Durante la tarde el hambre no se hizo esperar y nuestros estómagos empezaron a rugir, en especial el de Miriam. Íbamos caminado por la autopista de tronco y Miriam se detenía muy seguido a perseguir a los gatos que rondaban por ahí, espero que no para comerlos. Ya habíamos caminado por un largo tiempo y recordé los fusibles en mi bolsa, me paré en seco y los saque, debido a eso ella también se paró y me pregunto algo preocupada:
—¿Qué paso?
—no nada —conteste sacando aquellos pequeños cilindros de la bolsa de mi pantalón—, necesitamos poner esto en una torre de radio.
—¿Qué son? ¿Fusibles? —me pregunto ella agarrando uno para verlo de cerca.
—exacto, Hen me dijo que lo necesitan para echarla a andar.
—¿Te dijo donde estaba? —me pregunto algo sería.
—... —creo que olvide preguntar eso.
—lo tomo como un no —me contestó—, aparte no puedes echar a andar algo tan grande únicamente con fusibles, los fusibles no son energía, son sólo una especie de puente entre la energía y el lugar, necesitaría estar conectada a la electricidad local para que funcionará su plan… aparte, como esperan que sepas dónde y cómo poner unos fusibles.
—no lo sabremos sino lo intentamos —le conteste a Miriam.
—¿En qué momento te volviste el irracional y yo la que se preocupa por sobrevivir?
—no vamos a morir —conteste despreocupado—, eso espero.
—Van... no vamos a ir —me ordenó Miriam.
—si o si me tienes que seguir, no tienes de otra —le dije caminado.
Después unos segundos de silencio incómodo Miriam continuó:
—en primera, ¿sabes en donde está?
—hay está el detalle —le respondí—, la tenemos que encontrar.
—Van —refunfuño Miriam.
—si quieres esperarme hazlo, no te estoy obligando a venir.
—vale —se rindió—, buscaremos la torre, pero hasta el anochecer, si a esa hora no la encontramos nos vamos.
—me parece bien, estoy sin quejas.
—Ojalá estuviera igual —me contestó.
Volví a guardar los fusibles en mi bolsa y seguimos caminando al norte.
—una torre de radio tiene que estar en una zona aislada para no permitir que ninguna otra señal interfiera y se mezclen las transmisiones —me empezó a explicar Miriam mientras caminábamos buscando la ya mencionada torre—. Tiene que estar en la parte norte de la ciudad, en las afueras.
—¿Cómo sabes eso? —le pregunté a Miriam sorprendido por toda aquella explicación.
—bueno... de donde soy esta en medio de las montañas y no vive mucha gente cerca una de la otra así que entre familias se comunican con radios para avisar de alguna emergencia o algo peligroso que hubiera en la zona como osos o incendios.
—¿Enserio? —pregunté para que me dijera más.
—si, desde pequeña había acompañado a mi padre a revisar las torres y se un poco de como funcionan.
—¿Hay electricidad donde vives?
—no mucha —me contestó—, no llegaba mucha y la poca que llegaba se usaba para cosas indispensables como iluminación. Para las torres usábamos una terminal remota que funcionaba a base de gasolina.
—¿exactamente de donde eres? —le pregunté al intentar imaginar una pequeña casa entre enormes montañas.
—de un pueblo rodeado de montañas, ya sabes —me contestó—, mi pueblo se llama Saku, mi familia se dedica a la tala árboles y mi hermana mayor trabaja en la capital de Colony.
—¿Tienes una hermana? —pregunté sorprendido.
—Sorai, no es muy grande, me lleva cuatro años.
Sin darnos cuenta nos perdimos y habíamos acabado muy lejos del centro de Valery. Revisamos el mapa y no nos habíamos desviado, estábamos en las afueras, habíamos dejado atrás los edificios para dar paso a pequeñas casas de madera. El ambiente no cambiaba, el abandono y la soledad salían a relucir como principales atractivos del lugar, el pasto de las casas se había transformado en hierba larga y los árboles sin cortar se habían tragado muchas casas, ¿Dónde estarán esas personas que dejaron todo atrás?
Tras una arboleda de alzó una enorme estructura de metal rojo, la torre de radio, caminando entre aquellas casas llegamos puerta de la caseta de control.
—cerrada —dije después de insistir un largo tiempo intentando abrirla.
El estómago de Miriam gruño y de una bolsa sacó un poco de carne y empezó a morderla.
—esta fría —dijo escupiéndola en su mano.
—y medio cruda —termine la frase tomándome el estómago por el hambre.
La noche empezaba a cubrir todo con su manto negro, pasamos unos minutos intentando abrir la puerta pero estaba cerrada con un candado.
—¿Y si le disparas? —pregunto Miriam haciendo un gesto con las manos, como si disparará.
—los candados son de hierro, son muy gruesos, una bala pequeña no lo rompería, aparte el ruido del disparo...
—tienes razón —contestó con desánimo—, ¿quieres comer algo? Apenas hemos desayunado y está poniéndose oscuro.
—la carne esta medio cruda —expuse otro problema, tal vez el más importante, y eso bajo aún más los ánimos de Miriam—, no podemos encender un fuego, sería mas obvio que un disparo.
—nos podemos meter a la arboleda —propuso Miriam con las manos en la cabeza—, nadie nos vería.
—¿Quieres arriesgarte? —le pregunté con mi mirada puesta en ella.
—cuando acabemos de comer apagamos en fuego y nos movemos más al norte para dormir.
—no me parece mala idea —conteste despreocupado.
Nos metimos en la arboleda y nos pusimos a recolectar algo de madera para el fuego, al final conseguimos más palitos húmedos que verdadera leña para hacer fuego.
—déjamelo a mi —me dijo Miriam arrodillándose ante los palitos.
—¿Segura? —le pregunté con una ceja alzada.
—hay muchas cosas que no conoces de mi, Van —me dijo con su voz temblorosa por el esfuerzo de sus movimientos.
Al momento de terminar su frase una pequeña flamita se formó en la madera y Miriam empezó a soplarle para avivarla pero no hizo más que provocar un espeso humo negro que se transformó en una viva llama. Después de unos minutos se dejó caer hacia atrás y se sentó, con unos golpes de sus palmas en el suelo me invitó a sentarme.
—me encantaría que me contarás las cosas que no sé de ti —dijo casi fuera de lugar por el tiempo transcurrido.
—no —le dije secamente.
—no seas malo, yo ya te conté de mi, sabes de donde vengo, sabes quién soy.
—ni yo sé quien soy —conteste.
—deja de lado tus payasadas poéticas y dímelo —me replicó sentándose junto a mí.
—hace unos días me enteré como se llama el lugar donde vivo, sabes exactamente lo que yo sé.
—vale —dijo recargándose de mi hombro—, no me lo quieres contar.
Después de unos minutos de un incómodo silencio, en el que creí que Miriam ya se había dormido, siguió hablando:
—ye.
—¿qué paso?
—¿me puedes contar una historia para dormir?
—no sabría que contarte.
—pero yo ya sé que historia quiero que me cuentes.
—dime cuál.
—la historia de Colom, ¿Qué fue lo que pasó para que este lugar este así, un enorme campo de batalla?
—si te la cuento te quedarías dormida
—claro que no.
—te la cuento mañana —le dije bostezando, empiezo a creer que yo me quedaría dormido contándosela.
—pero la quiero escuchar ahora.
—mañana.
—hoy —dijo y alzó la mano para un juramento—, prometo no quedarme dormida hasta el final de la historia.
—esta bien, si te duerme te levantaré a golpes.
—y me lanzaras al fuego.
—buena idea —dije con una sonrisa en mis labios.
—ya está bien, inicia —me contestó enojada.
—esta historia me la contaba mi madre hace años cuando yo le hacía la misma pregunta.
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PERFECT [Terminado]
AçãoVan, un chico de 18 años que nació en un país sin gobierno sumido en una guerra eterna por la supervivencia de cada individuo, se ve metido en la búsqueda de una chica extranjera llamada Miriam que quiere regresar a su país pasando la mortal fronter...