CAPITULO IV: "Vosotros los que entrais, abandonad toda esperanza".

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    «sola Di tigris.»
    Esas palabras rondaban mi cabeza.
    — ¿qué significa sola Di tigris? —le pregunté a Miriam mientras caminábamos.
     —alma de tigre —me contestó sin más—, la frase entera diría algo así: el alma del tigre es igual al alma del chico.
    — ¿de dónde sacaste eso?
    —vives aquí y no lo sabes —me cuestiono—... es un viejo proverbio Phosfo, se usa cuando se presencia la habilidad, astucia y valor de un chico.
    —pero aquí nunca hubo Tigres, en el pasado Colom es como lo es actualmente, un enorme bosque frío —intente decir algo inteligente pero no lo sé, al final no me convenció—. A lo mucho hay Pumas y osos, pero fuera de eso, ¿un tigre? No lo creo.
    Miriam guardo silencio unos momentos y pregunto:
    —¿Quién es Prime?
    —Es un viejo amigo de la familia —le respondí sin encontrar una mejor definición—, ya lo conocerás.
    —¿qué te va a dar? —me pregunto con cierto interés.
    —no lo sé —le conténtese sin más, sin dejar de caminar.
    —¿No lo sabes? —me cuestiono con una mueca irritada.
    —no.

    Llegamos a la construcción de los barrios, Miriam se ajustó la bufanda y la capucha para evitar que alguna mirada curiosa viese de más.
    En el segundo piso estaba Prime cargando unas cubetas llenas de ladrillos rotos.
    — ¿Van? —dijo en el momento que me vio.
    — ¡Hola¡ —le regrese el saludo agitando la mano.
    — ¡espera! ¡Ahora bajo! —me gritó asomándose para vernos.
    Bajo de un brinco al callejón de alado y llegó con nosotros.
    —¿Quién es ella? —no tardó en preguntarme al ver espécimen tan curioso.
    —una larga historia —le conteste—, voy a salir de viaje, mi madre me dijo que me podías ayudar.
    —¿De viaje? ¿A dónde? No creo que de vacaciones —bromeó.
    —a Colony...
    — ¿Colony? ¿Te quieres suicidar, Verdad? Porque tengo una escopeta en casa que te puede servir.
    —deja de bromear, es enserio.
    — ¿Y para qué quieres ir a Colony? —me pregunto mientras sacaba un cigarro improvisado del bolso de su camisa y lo encendía.
    —voy a llevarla —señale a Miriam—... a su casa.
    — ¿Pero quién es ella? —volvió a preguntar al tiempo que le daba una calada al cigarro y sacaba el humo de su boca que en vez de elevarse se quedó con nosotros.
    Miriam al oler el humo se tapó la nariz con su bufanda.
    —ella es...
   Miriam me quito la palabra y se presentó por su cuenta:
    —mi nombre es Miriam Marstone, vengo del Sureste de Colony.
    —ese acento me dice que es cierto —contestó mientras se acariciaba la barbilla—, pero no puedo creerte sin ver como eres bajo esa bufanda y esa capucha.
    —pero no aquí —dije mientras me volteaba a mi alrededor, sintiéndome observado—, vamos a un lugar más... sólo.
    —está bien —nos dijo y se limpio las mano en el pantalón—... Vamos a mi casa... si ella no miente te daré algo.
    Miriam al oír eso se puso incómoda pero empezó a caminar con nosotros.
    —Van, ¿Estás seguro que podemos hablar con él? —me musito con la voz temblorosa.
    —claro que sí —le conteste algo molesto al verla dudar de un amigo—, dejando de lado sus fachas de loco pervertido es un amigo de la familia... un muy viejo amigo.

    Caminamos por las calles de la ciudad cargando las pesadas mochilas sobre los hombros hasta que llegamos a la casa de Prime quien abrió la puerta y subimos por las escaleras, cuando llegamos a su piso dejamos las mochilas en el suelo y él se sentó en una silla de madera oscuras.
    —bien... quiero creerte —dijo mientras nos miraba pero haciendo un especial énfasis en ella.
    Miriam se quitó la capucha dejando ver su cabello blanco y se desenredo la bufanda dejando descubierto su piel pálida y sus ojos esmeralda.
    —...bien, te creo, hace años no veía a alguien como tú —le dijo Prime mientras la admiraba.
    —¿nos vas a ayudar? —pregunté.
    —si —contestó—, los ayudare.
    Al decirnos eso se paró de su silla y tomo un cuchillo de la mesa, con el cuchillo en mano camino hacia el sillón que estaba cerca de la puerta y le encajó la punta y con el filo abrió un cojín, metió la mano dentro del cojín y sacó una bolsa de tela del tamaño de mi cabeza y la tiró en el suelo haciendo que se abriera.
    — ¿qué es eso? —le pregunté.
    —tu ayuda —me contestó intentado reacomodar la espuma del sillón—... toma lo que quieras.
    De la bolsa salieron rodando un par de casquillos útiles. Me arrodille y tome la bolsa, cuando la abrí vi varias cajas de munición llenas, desde balas de pistola hasta rifles de asalto.
    —¿De dónde sacaste esto? —le pregunté mientras con la mano checaba cada uno de los casquillos.
    —llevó mucho tiempo viviendo en este infierno —me contestó—, y me he echo amigo de muchos de los demonios que viven aquí.
    Camino hacia la silla donde hace poco estaba sentado y le rompió una pata. La pata estaba hueca y dentro de esta había una pequeña bolsa de plástico enrollada con cinta negra, Prime me la lanzo y yo la atrape en el aire.
    también toma eso —continuó—, apuesto a que no llevan comida, ni dinero.
    Miriam y yo nos miramos mutuamente... tenía razón.
    Abrí la bolsa y dentro de esta había pequeñas monedas envueltas en papel de aluminio, tome una con los dedos y la abrí, el papel de aluminio era para cubrir su verdadero valor, dentro de la bolsa había 5 shock coins disfrazadas.
    —toma dos monedas, con eso tienes para comprar mucha comida.
    —muchas gracias —dije.
    —váyanse —nos empezó a correr—, que su viaje es largo.
    Miriam se terminó de cubrir y bajamos las escaleras en dirección al mercado.

    En la entrada guarde la bolsa de municiones en mi mochila y las monedas en mi manga, Miriam se ajustó la bufanda y salimos.
    En la calle nos despedimos de Prime y nos deseo suerte mientras tomaba la dirección opuesta a la nuestra. Caminamos hacia adelante, en dirección al mercado.

    —¿qué se te ofrece? —me pregunto la señora de la carnicería.
    —carne —le conteste.
    —¿y con qué planean pagar, niños? —pregunto al ver que éramos dos.
    Metí la mano en mi manga, saque una moneda y la puse en la mesa.
    —con esto —conteste
    A la mujer se le iluminó la cara al ver tan cara moneda.
    —¿de cuánto hablamos? —me pregunto.
    —deme lo que vale la moneda en carne —le conteste.
    —¿Cinco kilos de carne? —pregunto algo incrédula.
    —pues según yo vale diez kilos —le cuestione.
    —pues te informaron mal —me contestó extendiendo sus dedos en dirección a la moneda.
    —¿ni siquiera vale nueve? —le dije intentando obtener más de lo que me ofrecía pero menos de lo que quería.
    —para mí no vale más de seis —me contestó con una mueca de disgusto.
    —que curioso —retome la palabra—, para el carnicero de enfrente vale por lo menos ocho kilos.
    —pues —dijo intentando buscar algo para defenderse—... deberías ir a venderle tus monedas a él.
    —deme siete kilos —le dije aceptando mi derrota—... Pero de carne con sal.
    —¿Con sal? —me pregunto en tono de burla—, me pones en un dilema niño.
    —sin sal la carne se pudre, si se pudre moriremos de hambre y si morimos de hambre no podré volver a gastar mi dinero con usted... ambos salimos perdiendo —le dije y sonreí.
    —está bien —me dijo al fin—, siete kilos de carne salada por una Schok Coin... ¿algo más qué se te ofrezca?
    —¿Vende papas? —pregunto Miriam asomándose por abajo del mostrador.

    Llegamos a otro puesto donde vendían una variedad de cosas.
    —entonces serían, ¿cinco barras de pan y dos kilos de papas? —me pregunto el vendedor mientras sostenía una tabla de escribir.
    —si eso sería todo —le conteste—, ¿Cuánto sería?
    —serían 3000 centavos o alguna otra manera que tengas para pagar —me dijo volteando a ver a Miriam quien tenía la mirada perdida en las hojas de un árbol.
    —¿acepta Schock Coins?
    —claro que sí —me dijo con tremendo júbilo en su voz.
    Moví mi mano para que de mi manga resbalara la última moneda.
    —aquí tiene —le solté la moneda en su mano.
    —está bien —dijo después de inspeccionar la moneda—, muchas gracias.
    Miriam y yo nos dimos la vuelta y empezamos a caminar rumbo a la salida.
    —¿Para qué quieres papas? —le pregunté.
    —me gustan las papas —buscándolas con la mirada en la bolsa.
    —me acabo de dar cuenta —mire hacia arriba y vi el sol en su punto más alto—, ¿Lista para irnos?
    —si —me dijo entusiasmada con la idea de volver a su casa.
    —sabes cómo salir de aquí... ¿Verdad? —le pregunté cuando ya no supe que camino tomar.
    —¿No sabes cómo salir de acá? —me pregunto sorprendida.
    —nunca he querido suicidarme así que no —le bromeé.
    —saldremos por donde entre —me contestó señalando hacia adelante donde había unos edificios derrumbados —, tras esos edificios hay una avenida y esa avenida conduce a la salida principal.
    —o entrada, depende como la veas —creo que quería impresionarla un poco con un comentario pseudo inteligente.
    —por hoy la quiero ver como salida de este infierno —en sus ojos reflejaba una preocupación pero en sus labios se dibujaba una sonrisa por la cual se asomaban una hilera de dientes blancos.

    Caminamos alrededor de 20 minutos hasta que llegamos a los edificios. La calle era bloqueada por una enorme montaña de escombros. Miriam puso un pie en una de las piedras que sobre salía y empezó a escalar pero cuando puso su mano en la siguiente piedra su pie resbaló y cayó al suelo golpeándose el costado con una piedra.
    Corrí hacia ella para ayudarla a levantarse y cuando se puso de pie se alzó la chamarra en el costado donde había caído y dejó a la vista un enorme moretón negro que era del tamaño de mis dos puños cerrados.
    —quédate aquí —le pedí mientras ella hacía  muecas de dolor—, yo escalare esto, cuando este arriba te voy a extender mi mano y vas a apoyarte de mí.
    —está bien —después de contestar soltó un pequeño chillido de dolor y se tallo los ojos intentando no llorar.
    Puse el pie en otra piedra y me subí en esta, puse mi mano en otra piedra y me impulse con está llegando a la cima, estire mi mano intentando alcanzar el borde de arriba, me subí, al estar en la cima y revisar que no me iba a caer me agache y le extendí la mano a Miriam quien primero me tiró su mochila, la puse a mi lado para que después ella saltara y me tomara de la mano agarrándose por mi brazo para subir.
    Bajamos de la montaña de escombros resbalándonos por las piedras hasta que al fin nos bajamos.
    Miriam tenía razón, ante nosotros se alzaba una enorme avenida de 4 carriles, en los bordes de las calles había muchos puestos comida, ropa, libros, entre muchas cosas más, este lugar debió de haber sido hermoso hace unos 15 años, antes de que todo esto pasará. Actualmente la apariencia de estas tiendas era la de un lugar sólo, vacío, llenos de cristales rotos y lugares saqueados.
    En el fondo de la avenida había un árbol frondoso decorado con figuras de papel en las grandes ramas.
    —tal vez dejaron este lugar en medio de una fiesta o algo así —supuse al ver las grandes figuras.
    —mira pero que bonito está —me comentó Miriam mientras se echaba a correr al árbol—… no le había puesto atención cuando llegue.
    —espérame —le grité al ver que se marchaba corriendo en dirección del árbol.
    El sol se empezó a esconder tras las ramas.
    La luz del sol me pegaba en los ojos impidiendo que viera algo a lo que baje la mirada y me tape del sol con mis mano, pasaron unos segundos antes de que recuperará la visión para ver a Miriam parada frente al árbol, estaba paralizada frente a este, impactada.
    No podía subir la mirada para ver los hermosos arreglos así que me acerque más a ella y le tome el hombro.
    —¿están bonitos? —le pregunté sin recibir respuesta.
    Me talle los ojos intentando acostumbrarme a la luz y subí la mirada.
    Del árbol no colgaban arreglos si no cuerpos humanos colgados por el cuello, con sus pieles grises y sus ropas rasgadas por el tiempo. En su cara se expresaba una expresión de verdadero terror, había 13 cuerpos colgados entre los cuales se encontraba una niña de poco más de 8 años con un vestido blanco, o eso creía ya que por el tiempo se había vuelto amarillento, y una corona de flores artificiales.
    Me quedé petrificado ante tal imagen, pero pude ver a Miriam que reflejaba horror en la mirada.
    —Tenías razón... esa era la salida del infierno... Pero para entrar a otro círculo... poetas, sean bienvenidos —me dijo Miriam con frases sueltas tan extrañas.
    —que tenga piedad de nosotros —le conteste sin saber de dónde recordaba esas lineas—, quien sea que nos vigile... sombra, hombre o Dios verdadero.
    Las lágrimas de Miriam resbalaban por su cara y le dije para intentar calmarla:
    —nos conviene seguir otra ruta.
    Miriam parecía estar en trance, no respondía mis palabras no alejaba la mirada de ese árbol maldito hasta que la aparte yo.
    —"oh vosotros los que entráis, abandonad toda esperanza" —susurró.
    Mientras nos retirábamos del lugar me di cuenta de algo: “nos conviene abandonar todo temor, toda cobardía. Porque hemos llegado al lugar donde el hombre no vale nada ante el otro.”

PERFECT [Terminado]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora