No tarde mucho en poder caminar con normalidad, pero el dolor de espalda no paraba de punzarme. Me falta mucho el aire y mi corazón latía como el de un animal asustado, tuve tanto miedo.
—¿Dónde cayó el otro? —le pregunté a Miriam intentando calmar mis latidos antes de que mi corazón se me saliera del pecho.
—allá —me señalo titubeante a una zanja.
Camine hacia donde Miriam me señalaba, preparándome para ver cualquier cosa, no es que sea un experto pero ningún cuerpo queda muy bien después de una caída así.
Llegué a la zanja y me asome, y ahí estaba el cuerpo del otro sujeto, tenía un aspecto horrible, sangrando por todos sus orificios: nariz, boca oídos; tenía el cuerpo irreconocible, ni siquiera parecía el de un humano, estaba lleno de pequeños moretones y cortadas, que por algunas se asomaban sus huesos rotos, era horrible y repugnante. Se ve que por el miedo se había orinado y defecado encima ya que en el ambiente había un olor nauseabundo.
Junto a él estaba la mochila de Miriam, a unos metros de distancia de donde había salpicado su sangre, al parecer la había soltado en el aire. La tome del suelo y se la lance a Miriam que la cacho en el aire.
—¿Qué llevas en la mochila que es tan importante? —le pregunté encorvándome.
—pues —me contestó alargando su última palabra, metió su mano en una bolsa de la mochila y saco un par de balas y algunos casquillos vacíos, y me dijo señalándolos—… esto.
—¿Es broma? —le pregunté enojado— tu mochila está muy abultada, ¿que más traes?
—nada —se limito a contestarme poniéndose la mochila en sus hombros.
—enséñame —le pedí intentando calmarme—. No nos vamos a mover de aquí hasta que abras tu mochila y me digas que traes.
Sin otra salida se quitó la mochila de los hombros y la abrió, me mostró lo que llevaba y pude ver al tigrito de peluche que habíamos encontrado en el bosque que cuando me lo enseñó pude ver como Miriam no me daba la cara, solo tenía la cabeza agachada, tenía miedo. Su expresión me dio ternura y solo la abrace fuerte.
Después de eso salimos de la construcción y continuamos nuestro camino a paso lento, mi espalda no me permitía moverme más rápido. Durante la caminata nos encontramos con muchas cosas curiosas y muchas otras cosas que nunca en mi vida creí ver y eso que aquellos enormes edificios ya eran muy extraños para mí, pero había tantos que era ya algo común, a mis hermanas les encantaría conocer este lugar.
Encontramos muchas cosa pero primero nos encontró la noche.
—perdón —le dije a Miriam mientras buscábamos un lugar donde pasar la noche antes de que se volviera más oscuro—, por mi culpa no nos pudimos mover más rápido.
—no, no —me dijo Miriam ayudándome a subir unas escaleras—, no es tu culpa, de todos modos quería descansar un poco —me dirijo una sonrisa y en ese momento me pregunte como no me di cuenta antes, de que era la sonrisa más hermosa que había visto en mi vida.
Terminamos subiendo las escaleras y encontramos un cuarto vacío, con una enorme ventana que daba a la calle y dejaba pasar una brisa fresca, reparadora.
—¿te parece bien aquí? —me pregunto Miriam algo cansada de ayudarme a subir.
—esta bien aquí —le dije para que ya no me ayudara más.
Nos metimos en el cuarto, no tenía puerta y eso me ponía algo incómodo, y nos instalamos en el suelo, pusimos unas cobijas y nos acostamos, uno junto al otro listos para dormir cuando la noche terminaba de caer y nos sumió en la oscuridad total, hace tiempo que no veía tan poco.
Estaba cerrando los ojos, durmiéndome cuando un sonido me saco de mi estado medio consiente, era otra vez el estómago de Miriam que volvía a rugir, a estas alturas ese rugido hubiera espantado hasta al oso más feroz.
—¿oíste eso? —me pregunto Miriam moviéndome.
—te aseguro que lo oyeron hasta la frontera —le dije bromeando.
Ella se dio la vuelta para verme de frente y nuestras narices chocaron.
—perdón —me dijo sonriendo, tomo mi mano que tenia a un lado de mi cara y la puso sobre su estómago que se había descubierto por sus movimientos—. ¿sientes eso? Es el hambre de una niña que no ha comido nada desde la mañana.
—no quisiste comer atún —le dije sin quitar mi mano de su estómago.
—no se me antoja —me contestó haciendo pucheros—, ahorita se me antoja otra cosa.
—¿Qué? —le pregunté.
—tú… —me contestó con su voz aterciopelada y algo melosa.
—¿Qué? —le volví a preguntar y apuesto que si me hubiera visto se hubiera reído de lo rojo que me puse.
—te pusiste nervioso —me dijo aguantándose la risa pero no pudo más y se le escapó su risa casi cantada.
Sin saber que otra cosa hacer me puse a reír con ella, al principio algo forzado pero después me dio tanta gracia su risa que me empecé a reír de ello. No pase ni diez segundos riéndome cuando me empezó a molestar la espalda.
—ouch —dije sin querer.
—¿todavía te duele la espalda? —me pregunto preocupada dejando de reír casi inmediatamente.
—un poco —le conténtese tocándome, intentando contener el dolor.
Ella se puso de pie y me volteó, dejándome boca abajo, se sentó a mi lado pero no se acomodaba, así que se sentó sobre mí, en lo espalda baja, casi en mi trasero.
—¿Dónde te duele? —me pregunto alzándome la camisa— por Dios, la tienes toda morada.
—todo —le conteste, mordiéndome los labios por el dolor y le pregunté con algo de miedo:—, ¿Qué me vas a hacer?
—un masaje —me contestó frotándose las manos para calentárselas; cuando terminó puso sus palmas tibias en mi espalda—, vi a mi madre hacer esto muchas veces, espero que con ver haya bastado.
Con sus pulgares empezó a dibujar círculos en mi espalda, primero lo hacía muy despacio, para luego ir aumentando la intensidad, con una mano hacia los círculos sobre mis vertebras mientras con la otra empezaba a empujar mis músculos con fuerza, dolía pero era de esos dolores que liberaba, como cuando te sacan una espina de la mano, era algo tan relajante, con cada empujón de su palma iba relajando mis músculos, quitándome la tensión.
Después de unos minutos haciéndolo se me bajó de encima y me rodo para volver a como estaba..
—bien —me empezó a decir acostándose a mi lado—, vamos a hacer esto todos los días, hasta que tengas la espalda en condiciones, ¿te parece?
—me parece bien —le conteste aliviado ya que el dolor no era tanto como antes.
Al siguiente día me levanto el frío de la mañana en mis pies, solo en mis pies ya que tenía a Miriam sobre mi dándome calor. Intente no moverme para no despertarla, pero fue inútil, tan solo moví un poco mi brazo y bastó para despertarla.
—¿hem? —dijo confundía, con los ojos aún cerrados y la mitad de su cabeza aún dormida, bostezo y al fin abrió sus ojos, que parecían aún más grandes que antes— buenos días, Van.
—buenos días —le contesté y ella se puso de pie.
Nuestra rutina fue muy rápida, solo nos despabilamos, comimos algo, alzamos nuestras cosas y nos regresamos a las calles, a continuar nuestro camino. En lo que cabía era una mañana muy bonita, el sol calentaba pero no quemaba y el silencio, el precioso silencio sinónimo de paz en todos los idiomas, al parecer iba a ser un día tranquilo y solo saldríamos de la ciudad.
Después de caminar durante casi una hora o más, nos topamos con una calle ancha, que en un costado, casi pegado a los edificios tenía un enorme socavón que más parecía la grieta de la que nos había hablado Kat, era larga y ancha, y de ella salía un sonido algo peculiar, el sonido de una corriente de agua, las curiosidad nos llevo a asomarnos al hoyo y precisamente tenia una pequeña corriente de agua no muy profunda, tal vez nos llegaría a la rodilla, quizá un poco más arriba.
—¿agua? —pregunto Miriam viendo como el agua cristalina recorría los escombros llenos de musgo— es algo extraño, en especial sabiendo que estamos en la gran ciudad.
—han pasado 15 años desde la última vez que alguien piso este lugar —le comenté a Miriam pateando una piedra al interior de hoyo—, tal vez las tuberías colapsaron y eso también colapso la calle y se hizo un pequeño río.
—puede ser —dijo Miriam viendo como la piedra que tire había caído en el agua haciendo unas pequeñas olitas.
Teníamos que cruzar la zanja de alguna forma, rodeándola, ya que era muy ancha como para saltarla pero tampoco se veía el final o el principio del pequeño canal. A lo lejos, a mi derecha, logré oír un sonido que aunque era peculiar pero no le di alguna importancia, aparte de que se oía lejos.
De un momento a otro surgió otro sonido, proveniente del mismo lugar, un disparo, mas cuando lo oí ya era demasiado tarde para tirarme al suelo pero aún así lo hice para evitar ser blanco de aquel tirador.
—Van, me duele —me dijo Miriam tocándose su costado que sangraba manchando sus manos de un color carmesí—, esto arde…
—por Dios —le dije viendo el pequeño charco de sangre que se estaba haciendo, pero me calme e intente controlar la situación—… ok, no dejes de hacer presión sobre tu herida.
—pero duele —me dijo con los ojos húmedos quitando sus manos.
—lo sé —le conteste poniendo de vuelta sus manos en la herida—, pero creme, vas a preferir sentir dolor a ya no sentir nada dentro de unos minutos.
Con todo pesar Miriam volvió a poner sus manos en su costado que seguía sangrando. Alce la mirada y pude ver como alguien salía de un edificio a unas cuadras a de nosotros así que inmediatamente me puse de pie y corrí tras él.
—¡Van! ¡no te vayas! —me grito Miriam que no se podía poner de pie por el dolor.
—¡no te muevas! —le grite devuelta— ¡tampoco dejes de hacer presión!
Corrí lo más rápido que pude atrás de aquella persona quién doblaba calles como si conociera la ciudad como la palma de su mano. Nos metimos por callejones angostos y pasamos entre lugares abandonados hasta que lo perdí de vista, intente seguir el sonido de sus pisadas pero se volvieron tan confusas que no sabía que dirección tomar.
Al poco de oír la última pisada doble en una esquina y me recibió con un golpe en seco de algo muy duro, un palo diría yo, que me dejo en el suelo con mi nariz sangrando al igual que una cortada un poco más arriba de mi ojo bueno provocando que la sangre pasará sobre la ceja entrando en mi ojo, dejándome con la vista en rojo y un ardor horrible.
Me talle el ojo pero la sangre no paraba de entrar e irritarlo, estaba confundido y tenía miedo, en ese momento estaba totalmente ciego. No sabía que camino tomar para regresar, aquel sujeto me había perdido en esas calles. Cuando estaba pasando un poco el ardor y la ceguera oí a lo lejos un grito de Miriam que me llamaba. Gracias al grito pude encontrar el camino de regreso en el cual me tarde poco más de un minuto, en el cual Miriam se calló más de la mitad, temí lo peor.
Desenfunde mi arma en el momento que salí a la calle del socavón, salí unas cuadras a la derecha de Miriam pero me ubique y pude ver desde la lejanía como alguien se llevaba su mochila mientras le pedía que se callara con el dedo. No podía disparar, temía darle a Miriam y quedarme sin trabajo, pero el no dispararle no evito que me pueda ver correr hacia él con un arma en la mano.
Tiro la mochila al suelo y me recibió con los brazos abiertos, era mucho más grande y fuerte que yo, así que no le costó interceptarme y tirarme al suelo, me puse de pie e intente darle un golpe en el estómago pero se alcanzo a cubrir con sus brazos. Era un hombre como lo dije alto, con el pelo y los ojos negros al igual que una imponente barba en su cara, tenia una expresión gastada y los ojos cansados, se ve que estaba peor que nosotros.
Intente darle otro golpe pero le llegue a golpear en el hombro, ni siquiera se tambaleo, el respondió con una punta pie en mi estómago con una de esas botas con la punta de metal sacándome el aire, en ese recordé que aún tenía el revolver en la mano, a esta distancia no podía fallar pero al momento de que aquel sujeto supo mis intenciones intento quitarme el revolver, pero no pudo y su intento provocó que ambos cayéramos al pequeño canal.
Ambos caímos de espaldas al agua y yo me golpeé con una piedra, provocando que reaccionara más lento que mi oponente quien se puso de pie y aprovecho mi situación para ponerse encima de mí, poniendo una mano en mí cuello y la otra en mi frente sumiendo mi cabeza en el agua que era lo suficientemente profunda como para cubrirme toda la cara. Sólo podía oír mi respiración desesperada y algunos sonidos mochos y ahogados por el agua, podía oír el esfuerzo de aquel sujeto y los gritos de Miriam para que me soltara. Ella se lanzó hacia dentro del canal, con todo y herida, donde empezó a recoger piedras del suelo y lanzarlas hacia aquel sujeto, pero no hacían más que solo molestarle un poco, no elegía las piedras correctas para lanzar.
El aire se me iba y la vista se ponía cada vez más oscura, mi conciencia se desvanecía de poco a poco, me estaba muriendo y no podía hacer más que dejarme ir.
Tenía el brazo estirado y pode sentir con la punta de mis dedos el borde de la piedra que me había golpeado antes; con mucho esfuerzo la alcancé a tomar con mi mano, firme, con ella golpeé a aquel sujeto para que me soltara y le di justamente aun lado del ojo, podría decir que del golpe se lo saqué. Se quitó de encima de mí y aproveche para ponerme de pie y tomar todo el aire posible, me recupere rápido y vi como él se lamentaba de dolor aun lado de mí, aproveche y lo empuje hacia el agua para que cayera, ahora ese era mi turno.
Cayó de frente así que me subí en su espalda, no podía ahogarlo, era muy fuerte como para mantener su cabeza dentro del agua, así que hice lo único que podía: lo tomé por las orejas y empecé a golpear su cabeza contra las rocas del canal. Golpe tras golpe pude oír como se estrellaba su cara contra la piedra y podía ver como un hilo carmesí surgía en el agua y era arrastrado por la corriente.
Deje de estrellar su cabeza hasta unos minutos después de que se dejó de mover. Cuando ya no se movía me puse de pie, sentía las piernas frágiles, sentía que apenas podía estar de pie. Miriam al verme corrió hacia mí y resbalo, cayó de lleno al agua y se mojó toda.
Corrí rápidamente a auxiliarla, tenía una herida de bala en el costado que no paraba de sangrar. Le alce la blusa a la altura que pudiera ver su herida, no era grave, solo le había rozado, pero no dejaba de sangrar ni un momento, se la limpie con el agua y de mi mochila, toda húmeda, saque el pequeño frasco de vidrio que me había dado Aria, lo abrí dejando escapar el olor fermentado, tome un poco de pomada con mi dedos y estaba caliente, era como si emanará calor, Le puse algo de pomada en la herida y como magia dejo de sangrar, pero según Miriam era algo muy doloroso:
—Van, eso quema mucho, arde…
—no te preocupes —le dije con la voz temblorosa, aún sentía miedo por lo que acababa de pasar—, ya va a pasar cuándo te vende, ya lo verás, vas a sentir un frescor muy agradable.
De mi mochila saque una venda improvisada y rodee el cuerpo de Miriam con ella, le di una o dos vueltas y le ate la venda para sujetarla.
—te lo dije —le comenté—, se siente hasta rico, ¿no?
—sí —me contestó con un tono aliviado.
Tenía todo el cuerpo magullado por los golpes, tanto que me costó subir otra vez a la calle y me costó aún más ayudar a Miriam a subir por las rocas, casi no tenía fuerzas. Las consecuencias de la pelea se vieron mejor hasta unas horas después, cuando el calor empezaba a bajar, tenía la cara morada y cortada, los brazos rasguñado y en general, estaba derrotado, cansado y todos los adjetivos negativos que se le puedan poner a mi condición.
Estaba hambriento, pero algo dentro de mi me decía que si comía terminaría sacando todo al poco tiempo, tal vez tenía una costilla rota por la pelea, me dolía mucho. Seguimos caminando sin detenernos a descansar, aunque lo necesitaríamos, en especial yo, pero sabía que si descansaba ya no me iba a querer parar.
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PERFECT [Terminado]
AcciónVan, un chico de 18 años que nació en un país sin gobierno sumido en una guerra eterna por la supervivencia de cada individuo, se ve metido en la búsqueda de una chica extranjera llamada Miriam que quiere regresar a su país pasando la mortal fronter...