CAPITULO XXVI: La cabeza de cerdo y el dedo que se cae.

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    —niña —oí una voz entre sueños que me invitaba a despertar.
    —¿eh? —bufe medio consiente con los ojos cerrados.
   —al fin despiertas —volvió a decir la voz—, teníamos miedo de que no lo hicieras.
    —¿Cuánto tiempo dormí? —pregunte cautelosa levantándome del suelo donde estaba tirada.
    —cinco días —me dijo contando con los dedos o al menos eso parecía debido al tiempo que tardó en contestar —… o una semana, la verdad no lo sé.
    —¿Dónde estoy? —hice otra pregunta con la voz adormilada mientras me tallaba los ojos.
    —Nevada Ring —me contestó sin mas mientras se recargaba de algo que hacia un sonido metálico.
    Aquella palabra significaba el lugar que estaba buscando, creía que iba a ser más difícil encontrarlo, y no dejaba de resonar en mi cabeza, me paré rápido y me abalance hacia la voz pero choque con una cortina metálica y me volví a caer.
    —¿Qué te pasa? —me pregunto violentamente cuando estaba en el suelo sobándome la nariz con miedo a que sangrara.
    —¿Nevada Ring? —le pregunté ahora yo, felizmente.
    —sí —me contestó extrañada—… nunca había oído a alguien feliz de estar en este matadero.
   Justo acabada esa oración se oyó como una puerta se abría y daba entrada a una bola de pasos que entraban presurosos.
    —¿Qué pasa? —pregunto alguien con una voz nerviosa.
    —al fin despertó la niña —declaro la primera voz.
    —¿la peliblanca?
    —exacto —le contestó.
    —alza la cortina —le ordenaron.
    La primera voz obedeció y empezó a abrir los candados de la cortina, la cual empezó a alzar con facilidad dejando entrar a toda la luz del exterior que me cegó por unos instantes. Me talle los ojos hasta que me acostumbré a luz y pude ver paradas en la puerta a varias siluetas que me observaban con agresividad. Cuando mis ojos pudieron enfocar a las siluetas me percate que todas eran mujeres armadas con pistolas en la cintura, todas eran jóvenes, con el pelo lacio y negro a media espalda, con una piel morena y los ojos negros, iban vestidas con ropas sucias y rasgadas tal vez intentando imitar una vestimenta militar.
    —párate —me ordeno una de las mujeres pegándome suavemente con el pie.
    —que bien que despierta —dijo otra mientras me ponía de pie—, nos estábamos quedando sin gente para hoy.
     Me dolía la cabeza y me llegaron unas ganas horribles de vomitar, así que en el momento que me puse de pie me recargue sobre mis rodillas y empecé a regresar lo que comí ayer, que no era mucho la verdad. Cuando termine la cabeza me daba vueltas mientras saboreaba ese gusto horrendo a vómito en mi boca, no podía mantenerme mucho en pie así que me recargue de una pared para evitar irme hacia enfrente.
    De un momento a otro sentí como me jalaron el cabello hacia abajo y me caí sobre el charco de mi vómito que aún estaba tibio.
    —mira que asquerosidad hiciste —me gritaron e intente pararme pero me detuvieron poniéndome un pie en mi espalda para detenerme y me dijeron—… lo vas a limpiar.
    —necesito ponerme de pie para hacer eso —dije calmada intentando aguantar la respiración para no oler el penetrante aroma del vómito.
    —Revuélcate en el para limpiarlo con tu ropa —me ordeno sin quitarme el pie de encima.
    Tenía la cabeza hecha trizas y no me daba cuenta de la situación de peligro en la que estaba, por eso estuve actuando tan valientemente, siguiendo en ese humor le dije a la tipa:
    —¿éstas loca? no lo voy a hacer así que por favor déjame ponerme de pie.
    —vas a revolcarte ahora mismo en tu vómito —me dijo poniéndome el cañón de su arma en la nuca—… como la cerda que eres.
    Al acabar su oración me dejó caer todo su peso en mi espalda y me caí otra vez sobre el vómito, ante la mirada de todas, y al ver que no hacía ningún movimiento me empezó a arrastrar con el pie, como cuando derramas algo y arrastras un trapo con el pie para secarlo. Cuando terminaron intente ponerme de pie otra vez pero me pesco el pelo con su mano y me dijo volviéndome a poner de rodillas:
    —aun quedan grumos de tu asquerosidad —me dejo caer el pelo al suelo y puso su pie sobre el y empezó a moverlo de forma violenta, como lo hizo conmigo, jalándome el pelo sobre el resto de vómito que aún quedaba mientras decía:—, creo que lo tendré que hacer yo.
    Mis ojos se llenaron de lágrimas, pero no de dolor, ni tristeza, sino de rabia, al no poder hacer nada y sólo oír como se reían de mí. Cuando las risas acabaron yo seguía acostada en el suelo, humillada.
    —párate —me ordenaron.
    Para evitar otra cosa similar me puse de pie lentamente; cuando ya estaba parada sólo baje la mirada y pude ver mi pecho manchado de vómito y pude apreciar mejor ese característico olor.
    —vamos, para afuera —me volvieron a ordenar.
    Salí del cuarto y entre a un pasillo largo y ancho con muchos más cuartos como el mío en todo el trayecto, había algunos, muy pocos con las cortinas cerradas, yo diría que unos cinco, en todo el lugar se olía un olor a muerte y sudor, como todo en este país, se oía el sollozar de los que estaban en encerrados, como condenados esperando su ejecución.
    —espera —me dijeron y me agarraron las manos para atármelas con una gruesa cuerda, ya en este punto no ponía ninguna resistencia, todas mis ganas de encontrarlo y salir de ahí se habían derrumbado con esa humillación—, ahora sí, camina y rápido.
    —que bien que la trajeron —dijo una de las mujeres a mis espaldas—, ya nos estábamos quedando sin gente para los siguientes días.
    —no creo que nos ayude mucho —le contestó otra—, ¿cuanto crees que le dure? Yo digo que un minuto.
    —yo digo que menos —le contestaron—, ¿cuanto le duró el tipo de ayer? ¿Cinco minutos? Era mucho más grande que él y le rompió el cuello a patadas.
   Me van a meter a las peleas de aquí, es la única respuesta que encuentro, talvez Van ya esté muerto y yo era la siguiente en meterme a pelear, ¿contra quién me pondrían? Contra el que le rompió el cuello al grandote o con una mujer como yo.
  Caminamos un buen rato hasta que nos topamos con una gran puerta de metal rojo algo despintada que al momento de pararnos frente ella está se abrió y me empujaron para entrar, dentro todo era oscuridad hasta que las luces se prendieron y dejaron ver un cuarto extraño, lleno de mascaras de animales sobre estantes en la pared, todo el cuarto era totalmente de concreto, sin ninguna ventana, ni ventilación. Tenía un olor a viejo y oxidado. Las máscaras tenían un aspecto tenebroso y oscuros, con las cuencas de sus ojos vacías.
    Entramos al lugar y hacia un frío horrible, podía oír como el agua pasaba por las tuberías que estaban en el techo. En una esquina del cuarto había una extraña masa de algo cubierto por una lona verde, el olor era horrendo, si no hubiera vomitado hace unos momentos lo estaría haciendo ahora mismo, al parecer ninguna le prestaba atención a esa cosas, todas se limitaban a hacer muecas de disgusto, pero nada mas.
    —¿Qué máscara le quedará bien? —pregunto una de las mujeres apreciando las máscaras y tomando una dijo:— ¿de gato?
    —el tiene máscara de cerdo —le replico una tomando otra mascara de cerdo—, debería ir a juego con él.
    —¿dos cerdos? —lanzo una pregunta una de las que estaban atrás de mí y dando un paso hacia enfrente continuo—, no, no, no…
    —bueno, escucho tus opiniones —le contestó la mujer de la idea de la máscara de cerdo, ya un poco enojada.
    —yo digo que de pollo —le contestó tomando la máscara quitándole el polvo con los dedos, la puso a lado de mi cabeza y dijo:—. Mira, es lo suficientemente grande para tapar su pelo.
    La máscara de la que hablaban era de un pollo blanco con el pico amarillo y una cresta roja en su cabeza, tenia una forma alargada y una textura de látex suave.
    —me agrada —opino una de las que estaban a mis espaldas.
    —entonces usarás está —se dirigió a mi la mujer que sostenía la mascara y le ordenó a las otras:—, prepárenla para la pelea, la quiero lista en cinco minutos —cuando acabo de decir eso me vio fijamente y me barrio con su mirada inspeccionándome por completo para acabar diciendo—… y ocúltenle esos pechos, los tiene muy grandes.
     Todas salieron del cuarto a excepción de cuatro mujeres que se quedaron conmigo. Cerraron las puertas me desataron para empezar a quitarme el abrigo y mi camisa dejándome desnuda de mi torso.
    —va a estar difícil —se dijeron entre si, viéndome—, tráete muchas vendas.
    Una de ellas salió del cuarto y tardó un par de minutos en volver pero cuando volvió traía en sus brazos muchas vendas enrolladas. Empezaron a desenrollar una y pusieron una punta en mi espalda a la altura de pecho, después empezaron a rodearme con la venda aplastando mis pechos. Fue vendas tras vendas las que usaron para aplanarme lo más que pudieron.
    Ya en este punto no ponía ninguna resistencia ya que sabía que Van estaba muerto o al menos era lo más probable, al igual que Cala, nunca debí meterme en ese edificio, talvez ella aún estuviera vivía y yo estuviera en otro lugar y no aquí. Me empezaron a vestir de nuevo con la misma ropa manchada de vómito, me agarraron el pelo con un listón en una cola de caballo y lo enrollaron en si misma para hacer un chongo, la puerta se abrió y todas las mujeres volvieron a entrar.
    —bien hecho —felicitaron a las que se habían quedado adentro—, su pecho se ve más pequeño y con ese peinado, su pelo va a caber bien en la máscara.
    Me pusieron la máscara, sólo podía ver por los huequitos que hay para los ojos, dentro olía a plástico y sudor, no sé si este olor es peor que el afuera ya que apenas podía respirar por las vendas que estaban muy apretadas, tenía la mente en blanco, no podía pensar en más que la inminente muerte que tenía encima, será a golpes o con armas, tengo miedo. La otra puerta del cuarto se abrió y me empezaron a encaminar por un pasillo oscuro, largo y húmedo, no podía creer donde estaba parada. Antes de salir del pasillo me acomodaron la máscara de pollo, y me dijeron mientras entrabamos a un enorme cuarto iluminado:
    —si te quitas la máscara, te mueres en ese mismo momento, ¿entendido?
    Al entrar vi el enorme lugar, tenia butacas al por mayor, en el centro había un ring enorme abrazado por una jaula, no puedo creer que algo como esto este aquí; en las butacas había gente que ovacionaba esperando ver un buen espectáculo.
    Me metieron a la jaula y la cerraron con candado para evitar que escapara, en las esquinas del lugar podía ver detrás de las luces a varias mujeres armadas con rifles enormes vigilando todo.
    —sean bienvenidos al Nevada Ring —oí una voz que hablaba en un tono dramático y que provenía de unos viejos altavoces en las paredes—… donde dos entran y uno sale, donde les aseguramos que al final de un combate habrá una ejecución para su depravado deleite.
    El lugar estaba lleno, la gente gritaba y lanzaba cosas a la jaula que al chocar hacían un sonido metálico que taladraba mis oídos.
    —y ahora con ustedes —volvió a hablar la voz—… un nuevo personaje a entrado en el juego, una hermosa joven, aún sin nombre, aquella con la máscara de pollo —termino de proclamar con una voz melodiosa mientras todos abucheaban al verme y tras una pausa el narrador continuo—… está noche, se enfrenta a quien ustedes aman y adoran, quien no ha perdido una pelea en todo el tiempo que ha estado aquí, por que si la perdiera ya no estaría en el ring, con ustedes: El Feo… cabeza de cerdo.
    Ese nombre hizo arder la tribunas de gritos que decían su nombre, los chiflidos desesperados empezaron a sonar ansiosos de que el show comenzara. la misma puerta por la que había salido yo, se abrió, y dejo salir a un sujeto alto, rodeado de al menos cinco mujeres como las anteriores que me trajeron a mi, él venía atado con una cuerda gruesa y bien apretada, su nombre se debía a un máscara de cerdo que llevaba puesta, ya desgastada y sin una oreja que parecía haber sido arrancada a mordidas, tenía una apariencia extraña y tenebrosa, como de animal hambriento, caminaba a paso lento como si tuviera herida una pierna.
    Desataron al sujeto y le abrieron la puerta, el entró y la volvieron a cerrar por el gran candado.
    —espero que disfruten la pelea.
    El sujeto se abalanzo contra mí y me dio un golpe con su puño en mis costillas, la fuerza del golpe me saco el aire y me tiró al suelo. Intentaba recuperar el aire cuando volvió a golpearme, ahora con una patada en el estómago que me alzo unos centímetros y me aventó unos metros, caí boca arriba y él se acercó a mí y me puso el pie en el estómago poniendo presión sobre el. La gente gritaba apoyándolo y parecía que los gritos le daban ánimos porqué quitó su pie de mi estómago y me cargo agarrándome de la chaqueta para aventarme contra las rejas, ignore el dolor y me puse rápido de pie, para recibir el siguiente golpe, intento pegarme en la cara con su puño pero lo esquivé y lo patee en el estómago alejándolo un par de centímetros, me apoye contra la reja y cuando él se aventó contra ni, use la reja para levantarme y volverlo a patear, pero esta vez en las costillas.
    Los pequeños agujeros de la máscara no me permitían ver bien y me dificultaban pelea pero no podía quitarme la máscara, él se recuperó del golpe y está vez si me pego en la cara con el puño cerrado, pude sentir como mis dientes chocaban y me mordían las mejillas llenando mi boca del sabor a sangre. El golpe me puso contra la reja y el enmascarado me agarró por el cuello y me estrelló una y otra vez en contra de la reja que solo hacia un ruido metálico al chocar con mi cara.
     Ya no podía más, el dolor no me permitía avanzar, de hecho no sé porqué peleaba desde el inicio, talvez por instinto, pero ahora eso se había ido, ya no tenía ganas de pelear, sólo oía las voces de todos los que gritaban que me matara, yo en mis adentros pedía lo mismo, ya no más clemencia, sino muerte.
    —al público lo que pide —grito el narrador—, creo que es hora de lo más esperado de la pelea, la muerte —el público se puso de pie y grito con más fuerza—, pero, ¿con que debería despachar en esta ocasión nuestro ganador a esta pobre jovencita?
    Todo el público gritaba lo mismo:—¡el hacha!
    Fuera del ring alguien le paso al enmascarado una enorme hacha con un filo hecho recientemente, él la alzo victorioso y todos gritaron eufóricos, todos gritaban exigiendo mi muerte y creo que yo también lo hacía, con el ojo que no tenía hinchado por el golpe pude ver con la alzo preparando el golpe y solamente volví a cerrar mi ojo, esperando.

   Pero, una llama dentro de mí se encendió, esto no puede acabar así. El hacha cayó y yo puse las manos por instinto y rodé pero el filo alcanzó a mi dedo meñique que me lo rebano exactamente desde la base, una horrible punzada de dolor me invadió todo el cuerpo y grite, grite lo más fuerte que pude y me agarre la mano, pude sentir como la sangre cálida brotaba de donde tenía que estar mi dedo, no pude abrir los ojos por unos segundos, lo cual ya había sido mucho, el tiempo suficiente para matarme.
    Abrí un ojo con pesadez y pude ver que el enmascarado había bajado el hacha y la dejo caer al suelo.
    —¿Miriam? —me pregunto con una voz familiar mientras se quitaba la máscara, era Van.

PERFECT [Terminado]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora