Desperté temprano por la mañana, sentía la cara dormida y los ojos hinchados, estaba acostado en posición fetal y frente a mi estaba Miriam, sentada a lado de la puerta de la habitación, tenía unos ojos dormilones y una cara inexpresiva.
—¿Dormiste algo? —le pregunté mientras me levantaba.
—nada de nada —me contestó tallando su cara para espantar al sueño—, estoy muy cansada.
—se te nota —le conteste intentando despertar totalmente estirando mis músculos—, bien, subamos al techo para buscar la salida.
Había una ventana al final del pasillo, daba al exterior y se veía el enorme campo dorado de hierba seca que se extendía hasta quien sabe donde.
—¿Por dónde vas a subir? —me pregunto Miriam que estaba a mi lado amarrándose las agujetas de sus botas.
—veré si puedo salir por la ventana, si puedo ya la hicimos —le conteste y me dirigí a la ventana.
Primero saque mi cabeza, la casa no era muy alta, a lo mucho unos cuatro metros de la ventana al suelo, después saque mi pierna y me apoye de un ladrillo salido como escalón. Saque todo mi cuerpo y empecé a subir por donde podía, Miriam sacó su cabeza por la ventana para verme.
—¿Quieres subir? —le pregunté mientras subía.
—no gracias —me contestó—, me gusta estar viva.
Después de unos minutos donde casi me mató varias veces, subí hasta el techo de la casa que era de madera oscura y olía mucho a humedad. Plante bien mis pies para evitar caer y me puse a observar los alrededores, por uno de los lados de la casa se veía muy a lo lejos una pequeña franja verde muy delgada, ¿Eran árboles?
Si eran árboles estaban muy alejados, tanto así que no sabía si llegaríamos hoy o mínimo si llegaríamos. Di unos pasos y me di la media vuelta, hacia donde gire también había una franja verde muy similar a la anterior.
Podía ser una salida o simplemente un pequeño bosquecillo perdido por ahí y que atrás de él el campo dorado siguiera.
Bajo mis pies algo crujido y sentí como mi pie se sumió en la madera que se rompió y yo caí hacia el pasillo de abajo justamente atrás de Miriam que tras el estruendo gritó de sorpresa y dio un pequeño brinco.
—oh por Dios —exclamó—, ¿Van, estas bien?
—si, solo se descontrolo un poco la cosa —después decir eso solté una pequeña risilla, pero me interrumpió un fuerte dolor punzante que estaba en mi pierna.
Me abracé la pierna y Miriam al ver mi expresión de dolor corrió a auxiliarme.
—¿Te duele? —me pregunto—, déjame ver tu pierna.
Quite mis manos del área que me dolía hasta los huesos y Miriam se tapó la boca del asombro.
—¿Qué tengo? —pregunté
—¿Cómo decirlo sin que se oiga horrible? —se pregunto a si misma— tienes una astilla en tu pierna.
—soy un exagerado —dije cubriéndome la cara—, siento que el dolor no me deja ni moverme.
Miriam se quitó y se puso a buscar algo en la bolsa, yo aproveche para ver la astilla que perforaba mi pierna, cuando la vi me di cuenta que literalmente perforaba mi pierna ya que tenía enterrada una astilla enorme, de algunos centímetros.
—¿Qué buscas? —le pregunté a Miriam mientras el doloroso calor seguía subiendo.
—algo para curarte —me contestó revolviendo el contenido de la maleta y exclamo—, ¡esto!.
De la maleta sacó una botella de cristal con un líquido cristalino y una etiqueta roja pegada en el cristal con la imagen de un oso peleando con una serpiente.
—¿Qué es eso? —pregunté viendo la extraña botella.
—vodka —me contestó observando la botella.
—¿Me quieres emborrachar para olvidar el dolor? —pregunté en broma.
—quiero desinfectar la herida y esto me va a servir de mucho.
—no vas a ponerme eso en la pierna —le advertí a Miriam con temor de que lo hiciera—, ¿qué tal si me muero?
—si no lo hago es lo que va a pasar, o te quedas sin pierna, tu decides.
—¿Duele? —pregunté.
—para nada —contestó destapando la botella y oliendo su contenido—, solo te ardera hasta lo más profundo, pero no te dolerá… ¿Qué nunca te han desinfectado una herida?
—nunca he estado en una pele —conteste—, nunca me han herido, siempre he intentado estar a salvo.
—pero... ¿nunca te has herido? ¿Ni siquiera una cortada?
—no sabía que las heridas se desinfe... eso, yo solo esperaba a que curaran solas.
—bien... creo que el vodka está bien, necesito algo para vendarte la herida —me dijo mientras se desfajaba su blusa.
—¿Qué haces? —le volví a hacer una pregunta, otra vez.
—la blusa me queda larga, puedo usar lo que sobre para vendarte la pierna.
Cerré los ojos por el dolor de la astilla y sólo oía como se rasgaba la tela, cuando voltee vi a Miriam sosteniendo la botella y un pedazo de tela mugrosa en sus manos. Puso sus dedos sobre la astilla haciendo que el simple hecho de rozarla explotará un dolor agudo.
—vale —me dijo—, a la cuenta de cuatro sacaré la astilla, te desinfectare y vendare tu pierna, todo será rápido.
Al momento de oír el uno en su cuenta sentí miedo de que me echará eso en la pierna así que para sacar tiempo solté lo primero que se me vino a la mente.
—¿Qué no es a la cuenta de tres?
—¿Qué dijiste? -me pregunto alejando su mano de la astilla y enarcando una ceja.
—¿Qué no es a la cuenta de tres? —volví a preguntar con pavor en mi mirada y Miriam por su parte tenía una mirada relajada.
—no le gusta el número tres —me contestó—... cuatro.
Cuando dijo eso sacó con una rapidez felina la astilla de mi pierna dejando ver el interior rojo de la herida, una vista mórbida y extraña ya que era de un rojo diferente al de la sangre, me roció un chorro de vodka sobre el hoyo en mi pierna produciendo un ardor intenso y al final me enredó la pierna en la tela mugrosa, todo en menos de tres minutos.
—listo, ves ¿Te dolió? —me pregunto con una cálida sonrisa en sus labios.
Yo por mi parte tenía una mueca de dolor en mi cara y conteste con sarcasmo:
—no para nada.
—¿Puedes pararte? —me pregunto extendiéndome la mano.
—eso espero.
Estire la mano y Miriam me dio la suya ayudándome a parar, al momento de estar de pie mi pierna flaqueo y caí pero me recargue de la pared y ella me ayudó a ponerme bien de pie, me paso el brazo sobre su hombre.
—vale, vamos para abajo —me dijo con esfuerzo mientras yo intentaba pasar todo mi peso a la otra pierna.
Bajamos las escaleras y Miriam casi se cayó varía veces pero bajamos al piso inferior, salimos de la casa y me deje caer sobre el camino.
—las cosas siguen adentro —le dije a Miriam—, yo estoy bien, ve por ellas.
Sin decir una palabra corrió hacia la casa y podía oír hasta afuera como subía las escaleras rápidamente. En unos segundos ya estaba afuera con su mochila al hombro, la bolsa de comida en una mano y mi mochila en la otra.
—listo —me dijo mientras me ayudaba a parar-, vámonos, hacia donde decías que estaba la salida.
—no sé si es una salida —le aclare—, pero estaba hacia allá.
Con mi dedo señale hacia la casa ya que el supuesto bosque estaba más allá.
—vale, crees poder aguantar hasta allá.
—esperemos que si.
—en la tarde te tendré que cambiar la venda y desinfectarte otra vez —dijo Miriam mientras empezábamos a caminar.
Mi cara de preocupación se hizo notar y Miriam al verme se empezó a reír.
—¿De qué te ríes? —pregunté enojado.
—de ti —contestó sin parar de reírse.
Con mi pie bueno le pise el suyo y ella me pellizco el hombro.
—si vuelves a hacer eso te tiró y vemos que tan bueno eres caminado —me amenazó y de poder podía ya que me iba cargando.
Caminamos durante un largo rato, yo diría queque incluso horas, habíamos pedido la casa de vista. Mi garganta estaba seca y vi que Miriam se estaba cansando ya que sus pasos se hacían casa vez más cortos y lentos.
—¿Estás bien? -le pregunté mientras intentaba pasar un pie delante de otro.
—si estoy bien, no te preocupes —la sonrisa que me dedico era una sonrisa chueca y en sus ojos se notaba un cansancio, era como si en el momento que los cerrará para parpadear pudiera quedarse dormida.
—¿quieres parar a descansar?
—por favor —contestó sin más, nos orillamos en el camino hasta un lugar donde la hierba no era tan alta.
Miriam se sentó a mi lado y se acostó con la cara al cielo. El tiempo era bueno, no hacia mucha calor, el sol no molestaba y las nubes no amenazaban con lluvia. A los pocos minutos oí como Miriam empezó a roncar de una manera muy silenciosa, pero poco a poco sus ronquidos fueron subiendo el volumen hasta que uno de estos la despertó. Se paró asustada y con los sentidos aún dormidos.
—¿Qué pasó? —pregunto espantada.
—Te dormiste —conteste mientras estaba sentado viéndola.
—¿Qué me despertó? —pregunto confundida.
—un ronquido.
—¿Tuyo?
—mío no, tuyo si.
Miriam se desplomó al suelo y se tapó los ojos con la manga.
—¿Tienes hambre? —me pregunto sobándose el estómago.
—un poco.
—voy a abrir una lata —me dijo y bostezo—, debes comer para mantenerte fuerte.
—¿En qué momento tu empezaste a cuidar de mi?
—en el momento que te agujeraste la pierna con una estaca de madera, creo que fue en ese momento, no lo sé, pudo haber sido después.
Miriam se paró y alzó la mochila de la comida para sacar cuatro latas, dos chaparras y ovaladas y las otras dos redondas y largas.
Abrió las latas pequeñas y resultaron ser de atún. Me paso una de las otras dos latas y la abrí con dificultad, dentro de esta me encontré con agua, le di un sorbo con recelo y estaba fresca. De tres tragos me acabe la lata de agua y con los dedos empecé a comer el atún mientras a Miriam la cual comía con una mirada preocupada.
—¿Qué te pasa? —le pregunté acercándome a ella.
Ella mi dirigió una mirada con sus enormes ojos esmeralda y me dijo con una voz cortada:
—estoy bien, no te preocupes.
—tienes miedo —fue lo primero que dije, ya que fue lo primero que se me vino a la mente al ver su mirada.
Miriam solamente se calló y me volvió a ver a los ojos, ahora con una mirada más relajada y una expresión más juguetona. Por qué le costó tanto decir que tenía miedo. Nos pusimos de pie al acabar de comer y enterramos las latas para que no sirvieran como rastro por si nos siguieran en la noche. Volvimos a tomar el camino y así nos agarró la tarde.
Llegó el sol hasta el punto donde parece que se va a dormir, eran por ahí de las siete de la tarde y el calor empezaba a bajar, pero el cansancio de una larga caminata nos ataco, buscamos un lugar despejado para descansar y nos topamos con un árbol pequeño donde decidimos descansar. El suelo estaba negro, era como si ese lugar estuviera sin hierba por el fuego. Nuestros estómagos volvieron a chillar por lo que Miriam intento abrir otra lata de atún pero la detuve.
—¿Por qué no? —me pregunto.
—nos tiene que durar mucho tiempo —le conteste—, tal vez incluso después de salir de aquí.
—pero tengo hambre —me dijo con un tono dulce y su voz chillona.
—yo también, pero no.
En su cara se formó una expresión de desanimo y volvió a guardar la lata en la bolsa. El silencio volvió a inundar el ambiente, pero después de todo este tiempo habíamos aprendido a apreciar el dulce silencio, mi madre una vez me dijo que el silencio sólo se podía disfrutar cuando lo compartías con alguien especial, al parecer ella se había convertido en alguien especial para mi.
—necesito cambiarte la venda —me dijo después de jugar con su pelo un buen rato.
—no te preocupes —le dije temeroso—, yo digo lo puedes hacer mañana por la mañana.
— de mañana —me regaño—, quiero ver como va la cosa, saber si es necesario ponerte puntos.
—¿Me volverás a echar esa cosa en la pierna?
—por supuesto —me contestó sacando la botella de la bolsa.
—vale, pero hazlo rápido —le pedí mientras abría la botella y para hacer tiempo le pregunte—... ¿Qué me pondrás en la pierna?
—¿Hablas de la venda?
—... claro, ¿Qué usaras de venda?
—tenía planeado romper aún más mi blusa, pero quedaría muy corta, así que no.
—puedes romper mi playera.
—no hace falta, creo que usaré mi bufanda, no hace frío y no creo que nadie me vea si nos escondemos por la noche.
—esta bien —le conteste-, cuando me cure te daré tu bufanda.
—lavada —aclaró y se empezó a quitar la bufanda del cuello.
Cuando vi su rostro completo me sorprendí ya que llevábamos días fuera de casa y su piel seguía igual de blanca, no se había quemado, ni siquiera se había puesto roja.
—¿Qué me ves? —me pregunto al ver que lo a veía con atención.
—no, nada —le conteste nervioso.
Miriam me quito la venda improvisada de la pierna y me rompió el pantalón para ver bien la herida. Tiro la manga rojiza de mi pantalón a su lado y vio con detenimiento mi herida.
—creo que si vas a necesitar puntos para curarte —me dijo con miedo—, no sé como te los pondré aquí.
—¿esta muy fea? —le pregunté con nervios mientras el simple rozar de sus dedos en mi llaga explotaba una sensación de dolor.
—como herida esta fea —me contestó pero me di cuenta que no podía dejar de verla—... pero tiene una extraña belleza, algo mórbida. Parece una rosa.
—¿Una rosa?
—velo por ti mismo.
Me senté en el suelo y vi mi pierna. La llaga era grande y profunda, tenía un peculiar color carmesí y los pliegues de piel y carne daban la impresión de estar contemplando una rosa. Todo, desde la sangre seca hasta la piel enrojecida daba una morbosa escena, imposible de apartar la vista y ahora es imposible sacarla de la mente.
—la puedo cubrir —me pidió permiso Miriam mientras tenía su bufanda en las mano—, me esta dando algo de asco.
—esta bien, no es algo muy agradable —le conteste.
Abrió la botella de vodka y me roció un chorro en la herida, que aunque ya lo había echo antes ardía de manera horrible. Ató la bufanda a mi pierna y puso la tela mugrosa con la que antes había guardado mi herida bajo una piedra, la tela tenía un color rojizo oscuro muy extraño, parecía más lodo que sangre.
Miriam estaba sudando y con mi manga le limpie su frente, sus ojos tenían una esencia espectral por el sueño de ya más de veinticuatro horas. Cerró los ojos y cabeceó, pero al sentir un movimiento tan brusco se despertó, yo por mi parte me reí al verla y se sonrojo de manera exagerada o al menos eso parecía por su piel blanca.
—no te rías —me ordeno pero con su voz chillona tiene muy poco de amenazante.
—tienes que admitir que fue gracioso.
—cállate... tengo sueño, no pude dormir anoche.
—esta bien, ayúdame a parar. Buscaremos un lugar donde dormir hoy.
—crees poder seguir caminando, ya no creo poder cargarte.
—yo creo que sí —le conteste mientras me ayuda a parar.
Volvimos al camino y así nos dio el anochecer, en ese momento empezamos a caminar rápido, al menos yo lo intentaba, pero fue inútil ya que nos dio la noche y el camino se volvió oscuro. El cielo sin luna ni estrellas no nos daba la oportunidad de ver nada más allá de nuestros pies, Miriam no podía más, en sus rostro estaba impresa los arcos del cansancio, tenía unos ojeras enormes en su mirada, y los ojos rojos.
—paremos aquí —le recomendé a Miriam.
—¿estas seguro? —me pregunto buscándome los ojos.
—pues no —le conteste—, pero necesitamos descansar, en especial tú.
Salimos otra vez del camino y Miriam se cayó de sueño en el hierba, puso su mochila en su cabeza como almohada y empezó a roncar, pero a los pocos minutos se despertó por el calor y se quitó el gorro, se arremango la blusa y se volvió a dormir. La veía mientras dormía y entre sueños se empezó a morder el pelo, también entre sueños gemía y movía las piernas como si la persiguieran.
De repente, a lo lejos se empezó a oír un motor como en la noche pasa, solo que ahora era más ruidoso y se movía más rápido entre el camino. Moví a Miriam para levantarla y me acerque a ella.
—Miriam —le dije en el oído.
—¿Qué pasó? —me pregunto con un tono adormilado.
—necesitamos irnos —le dije intentando pararme lo más rápido que podía—, se oye un motor, creo que vienen para acá.
—esta, ya me levanto.
Miriam se sentó y me vio a la cara, no sé como lo hizo ya que tenía los ojos cerrados y como si nada volvió a caer y se durmió.
—Miriam, enserio —le volví a llamar pero ahora con un tono más fuerte, moviéndola bruscamente .
No hizo ningún esfuerzo por levantarse. Qué podía hacer, no la podía cargar con un hoyo en la pierna, tampoco podíamos quedarnos ahí, lo único que podía hacer es orar para que se fueran.
El motor tomo el camino que nosotros habíamos seguido y poco a poco se acercaba, voltee y vi la luz de los faros del vehículo que iluminaron todo, con la luz pude ver a Miriam que estaba despertando, pero ya no podíamos salir del camino, y cuando menos lo pensé el vehículo pasó a nuestro lado, la luz nos dejó por completo al descubierto.
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PERFECT [Terminado]
AçãoVan, un chico de 18 años que nació en un país sin gobierno sumido en una guerra eterna por la supervivencia de cada individuo, se ve metido en la búsqueda de una chica extranjera llamada Miriam que quiere regresar a su país pasando la mortal fronter...