CAPITULO XLV: En el baño y otras divertidas desaventuras.

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     La camioneta se detuvo y nos abrieron las puertas; nos bajamos y vimos frente a nosotros un enorme edificio, de unas cinco plantas de altura, estaba rodeado por una cerca de alambres y por algunos hombres armados que caminaban por ahí. El edificio era de un color naranja tan pálido, la pintura se descascaraba y los vidrios eran verdoso y el patio estaba iluminado por enormes faroles que daban una fría luz blanca.
     Nos guiaron hacia la puerta de ese extraño lugar, era una puerta de metal verde, está se abrió y dejó salir un agradable calor de su interior, en el interior nos esperaba una persona, un hombre vestido con un plantón negro al igual que sus zapatos formales, llevaba una camisa blanca arremangada, su pelo era todo blanco y rizado, era un hombre viejo que al ver a Miriam sonrió dejando a la vista unos dientes amarillos.
     —missell Marstone —le dijo él, saludándola—, quet surprisa plure surprisiva.
     —¿Qho ist tou? —le pregunto Miriam algo confundida y enojada— ¿Ant homment mow Mey napele?
     —le importa si hablamos español missell Marstone —le dijo aquel hombre con un manejo espléndido del lenguaje—, me gustaría practicar, y que mejor que con una de las pocas personas en todo Colony que lo habla y con su acompañante nativo.
     —¿Quién es usted? ¿cómo sabe mi nombre? —le volvió a preguntar Miriam, al fin yo logro entender algo.
      —me presento —empezó a hablar con un tono muy cortes, como su peinado—, mi nombre es Ian Bellic, pero me pueden llamar Señor Bellic, soy un representante de la gran república de Colony y la he estado esperando desde que perdimos contacto con usted y todos aquellos exploradores.
     —¿esperándome? —le pregunto confundida.
     —sí —le contestó—, cuando se perdió contacto con usted y todos sus compañeros, nuestros superiores, por órdenes del secretario de relaciones exteriores, decidieron mandar un grupo a esta vieja embajada para esperar a todos aquellos sobrevivientes que pudieran llegar al norte, hasta el momento usted es la única que ha llegado.
      —no… no lo entiendo —dijo Miriam tronando sus dedos.
      —no veo porqué —le respondió él señor Bellic—, es tan fácil como decir que la llevamos esperando algunos meses, se me dio órdenes de avisar inmediatamente cuando alguno llegara, para que en la brevedad sea enviado a la patria.
      —¿ósea que regresaré a Colony por medio de ustedes? —le pregunto Miriam intentando razonar lo que le habían dicho.
      —acaso tenía planeado llegar a la frontera y tocar la puerta para que la dejarán entrar —le cuestiono el señor Bellic a lo que Miriam le contesto con una sonrisa irregular—. Lo tomo como un sí, las cosas no son así missell Marstone, el reingreso a Colony es un proceso burocrático, breve pero burocrático, si hubiera llegado según su plan, hubiera entrado primero a su tumba que al país.
      —¿cuando podre regresar a Colony? —se apresuró a preguntar.
      —en la brevedad —volvió a repetir él—, traducido en una forma cualitativa: en dos días.
      —dos días —repitió Miriam en voz baja con un tono de ilusión.
      —por el momento le pedimos que se quede con nosotros —le dijo el señor Bellic—, le podemos ofrecer a usted y a su acompañante…
      —Van, Van Crespo —le dije al ver que no sabía mi nombre.
      —gracias —me contestó—. le podemos ofrecer a usted y al señor Crespo una habitación individual a cada uno.
      —no —dijo Miriam exaltada—, Van duerme conmigo —al oír eso tanto él señor Bellic como yo la vimos confusos—… él me está cuidando.
      —no puedo hacer eso missell Marstone —se negó rotundamente.
      —entonces no me puedo quedar —dijo Miriam —, pues sin los cuidados de Van corro muchos peligros.
      —missell Marstone, entienda la situación, un joven de su edad no puede dormir con una jovencita —empezó a explicar aquel hombre intentando omitir la razón del porqué es inadecuado.
       —¿por qué? —pregunto Miriam de una forma muy tonta.
      —porque —se limito a decir, pensando en los posibles castigos que sus superiores le pondrían si al no complacer el capricho de una niña está hullera o tal vez para evitar entrar en detalles—… está bien, les daré un cuarto con camas separadas.
      —pues sí —respondió Miriam señalando algo que era obvio para ella.

      Nos dieron un cuarto en el tercer piso del edificio, era grande aunque muy triste y vacío, tenía las paredes de un color verde pistache y una alfombra roja muy pálida, tenía dos camas para cada uno y un balcón que daba directo al bosque, había una puerta que Miriam me dijo que iba al baño del cuarto.
      —tengan —nos dijo él señor Bellic, dándonos una bolsa de plástico blanca—, en esta bolsa hay ropa de dormir para los dos, mañana les dejaran ropa de día en su puerta.
      —muchas gracias —le dijo Miriam para terminar con una frase en su idioma:—. Bond niugt ant seque a demw.
      —Bond niugt ant seque a demw —repitió él, despidiéndose.
      Entramos y nos cerraron la puerta desde afuera. Miriam prendió la luz y se tiró sobre una de las camas alzando una nube de polvo que por un momento tomo su silueta, yo me asomé por la puerta del balcón y pude ver todos esos árboles que se extendían como una masa sin fin, a lo lejos pude ver una pequeña franja de luz amarillenta y rojiza.
      —¿Tienes frío? —me pregunto acercándose desde atrás con los pies descalzos.
      —un poco —le conteste sin dejar de ver la ventana y pude sentir como una caliente manta me rodeaba, olía mucho a polvo y suciedad, pero no podía pedir más—. Gracias —le dije a Miriam al ver sus manos dejando caer la manta sobre mis hombros.
      Pude oír como se alejaba con pasos ligeros, por el reflejo del vidrio pude ver sus movimientos airosos y como se dirigía a la puerta del baño.
      —me voy a bañar —me dijo Miriam revisando el contenido de la bolsa—, cuando salga te toca ti, ¿Vale?
      —vale.
      Miriam camino hacia el baño, pero se detuvo antes de entrar.
      —Van —me hablo, voltee a verla y me pregunto—, ¿Te sabes bañar?
      —¿Cómo? —le pregunté.
      —¿Qué si te sabes bañar? —me volvió a preguntar abriendo la puerta del baño.
      —claro que me se bañar —le conteste indignado.
      —no lo parece —me dijo burlándose después de una pequeña risa—. ¿No quieres que te bañe? —me pregunto entrando al baño.
      —¿Qué? —le pregunté confundido hasta que capte lo que me había dicho— ¡No¡
      —bueno —me dijo cerrando la puerta del baño, cuando esta se cerró por completo siguió hablando:—, solo decía, no era para que te pusieras nervioso.
      —estúpida —le dije mientras escuchaba como se reía desde adentro del baño.
      Me quedé parado viendo por la venta hasta que oí como la corriente de agua de la regadera empezó a correr, cuando lo oí me senté en suelo, recargado de una pared y me quite las botas que ya me pesaban tanto, no me las había quitado en tanto tiempo así que tenía miedo que mi pie se desprendiera con ellas. Ya habíamos llegado a Colony, estas eran mis últimas horas con Miriam, eso en parte me partió el corazón, pero por otro lado me dio alegría de estar en poco tiempo de regreso en mi casa, con mi mamá y hermanas, aunque no sé que me diría mi madre al verme así, tan destrozado.
      Camine por el cuarto mientras Miriam se bañaba, podía oír como abría y cerraba la corriente de agua, tardo mucho en salir. Abrió la puerta y la vi enredada en una toalla blanca, con el pelo mojado, el agua no se había llevado sus ojeras, lo cual agradezco mucho ya que es algo que me gusta mucho de su cara, le daba un aspecto tan atractivo esas manchitas parecidas a la ceniza oscura sobre su piel tan blanca.
      —tu turno —me dijo sacando de mi trance.
      —eh —le dije perdido en mi reflexión—… ah, ok.
      Saque de la bolsa que nos dieron un conjunto de ropa, una playera blanca, unos pantalones negros y unas calcetas grises, me metí al baño y cerré la puerta.
      El baño era un pequeño cuarto blanco con aspecto muy limpio donde había un aire perfumado y flotaba un vapor tan dulce, a contra luz podía ver las huellas que había dejado Miriam al salir de bañarse y en el espejo podía ver como lo había limpiado para poderse ver en el, la mancha me llegaba al pecho y me daba risa al comparar su tamaño tan pequeño a lado del mío.
      Me empecé a desvestir y pude ver las líneas de bronceado que había dejado la playera, de mi cuello para abajo era un poco más pálido que de cara o la mitad de mis brazos. Entre al regadera pero di un mal paso y me resbale con una de las huellas de Miriam y caí al suelo.
      —¡Van! —me dijo Miriam del otro lado de la puerta—¿Estas bien?
      —sí —le conteste, no había sido un golpe fuerte para un ruido tan estrepitoso— estoy bien.
      Me puse de pie y pude oír una tercera voz que preguntaba afuera del cuarto.
      —Missell, ¿Etoug vas biet?
      —eu —contestó Miriam—, siis, etoug vas biet.
      —accorde —contestó la otra voz y se retiro.
      Intentado ignorar todo ese incómodo momento y me metí a bañar pero me encontré con un pequeño inconveniente.
      —Miriam —le llame desde adentro.
      —¿Qué pasó? —me dijo acercándose a la puerta.
      —¿para qué son las dos perillas? —le pregunté.
      —¿Perillas? —me contestó ella con otra pregunta, sonaba confundida— ah, las llaves del agua.
      —esas cosas —le dije.
      —una de ellas es para el agua caliente —me empezó a dar las indicaciones— y la otra es para el agua fría.
      —¿Cómo se cual es cual? —seguí interrogándola.
      —la azul es fría —me contesto— y la roja es caliente.
      —ah... vale, gracias.
      Abrí la llave caliente, hacia frío y no quería bañarme con agua fría. Me empecé a mojar el cuerpo con un agua tibia y agradable, pero de repente se empezó a volver cada más y más caliente hasta que ya no la pude soportar.
      —¡Miriam! —me grite a lo que ella contestó rápido:
      —¿Qué pasó?
      —el agua está muy caliente —le conteste alejándome del agua.
      —el chiste de que haya dos llaves de agua es que regules la temperatura —me contestó con un tono irritado pero sarcástico—, ¿Lo hiciste?
      —pues...
      —eso me dice todo —dijo ella alejándose de la puerta.
      Hice lo que me dijo, abrí la llave azul y el agua volvió a salir tibia, agradable. Cuando tuve el cuerpo mojado salí de la regadera y me empecé a secar.
      —¿Tan rápido? —me dijo Miriam desde afuera al ya no oír el agua— Te pusiste jabón y shampoo, ¿Verdad?
      —¿Qué? —le pregunté.
      —en el baño hay dos botecitos —me empezó a decir y voltee hacia la regadera donde estaban los botes—, uno rojo y otro blanco, es de shampoo y jabón respectivamente, el jabón es para lavarte el cuerpo y el shampoo para el cabello, primero es el jabón y luego el shampoo, ¿Entendiste?
      —se... —le dije viendo aquellos botecitos, sintiendo pereza de volverme a meter.
      Hice todo lo que me dijo, me volví a mojar el cuerpo y me eche un poco de lo que tenía el bote blanco, una extraña crema blanca que me unte en el cuerpo como me dijo Miriam, me enjuague la espuma que produjo y ahora era turno del shampoo: Me lo puse en el pelo y lo empecé a esparcir, este también hizo espuma y empezó a caer por mi cara, no me importó hasta que entró en mi ojo y ardía horrible.
      —¡Miriam! —le grite desesperado.
      —¿Qué pasa? —me contestó con prontitud estampándose en la puerta.
      —está cosa arde... mis ojos —le conteste y me empecé a echar agua en la cara.
      —cerraste los ojos cuando te pusiste el shampoo, ¿Verdad?
      —¿lo tenía que hacer? —le pregunté cuando mis ojos ya no ardían tanto.
      —¿enserio no quieres que te bañé? —me pregunto y abrió un poco la puerta ya que había olvidado poner seguro— la puerta se está abriendo.
      —ni se te ocurra entrar —la amenace desde adentro, lanzándole el jabón.
      Ella sólo se limitó a lanzar una pequeña risa que se convirtió en una carcajada que hacía eco en el baño que duró algunos segundos hasta que desapareció poco a poco.
      Salí de mi baño y me seque el cuerpo, me vestí e intente ponerme el pantalón, pero era muy duro e incómodo así que decidí ponerme mi viejo pantalón que olía al dulce olor del baño. Tenía sueño, había sido un día de mucho caminar y de muchas cosas nuevas que ver, había sido un día muy largo, así que abrí la puerta acompañado de un enorme bostezo y salí. Fuera del baño me encontré a Miriam acostada en la cama contando sus dedos.
      —¿ya acabaste? —me pregunto con una sonrisa.
      —no —le dije con sarcasmo—… sigo adentro del baño.
      —chistoso —me contestó algo irritada pero luego sonrió.
      Me senté en la cama que estaba desocupada y termine por acostarme de lado a lado.
      —cuando me caí en el baño —le dije a Miriam y le pregunté:—, ¿qué le dijiste a la otra persona que hablo.
      —que estábamos bien —me contestó—, pero que no entrarán por que estábamos haciendo cosas de las que hablaban que podían hacer personas como nosotros durmiendo en la misma habitación...
      —¿qué hiciste que? —le grite.
      Ella solo río y sonrió, volteo la cara al techo y lo vio detenidamente.
      —¿Me vas a extrañar? —me pregunto sin despegar la mirada del techo.
      —¿De que hablas? —le pregunté intentando encontrar su mirada.
      —mientras me estaba bañando —me empezó a contar—, recordé que ya no te voy a ver, que te vas a ir muy lejos.
      Cuando dijo eso me di cuenta que no quería darme la mirada por que sus ojos se estaban llenando de lágrimas, al darme cuenta me puse de pie y me dirigí a su cama, me acosté junto a ella y le dije limpiándole las lágrimas:
      —no, no llores, todavía nos queda tiempo.
      —pero el tiempo se acaba —dijo con una voz ahogada y se volteó para abrazarme—, el presente solo dura tres segundo, después de eso se convierte en pasado, solo es mañana y un poco de pasado, después de eso… ya no te voy a ver.
      Le respondí su abrazo y ella me apretó muy fuerte, tenía su cara escondía en mi pecho y podía sentir como se limpiaba de mi playera.
      —oye —le llame la atención—, no te limpies los mocos en mí.
      —no lo hago —dijo cambiando su tono de voz por otro, ya tan familiar para mí, algo alegre y despreocupado.
      —pues… eso parece —le conteste al ver que los chistes de mocos le gustaban.
      —tonto —me dijo mordiéndome el brazo con el que la abrazaba—, ¿no te gustaría irte a vivir conmigo, con mi familia?
      La pregunta me tomo por sorpresa, no te puedo mentir, no supe que contestar, hasta que recordé a Celi, a Caro, a mi madre y todo lo que le quería contar y reclamar por la historia de mi padre.
      —no puedo —le conteste acreciéndole el pelo—, yo también tengo mi familia y me está esperando, no puedo dejar a mi mamá y a mis hermanas solas.
      —ya sé —me contestó zafándose de mi abrazo y parándose para sentarse sobre mí—… te puedes ir a vivir con tu familia a Colony, con mi familia…
      Se me quedó viendo, esperando una respuesta positiva, pero solo obtuvo:
      —pesas...
      —anda, sí —empezó a cantar con un cierto ritmo—, anda, sí, anda, sí, anda.
      —déjame pensarlo —le conteste, pero solo para callarla, ya que no era una respuesta positiva ni negativa, era perfecta.
      —¡sí! —canto al final proclamando su supuesta victoria.
      —te puedes bajar —le pedí amablemente tirándola de encima mío.

       Al final de la noche Miriam se la paso hablando de como viviríamos con dos familias en una sola casa hasta que se durmió, yo solo apague las luces y me acurruque en mi cama, tapándome con la gruesa manta para intentar escapar del frío. Voltee a ver a Miriam quien se había quedado dormida con una sonrisa.
      sólo pequeña franja de luz que venía del balcón iluminaba la habitación pero en especial a Miriam que ya estaba dormida abrazando una almohada, se veía tan linda enredada en su propio pelo y vestida en ese camisón blanco que le llegaba hasta los muslos; deje mi cara en dirección a ella y lo último que vi antes de dormir fue su silueta dibujada con una luz blanca de fondo.

PERFECT [Terminado]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora