cara curtida.
    —sí, si no quieres tocar el tema no hay problema, digo apenas nos conocemos.
    —descuida —le contesté sonriendo al ver que se estaba poniendo nerviosa—, no hay problema... mi padre —solté un gran suspiro intentando recordar algo más—... mi padre como el de casi toda la gente de aquí, murió en la última guerra de liberación, la Starfall...
    —¿Sabes su nombre?
    —no —le conteste viendo mis pies— partió a la batalla cuando yo tenía tres años.
    —perdón —se disculpó Miriam—, lamentó oír eso.
    —yo también —conteste amargamente.

    Caminamos alrededor de 30 minutos hasta que nos paramos en seco al ver que la autopista llegaba hasta ahí, la autopista seguía por un puente que había colapsado tiempo atrás, eran aproximadamente 50 metros sin camino que seguir.
    —mira —me dijo Miriam al tiempo que señalaba que al otro lado del puente había una salida que subía hacia la autopista.
    —no veo cómo podemos bajar —cuestione.
    —¿No traes cuerdas? —me pregunto.
    —no las vi necesarias —le contesté.
    —podemos empujar un coche, hacer que caiga y nosotros brincar para caer sobre el techo —me planteo un plan tan rebuscado.
    —y no quieres que un dragón mágico escupe arcoíris nos lleve a tu casa —le conteste a Miriam con sarcasmo, aunque pensándolo bien, el plan no se oye tan mal—... Me agrada tu plan
    —bien —Miriam corrió hacia el auto más cercano al borde del puente—... ¡ayúdame! —me pidió mientras empujaba el carro.
    Me puse a lado de ella y empezamos a empujar, al parecer ella no tiene muchas fuerzas ya que sentía como yo empujaba todo el peso del coche. Cuando vimos que el coche estaba a punto de caer paramos de empujar y terminamos el trabajo empujando con el pie.
    Al coche cayó verticalmente y durante unos segundos se quedó parado sobre su cofre hasta que cayó de cabeza con las llantas para arriba.
    —¿Ahora qué? —pregunté mientras veíamos el auto de cabeza.
    —no lo sé —me contestó Miriam mientras caminaba, evaluando la situación.
    De repente sentí un empujón y me caí del puente, caí de costado haciendo que mi brazo se llevará la peor parte.
    —¡¿Estás bien?! —me gritó Miriam.
    —¿¡Estás loca?! —le conteste.
    —¡¿Estás vivo?
    —¿¡No?!
    —¡Bien! ¡Atrápame!
    Después de decir eso, Miriam dio un salto cerrando los ojos, me puse en posición para atraparla y termino cayendo sobre mí, haciendo que perdiera el equilibro y yo también cayera, cuando me recupere totalmente, ella estaba tirada sobre mí con su cara pegada a mi pecho.
    —¡está loca! -le grite mientras la quitaba de encima mío.
    Me puse de pie, ella se agarró de mi pantalón y también se paró, me sacudí la ropa y estaba a punto de hablar, pero vi que Miriam se tocaba el costado mientras hacía muecas de dolor.
    —lo había olvidado —susurró.
    —déjame ver —le pedí y ella se alzó la chamarra dejando ver el mismo moretón negro y enorme de ayer, con el dedo se lo pique y ella lo quito de un golpe al tiempo que me gritaba:
    —¡Duele!
    Me disculpé y seguí examinado el moretón que resaltaba tanto en su piel blanca.
    —esto no se ve nada bien —dije mientras le bajaba la chaqueta a Miriam—, ¿te duele?
    —sólo cuando lo tocó —me contestó mientras hacia una mueca de dolor al sentir como su ropa rozaba si piel.
    —tenemos que seguir —le dije mientras veía las caras que hacia—, ayúdame a encontrar la salida.
    Miriam con la mirada buscaba una salida de esa calle para llegar al otro lado y subir el camino para la autopista.
    —¡mira ese callejón! —me gritó al tiempo que señalaba un camino entre un par de edificios.
    Yo también lo vi y fuimos corriendo a ver el callejón y pasar entre el. Al llegar al edificio nos encontramos con que unos muros de ladrillos de algunos metros de altura nos detenían, al ver eso, Miriam salió del camino y busco con la mirada otra salida hasta que vio otro callejón a lado de este y me gritó para que lo viéramos.
    Cerrado, el de al lado: cerrado. Todos los callejones estaban cerrados con una enorme pared de ladrillos, era como si hubiera divido ese pequeño barrio en dos.
    —¿ahora qué hacemos? —pregunté.
    —pues —me contestó Miriam para hacer tiempo mientras veía el mapa—... aquí dice que hay un retorno para autos a un kilómetro.
    —¿Hacia dónde? —le pregunté intentando descifrar el mapa.
    Intento ubicarse con la mirada y caminaba por las calles con los dedos hasta que me contestó:
    —pues aquí dice que, hacia la derecha, a un kilómetro, pasando un restaurante y una tienda de libros.
    —no es mucho camino —le conteste viendo el lugar que ella señalaba en el mapa—, no creo que tardemos más de 15 minutos.
    Empezamos nuestro camino al retorno de autos que nos llevaría al otro lado de los edificios y volveríamos a entrar a la autopista. Nuestra marcha silenciosa era interrumpida no muy a menudo por el canto de las aves y el susurró del viento que pasaba entre las hojas de los árboles, había tanta tranquilidad. Al caminar por tanto rato pareciera como si alguien más viniera con nosotros ya que se oían unos pasos que caminaban sobre nuestras huellas en las hojas secas que habíamos dejado atrás.
    Mientras oímos que los sonidos de las pisadas se acercaban más nos percatamos que efectivamente se trataba de alguien, yo solo me paré y me di la vuelta al mismo tiempo que desenfundaba el revólver, Miriam también se dio la vuelta, para ponerse atrás mío y protegerse.
    A unos veinte metros había un hombre, cubierto totalmente por su ropa, de pies a cabeza. Se percató que lo veíamos y que había desenfundado mi revolver cuando se paró y alzó las manos.
    —¡No estoy armado, por favor mi hija! —gritó con desesperación y un dolor rasposo— ¡Mi hija necesita ayuda!
    —Van —me dijo Miriam y jalo mi manga para que la oyera.
    —no, ni lo pienses —le conteste suponiendo lo que iba a decir.
    —¡Tienen agua! —volvió a gritar— ¡Mi hija se muere de sed!
    —Van -me volvió a decir un poco desesperada..
    —Miriam —yo también subí el tono de voz.
    —tenemos que ayudarlo, Van por favor —me pidió jalando la manga de mi camisa mientras el sudor le escurría por las palmas.
    —ni loco... —conteste de manera cortante.
    —¿si me salvaste a mí por qué no a ellos?
    —esto es muy diferente Miriam.
    —claro que no —me gritó con la voz ahogada—, ¿Dime en qué cambia la situación?
    La vi a los ojos, sus enormes ojos esmeraldas bajaban todas mis defensas.
    —por favor —me dijo por última vez.
    Enfunde mi arma y me acerque al tipo quien bajo los manos y las escondió tras él. Al ver ese gesto puse mi mano en la empuñadura del arma y le grité:
    —pon las manos donde las pueda ver.
    Al oírme puso sus manos abiertas frente a él. Tras caminar un poco me di cuenta que me superaba por lo menos con unos 5 centímetros.
    —¿Dónde está tu hija? —le pregunté mientras el bajaba sus manos.
    —aquí —me contestó al apresurado—, pero cuidado es muy inquieta.
    Al terminar esa oración dibujo una sonrisa inquieta en su rostro y dejó resbalar de su manga una barra de metal y con esta me asestó un golpe en la cara.
    Caí en el suelo mientras veía como de los callejones salían más personas, alcance a ver a unos cuatro sujetos más, de los cuales dos sujetaron a Miriam por la espalda. Intente pararme y en el momento que alcé la cara vi que había una pequeña mancha de sangre en el suelo. El sujeto que me había golpeado dio una pequeña carcajada al ver mi cara y me tomo del pelo para pararme.
    —son las primeras personas que caen en este juego —me dijo sin parar de reírse—… no lo puedo creer.
    Todo me daba vueltas y apenas me podía mantener en pie, aquel tipo aprovecho y me quito todo lo que tenía encima, mis armas: mi revolver, mi rifle y mi cuchillo.
    Guardo el revolver en su pantalón y se pasó la cinta del rifle sobre su hombro, pero el cuchillo en lugar de guardarlo lo lanzo hacia atrás y cayó a uno o dos metros de distancia.
    Intenté caminar para hacer algo, pero cuándo di el primer paso caí de bruces al suelo. Ese sujeto paso caminando sobre mis brazos que estaban extendidos sobre el pavimento, siguió caminando mientras se reía a todo pulmón. Cuando se puso a lado de sus amigos vio a Miriam, le quitó la bufanda y la capucha dejando ver la clase de chica que era.
    —ya vi por qué ese niño te protegía —le dijo con una dulzura que daba miedo—... eres hermosa — recorrió el cuerpo con la mirada—… y tu cuerpo no está nada mal.
    Los sujetos que la sostenían se reían de una manera degenerada y asquerosa.
    —no intentes tocarme —lo amenazó Miriam.
    —tu piel es tan blanca y tan... suave —le contestó ignorando su amenaza al tiempo que acariciaba la piel de su cara y cuello con las manos.
    Cuando el tipo acercó su mano a la boca de Miriam se detuvo un rato para jugar con sus labios rosas.
    —que labios tan dulces —le hizo un cumplido metiéndole el dedo a la boca
    Miriam aprovecho el momento en que puso los dedos al alcance de su boca y los mordió con toda la fuerza que pudo, el amigo del sujeto que gritaba de dolor hizo su intento hacer que lo soltara pero ella no pensaba hacerlo hasta arrancarle el asqueroso dedo con el que la había tocado, el sujeto no podía hacer más que gritar tanto como su voz lo hacía posible, su amigo le jalo la cabellera a Miriam y está lo soltó, aquel sujeto lloraba y se tomaba los dedos con su mano haciendo muecas de dolor que fueron reemplazadas con una velocidad brutal a una cara de irá.
    —mal nacida —maldijo soltándole un golpe a Miriam en la cara con puño cerrado.
Al ver eso me di cuenta que  estaba reaccionando muy lento era como si me estuviera despertando de un sueño muy profundo, rozando lo comatoso. Me arrastre hacia el cuchillo que no estaba muy lejos.
    Uno de los que sujetaba a Miriam dejaron de reírse y alzó la mirada.
    —mira —le dijo a su amigo que le volvió a soltar otro golpe a Miriam.
    —pobre niñito —dijo burlándose de mí.
    —no imbécil —le gritó el tipo que le sugirió verme-, delante de él... mira.
    Cuando tome cuchillo por el mango vi que una sombra me cubrió del sol, un pie se puso frente al cuchillo y yo alce la mirada, frente a mi había un hombre, vestido con ropa para el frío, su cara se veía dura y gastada, su barba no hacía más que darle esa apariencia, me dirigió una mirada con sus ojos azules y me tendió la mano para ayudarme ayudó a parar y me puso tras de él.
    —¿tú qué quieres aquí, viejo? —le gritó uno de los sujetos mientras desenfundaba una pistola.
    El hombre de ojos azules no hizo nada más que mirarlo mientras los demás también desenfundaban sus armas y lo amenazaban apuntándole.
    —¿y bien? —le pregunto aquel que me quito mis armas esperando una respuesta mientras jalaba el percutor.
    —si haces eso y no disparas vas a hacer trabajar el arma en vano —le contestó al fin con un tono seco.
    Detrás de él surgieron otras tres personas, eran como un grupo de héroes surgiendo del sol. Las tres personas que habían llegado cargaban rifles e iban vestidos de manera similar, uno de ellos cargaba la puerta de un auto como escudo para las balas y el cuarto: una mujer, tenía una bufanda y se cubría la cabeza al igual que Miriam, pero sólo dejaba al descubierto sus ojos bicolores: azul y café.
    Los sujetos que nos habían atacado soltaron a Miriam y huyeron al ver que eran superados en armamento. Cuando la soltaron, Miriam cayó pero casi al momento se puso en pie con mucha dificultad y fue a verme.
    —Estás bien? —me pregunto con su nariz sangrante y su ojo hinchado.
    —mejor que tú sí —le conteste mientras me limpiaba la sangre de la boca.
    Una sonrisa se dibujó en la cara de Miriam y se cedió ante el dolor cayendo al suelo. Antes de que tocará el suelo la mujer de los ojos bicolor la sostuvo.
    —¿está bien? —pregunté al ver como la cargaba con tanta facilidad.
    —sólo se desmayó... aunque los golpes que le dieron —hizo una pausa—... no sería extraño que tuviera algo roto.
    —necesitamos llevarla al refugio —dijo el tipo de ojos azules.
    Por un momento dude mi respuesta, no podía llevarla conmigo en el estado en el que estamos.
    —descuida —se dirigió a mi al ver mi cara  y la carencia de mi respuesta—, si te quisiéramos robar no hubiéramos dejado que huyeran con tus cosas.
    Acepte y el tipo de ojos azules me tendió la mano para caminar, yo no acepte y en ese momento las piernas me fallaron y caí desmayado haciendo que me cabeza rebotara en el pavimento. 

PERFECT [Terminado]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora