Al siguiente día me levanto el sonido de la puerta que crujía al abrirse, seguía desnudo y sólo cubierto con una manta.
Hen estaba entrando por la puerta con un poco de carne y una taza de leche tibia en una bandeja.
Yo tenía los ojos hinchados y la cara aún dormida.
—Van —me llamo—, ya levanta, tenemos tus cosas y te traigo algo de ropa limpia y tu desayuno.
—¿Qué hora es? —pregunté adormilado mientras me tallaba la cara.
—pasan de las 10 —me contestó sin atravesar la puerta.
Afuera caía una fina lluvia que chocaba contra la ventana y por la puerta entraba una fresca brisa que perturbaba mi calor.
—me saldré para que te vistas —me dijo Hen dejando la ropa y la bandeja aun lado de la puerta-, sal rápido por que Miriam te busca.
Y así lo hizo, salió y cerró la puerta. “Miriam”, el sólo escuchar el nombre me hizo recordar lo de ayer, mi ataque de asesino del hacha.
Me puse de pie y me vestí con la playera blanca y los pantalones de mezclilla que Hen me había traído, me puse mis botas y comí, era carne ahumada con un poco de arroz y leche, sin duda era mejor que lo de ayer.
Abrí la puerta y salí. Todos en la calle me dirigían una mirada, disimuladamente me señalaban o se preguntaban a susurros entre sí: ¿Es él? ¿Enserio hizo eso? ¿Qué tan mal se veía el lugar?
No sabía dónde buscar a Miriam así que seguí caminando sin rumbo hasta que llegue a casa de Alex, me acerque y vi que adentro estaban Hen, Alex y la mujer de ojos de diferente color que había conocido al llegar acá, los tres estaban sentados en una mesa.
—¿despertaste? —me pregunto Alex— ¿Quieres alcohol? Ojo del diablo, ¿Te gusta? me ofreció levantando un vaso lleno de ese veneno y le dio un trago.
Hen y la otra mujer tomaban café, aunque no puedo explicar cómo la mujer lo hacía ya que tenía puesta su bufanda.
—no gracias —rechace el alcohol y me senté junto a Hen.
La mujer me veía con una mirada fría, bajo sus ojos su piel se ponía oscura por las ojeras y sobre su frente caía un mechón de pelo rojo.
—¿Dónde está Miriam? —pregunté en tono serio.
—necesitamos hablar contigo, Van —dijo Hen sin despegar la mirada de la mesa.
—¿Sobre qué? —pregunté ingenuamente ya que sabía perfectamente de que querían hablar conmigo.
—tú lo sabes Van, sobre lo de ayer —me contestó Hen.
—Hen, tú me dijiste que Miriam quería hablar conmigo, no me dijiste que era una intervención como si fuera un drogadicto —le conteste enojado—... aparte ¿quién es ella? —pregunté señalando a la mujer.
—le decimos Quimi —me contestó Hen dando un sorbo a su café—, Quimi él es Van.
Ella no despegaba la mirada de su café así Alex tomo la palabra:
—si no te llevamos con Miriam que harás, ¿Matarnos con un hacha?
—Alex —eso fue un intento de regaño de parte de Hen.
—¿por qué lo hiciste, Van? —me pregunto Alex.
—estaba defendiendo a Miriam —bajando mis codos de la mesa.
—esas son excusas Crespo, pudiste habernos llamado, Hen tienes que verlo bien, este niño no está bien.
—nadie en este lugar está bien —le replique a Alex.
—en eso no te contradigo, pero hay nivel de insanidad, están los que... no sé, comen ratas y los que se embriagan de poder.
—¿De qué hablas? Sólo hice lo necesario, tenían a Miriam contra la espada y la pared.
—de que hablo, los niños contaron una historia muy divertida, cito: "el otro niño tomo el hacha y se perdió, mientras mataba a los otros hombres se reía en voz baja, tenía una sonrisa sádica".
—son niños —conteste—, ellos que saben.
—precisamente por eso, son niños, aparte cuando entre al lugar Miriam estaba aterrada, te tenía miedo Van.
Sin saber que decir me quedé callado y Hen continuó dirigiéndose a mi:
—Van, no podemos decirte nada, no podemos juzgarte ni mucho menos castigarte, pero si te pido algo, te pido control, si algo así te vuelve a pasar Miriam quedará más perjudicada, ella tiene miedo de estar aquí, tan lejos de su hogar y ahora tendrá más miedo al ver lo que hiciste.
Simplemente bajé la mirada y un silencio incómodo reinó por unos minutos, hasta que escuche la voz de Miriam que entraba por la puerta. Levanté la mirada y hay estaba ella, vestida con una blusa negra sin mangas y unos pantalones verdes, estaba cargando a un bebé y un pequeño grupo de niñas la seguía, en el momento que se paró al verme las niñas empezaron a jugar con su largo cabello haciéndole trenzas y jalándole algunos mechones.
—Van —me llamo Miriam con la voz temblorosa.
Las niñas al verme me reconocieron y se asustaron escondiéndose atrás de la peliblanca.
—buenos días —conteste nervioso.
—buenos días, ¿Dormiste bien? —se acercó y me pregunto un poco más relajada.
—si, muy bien, gracias, perdón, ¿Dónde dormiste anoche?
—¿Yo? —me pregunto como si no me hubiera prestado atención— Bueno dormí en la casa de estas niñas.
Me acerqué a Miriam y ella le dio el bebé a una de las niñas y me abrió los brazos dándome un cálido abrazó. Cuándo sentí su calor me solté a llorar y me recargue en su hombro, ella por su lado me dio unas palmadas en la espalda y me dijo al oído
—no llores, todo está bien, no pasa nada.
—¿Me temes? —le pregunté con la voz ahogada por el llanto.
—para nada —me contestó sin pensárselo.
Me tomo la cabeza y la separó de su hombro que ya estaba un poco húmedo por las lágrimas, me aparto unos mechones de pelo que tenía en la frente, me vio a los ojos y me dio un beso en la frente.
—no te tengo miedo, no puedo temerle a un amigo, me has demostrado que no tengo nada que temer junto a ti, que tu siempre estás hay para rescatarme.
Con su pulgar me quito las lágrimas de la mejillas y con mi playera me seco la nariz y me sonrió. La calma me invadió y deje de llorar, atrás de mi estaba Alex que ahogó una carcajada con un trago de su bebida.
—¿Me llevarás a casa? —me pregunto Miriam.
—claro que lo haré —le conteste.
El bebé que cargaba una de las niñas estaba inquieto, quería que Miriam lo siguiera cargando así que la niña se lo paso pero el bebé al estar en sus brazos se estiró y me tomo de la manga, después de ver eso me lo pasaron y lo cargue, el bebé se reía a carcajadas al verme y no quería que lo soltara.
—creo que le agradas -me dijo una de las niñas al ver como el bebé se ponía de esa manera tan juguetona.
—¿eso crees? —le pregunté.
—si -me contestó—. La señorita nos contó que no eres una mala persona, que no teníamos por que tenerte miedo, que eres un chico muy lindo.
—yo nunca dije eso —replicó Miriam rápidamente.
—pero lo pensaste —contestó otra niña y todas se rieron tras ella.
Sin darme cuenta el bebé se había dormido en mis brazos y con cuidado se lo di a una de las niñas.
—¿Quieres regresar al camino? —me pregunto Miriam recargada de la puerta.
—esperaba con muchas ansias que dijeras eso.
Hen y Quimi se pusieron de pie y abrieron una caja donde estaban nuestras cosas, en mi mochila descansaba mi rifle y mi revolver iba metido en una funda de piel negra muy simple pero bonita y sobre la mochila de Miriam estaba un cuchillo metido en una bonita funda de cuero rosa.
—no esperábamos que salieran hoy, no les tenemos comida preparada, si pudieran esperarnos les tendríamos lista algo de comida para dentro de media hora —nos dijo Hen con un tono inquietantemente preocupado..
—no hay problema —contestó Miriam—, podemos esperar media hora, aún es temprano.
—vale —contestó Hen—, búsquenos en media hora en la puerta de la muralla.
Hen y Quimi salieron rápidamente dejándonos solos con Alex, al ver esto él se paró y nos dijo:
—yo estoy muy ebrio así que me iré a recordar el pasado con la melancolía que genera el alcohol, así que también los veo después y si no voy es que morí con este veneno o estoy tirado por ahí —Con esas palabras Alex también se fue de su casa pero al poco rato volvió a entrar—. Esta es mi casa así que si los siete y medio me pueden hacer el favor de largarse de mi casa se los agradecería.
Sin oponernos nos salimos y Alex cerró la puerta con cerrojo. Acompañe a las niñas y a Miriam a dar una vuelta, después de un rato caminando nos sentamos en una zona con árboles y las niñas se pusieron a jugar otra vez con el cabello de Miriam haciéndole una tranza a su cabello. Al acabar empezaron a elogiar su cabello y todo en general.
—señorita, tiene un cabello muy hermoso.
—su piel es tan blanca y sus ojos tan verdes.
—Mi mamá tiene las mujeres de raza blanca son tan hermosas.
Miriam no podía hacer más que sonrojarse. Las niñas terminaron su trenza, al verla Miriam se quedó maravillada y me llamo para preguntarme:
—es hermosa, ¿no lo crees, Van?
—¿Qué? —pregunté ya que estaba distraído.
—sabes —me dijo tocándome un mechón de pelo y enredándolo en su dedo—…tienes el pelo muy largo, ¿te gustaría una cola de caballo?
—¿Qué? —volví a preguntar— No.
—niñas —las llamo—, ¿Si lo sujeto podrían hacerle una colita en su pelo?
—claro —contestaron mientras una de ellas sacaba un listón negro de una bolsa.
—vale —dijo Miriam con una sonrisa pícara y un brillo infantil en sus ojos.
Se me abalanzó y me sujeto de los brazo, las niñas por su cuenta me alzaron la cabeza para empezar a acomodarme el pelo, tras unos segundos me ataron los mechones con el listón negro que habían sacado. Al momento de terminar Miriam se dejó caer a mi lado y rodó para levantarse.
—que lindo se ve —dijo una de las niñas.
—no lo creo —les contestó Miriam y volteándome a ver mientras me sacaba la lengua.
Intente desatarme el cabello pero las niñas y Miriam me detuvieron y me pidieron que lo dejara así, les hice caso y sin darnos cuenta ya era tiempo de salir, de continuar nuestro camino.
El sol estaba en su punto más alto, el calor era fuerte pero no insoportable, Miriam sudaba a cántaros y se limpiaba constantemente el sudor de la frente. Ibamos de camino a las puertas de la muralla donde estaban Hen, Alex y Quimi esperándonos con grandes bolsas de carne seca y botellas de agua. Alex estaba parado con los brazos cruzados y con las mejillas rosas por el alcohol.
Nos acercamos a Hen y este nos entrego las bolsas y el agua, Miriam guardo la carne seca en su mochila y yo até las botellas de agua en la mía, a mi nariz llegaba el olor a alcohol de Alex que luchaba con la gravedad para mantenerse de pie.
—¿esto es todo? —pregunto Hen.
—eso creo -conteste.
—oh... Ven acá —dijo Hen mientras estiraba sus brazos y me rodeaba en un abrazo—, muchas gracias Van —me terminó por decir.
—gracias a ti —le devolvió mi gratitud y le expuse la verdad—, sin ti estaríamos muertos.
Hen sollozaba intentando no llorar y me despegó se su cuerpo, se busco en las bolsas de la camisa y de una de ellas sacó una pequeña pieza de cristal con una hoja verde dentro.
—casi lo olvidaba —dijo mientras me extendía la pieza de cristal—, ten.
—¿Qué es esto? —pregunté con una sonrisa en mis labios.
Hen con una sonrisa aún más grande me contestó:
—en mi país le decimos "mowar", son unos amuletos que se les da a los amigos que se conocieron en tiempo de guerra, es más una promesa de que se volverán a ver en otras circunstancias mejores, en tiempos de paz.
—lo atesorare mucho —le conteste a Hen viéndolo a la cara.
—más te vale —me contestó sonriente.
—un último favor —me dijo Hen.
—¿dime cuál es? —Yo le conteste.
De otro bolso de su camisa sacó unos pequeños cilindros brillantes y me los dio.
—¿Qué son? —le pregunté examinándolos.
—son fusibles —me contestó—, más al norte hay una torre de radio, quisiera pedirte que la pusieras a andar, sólo pon los fusibles en la caja de que dice, "fusibles" y Acciona la palanca que está justo abajo, eso todo.
—vale, lo haremos de camino.
—es muy importante que lo hagan —me recalcó Hen—, en el momento que lo hagas son darás la oportunidad tanto a mi como a todo Bullet Alexandria de encontrar más gente.
—no te preocupes —le dije—, claro que lo haré.
Por otro lado Alex y Miriam se despedían por su cuenta. Miriam abrazo a Alex e intentó pasar por alto el apestoso aroma que emanaba.
—esto es todo —le aseguro Alex a Miriam.
—puede que tengas razón, pero la vida da muchas vueltas, puede que te vuelva a ver —le contestó Miriam.
—Dios me libre de ese castigo —le respondió con una sonrisa en sus labios que resaltaba sus mejillas rosas.
—estás ebrio —le regaño Miriam apartándolo de ella—, cállate.
—estoy ebrio pero no imbécil.
—de hecho muchas veces puse eso en duda.
—la voy a extrañar señorita Marstone —le respondió Alex de la nada a Miriam mientras la apretaba en el abrazo.
—y yo a usted joven... —Miriam entró en duda ya que no conocía su apellido.
—Melee —le contestó Alex—, Alex Melee.
—bonito nombre —le elogió Miriam dándole la mano.
—gracias, pero... eres muy joven para mí —bromeo por última vez.
—eres un tonto.
—un tonto muy apuesto.
—quisieras.
—bien niña —le dijo Alex a Miriam separando sus manos—, ya es hora de irte y dejarme en paz.
—gracias a dios, ¿No?
—cuídate mucho niña, no olvides que en tu casa alguien te espera.
—cuídate también tu, no hay nadie quien te espere pero aún así cuídate.
—lo hare.
Después de eso Miriam pasó a despedirse de Hen y yo de Alex:
—cuídate mucho Van Crespo.
—tú también.
—cuídala en especial a ella.
—lo haré, la llevaré a casa y pasaré por aquí cuando regrese a la mía.
—y yo te esperaré con los brazos abiertos.
Alex se limpio las lágrimas de las mejillas y le dio la mano a Van la cual se encadenó con un abrazo.
—Yo y Miriam dejábamos atrás un lugar que nos dio la acogida.
—¡esperen! —gritó una niña.
Miriam y yo nos dimos la vuelta y venía corriendo una de las niñas con dos rosas en la mano.
Miriam se agachó para despedirse de ella y está aprovecho para ponerle una de las rosas en el cabello y darle un abrazo y se despido también de mi y puso la rosa también en el cabello. Al terminar la niña de regreso y entró a la muralla quien cerró las puertas y nos dio un último adiós, el camino seguía y aún nos falta mucho que caminar hasta Colony.
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PERFECT [Terminado]
ActionVan, un chico de 18 años que nació en un país sin gobierno sumido en una guerra eterna por la supervivencia de cada individuo, se ve metido en la búsqueda de una chica extranjera llamada Miriam que quiere regresar a su país pasando la mortal fronter...