CAPITULO XIX: La tormenta.

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    La lluvia comenzó a caer, primero fue una pequeña llovizna pero pasados los minutos se convirtió en un torrencial con vientos salados gracias al cercano mar, los truenos hacían temblar el suelo y el frío se nos metía hasta los huesos, Miriam castañeaba los dientes y se abrazaba a si misma para calentarse, teníamos la ropa empapada y necesitábamos un lugar donde pasar la tormenta.
    Al poco tiempo de estar caminando nos encontramos con una pequeña casa Blanca, de un piso y con el techo rojo, tenía las ventanas enteras y la puerta aún no se veía rota, era como si el tiempo no hubiera pasado sobre ella, como si tuviera la misma apariencia pintoresca de el día que la abandonaron, sobre su puerta de entrada tenía un pequeño techo de madera al cual corrimos para protegernos del agua. Miriam estaba totalmente mojada, su pelo estaba todo decaído y escurriendo y al pisar se oía como nuestras botas rechinaban.
    Bajo el techo podíamos ver como el agua que caía sobre este se resbalaba y caía por los costados inclinados, los dos estábamos muy pegados el uno al otro por el calor pero el aire salado pasaba entre nosotros haciendo que el frío fuera peor.
    —tengo frío —me dijo Miriam temblando.
    —no me digas —le dije con una voz sarcástica.
    —pues lo tengo —me contestó con su voz aguda sin percatarse de mi anterior sarcasmo y me pregunto jalándome la manga de mi camisas—, ¿crees que podamos entrar a la casa? No creo que el dueño se enoje.
    Su comentario extrañamente me hizo reír por la crueldad que representó, intente girar el picaporte de la puerta para ver si teníamos la suerte de que abriera pero nada, estaba cerrada por dentro, nos intentamos asomar por la ventana para ver que había adentro de la casa pero la oscuridad de la noche tormentosa no nos dejaba ver nada.
    —voy a ver si podemos entrar por atrás —le dije a Miriam—, voy a buscar alguna ventana abierta o voy a romper una para entrar.
    Salí del techo y ahora las gotas caían más grandes y más rápido, era de esas veces que incluso te dolía. Camine por el lodo y esperaba a que cayera un rayo para que me iluminara el camino, cuando llegue a la parte de atrás había una puerta de madera blanca con una ventana, intente abrir la puerta con el picaporte pero al igual que la de adelante estaba cerrada, la ventana era de un vidrio muy delgado así que use la empuñadura del revolver para abrirme paso, la rompí y metí el brazo para quitarle el seguro pero no podía ya que estaba cerrada con llave y el picaporte giraba pero no abría nada, al sacar el brazo de la ventana me corté con un vidrio, la cortada no era muy profunda pero sangraba y con el agua hacia que todo resbalara y se hiciera un charco de sangre diluida
    Junto a la puerta a unos dos metros había una ventana pequeña donde apuradamente cabía, esta daba a un pequeño baño con apenas un retrete y un lavabo, volví al lodo y me acerqué a la ventana para romperla con el mango del revolver, quite todos los vidrios de los bordes para evitar cortarme otra vez. Metí primero mi pierna pero no cabía en esa postura, la única forma de entrar era meter todo mi cuerpo acostado, no había opción así que metí primero mi cabeza y me fui deslizando hacia adentro sin problema hasta que llegue al final y me caí dentro se la casa sobre todos los vidrios rotos que se habían metido, me corté los brazos y el pecho, mi playera se mancho de sangre y ahora tenía un extraño color carmesí algo sucio.

    Le abrí la puerta a Miriam y está entró sin ver mis heridas por la oscuridad, metimos las mochilas y cerramos la puerta poniendo una silla para trabarla.
    —ayúdame a buscar unas velas —me pidió Miriam abriendo cualquier cajón que se encontrará por la casa—, no podemos estar a oscuras.
    —si quieres luz necesitamos tapar las ventanas — le dije mientras le ayudaba a buscar.
    Pasados unos cuantos minutos encontramos unas velas largas de cera blanca y unos cerillos en el cajón de un mueble en la entrada. Acomodados las velas por casi toda la casa para iluminar, cerramos la puerta del baño que tenía la ventana rota y cerramos la cortinas para intentar ocultarnos. Cada uno encendió una vela de la casa hasta que se hizo la luz y Miriam pudo verme sangrando.
    —¿Qué te paso? —pregunto preocupada viendo mis heridas.
    —me caí sobre unos vidrios rotos —le dije haciendo una mueca de dolor cuando tocó una cortada
    —¿Por qué no me dijiste antes?
    —no es nada —le dije intentando relajarla
    —¿Cómo que no es nada? —me dijo enojada viendo mis heridas— mira esta, es del tamaño de mi pulgar
    —no te preocupes, tienen que cerrar con el tiempo, vamos a descansar un poco.
    Cuando acabe de hablar me vio el pecho y la sangre empezaba a escurrir por mi estómago dibujando líneas rojas en la playera, me tocó sobre la macha en la tela y el dolor dibujo una mueca en mi cara
    —¿También el pecho? —me pregunto
    —también el pecho —le conteste
    Se alejó y sacó de la mochila el Vodka que ya tenía una grieta en la botella, lo destapó y se acercó a mi con botella en mano al tiempo que decía
    —quítate la playera
    —¿Qué? —le pregunto confundió retrocediendo unos pasos— no.
    —Van, por favor —me lo pidió por las buenas-— necesito curarte o te puedes enfermar.
    No dije nada y me empecé a quitar la camisa, cuando la tela rozaba con las cortadas hacia que sintiera un dolor horrible, pero no podía hacer nada más que sollozar adolorido. Cuando me desnude del torso las heridas todavía sangraban y otras supuraban un líquido transparente como el agua, tenía todo el pecho rojo y los brazos inflamados, aún podía sentir los pequeños trozos de cristal enterrados en mi piel
    —acercarte a la luz —me pidió Miriam jalándome hacia una vela.
    Se pasó viéndome de cerca por unos minutos, unos muy largos minutos, el tiempo avanzó y me puse incómodo por tenerla tan cerca, al sentir su respiración sobre mis heridas.
    —todavía tienes algunas pedacitos de vidrio clavados
    —lo sé —dije mientras sentía que mi pecho ardía—, los puedo sentir.
    —siéntate —me dijo jalando un banco que se había encontrado por ahí—, te los voy a quitar
    —no lo creo —le conteste tomando mi playera para ponérmela
    —ya enserio Van —me dijo con una voz y una cara irritada—, siéntate.
    Tome asiento en el pequeño banco y Miriam se arrodilló para estar a la altura de mi pecho, primero se mojó las manos en el Vodka, que ya empezaba a acabarse, y luego con las puntas de las uñas empezó a quitarme uno a uno los pedacitos de vidrio, cuando los sacaba era doloroso pero era un dolor de esos que hacen que suspires de alivio.
    —mira esta —me dijo Miriam enseñándome una de los pedacitos de vidrio que me saco—, es del tamaño de mi uña.
    Me enseñó un pedacito de vidrio rojizo, los tome con mis manos y lo vi por unos segundos sin creer que eso podía haber estado en mi cuerpo. Pasaron unos minutos hasta que termino de sacar todos los pedazos de vidrio de mi pecho, me vio los brazos pero en estos no se había quedado ningún pedazo visible. Miriam salió del cuarto y se fue a otro, cuando regresó traía un trapo de cocina verde polvoriento, lo mojó con el Vodka y empezó a limpiarme los brazos y luego el pecho.
    —¿Por qué haces esto? —le pregunté cuando me limpiaba la sangre
    —no quiero que te me mueras —me contestó en tono de broma.
    —¿Segura que es sólo eso? —le hice otra pregunta, sin contestar apretó de más su mano contra mi pecho y me lastimó con su uña.
    —perdón —me dijo y alzó la cara, su cara estaba roja, estaba nerviosa y tenía las pupilas tan dilatadas que resaltaba sus ojos.
    —no importa —le conteste parándome del banco—, me pasas mi playera.
La tomo del sillón y me la lanzó a la cara, la atrape en el aire y me limpie la sangre que otra vez comenzaba a salir de mis brazos.
    —¿Tenemos ropa en las mochilas? —le pregunté a Miriam secándome el pelo húmedo con la playera sucia.
    —creo que si —me contestó abriendo la mochila de la ropa para cerciorarse y me dijo:—, sí, aún tenemos ropa para varias semanas.
    —enserio —le conteste a Miriam—, bueno, cámbiate de ropa, ponte algo para dormir.
    —está bien, ¿Dónde me cambio?.
    —donde estas parada —le conteste tomando el revólver.
    —¿Qué? —me pregunto exaltada dejando de sacar su ropa de la mochila.
    —no seas ridícula —le conteste cargando el tambor con la munición de la mochila—, no te voy a andar viendo, voy a revisar que estamos solos, no quiero sorpresas más noche.
    —no lo digo por eso —me contesto nerviosa apretando la poca ropa que había sacado contra su pecho—, no me he bañado desde que estuvimos con Hen, no puedo ponerme ropa limpia estando sucia.
    —venimos todos mojados por la lluvia —le conteste—, no crees que eso es suficiente.
    —no es lo mismo —me dijo haciendo pucheros.
    —no hagas pucheros y cámbiate.
    —procura tardarte.
    —procura apurarte, no te quiero llegar a encontrar medio vestida.
    —lo digo para que lo hagas bien —me contestó enojada sin dejar de seguirme con la mirada.

    Toda la casa tenía luz, pero quería estar seguro que pasaríamos la noche tranquilos, chequé cada rincón oscuro, abrí cada puerta cerrada y me fijé debajo de todo, no había nadie más que nosotros dos, a lado del baño por donde entre había una habitación con una cama pequeña y a la puerta se le podía poner seguro, ella dormirá ahí y yo dormirá en el suelo del cuarto de la entrada. Cuando volví Miriam ya estaba lista, tenía una playera verde que le quedaba grande, iba descalza y con las piernas desnudas, estaba sentada en el suelo cerca de una vela mientras se desenredaba el pelo con los dedos
    —vas a dormir en el cuarto de la puerta blanca —le dije.
    —¿y tu? —me pregunto poniéndose de pie.
    —aquí mismo, en el suelo.
    —no puedes dormir en el suelo, esta frío —me dijo—, ¿no hay otro lugar donde puedas dormir?
    —sólo hay una cama y no creo que me quieras aceptar en ella.
    —está bien —respondió con nervios—, duerme aquí, saca un poco de ropa de las mochilas y duerme sobre ellas.
    Después de decir eso se dirigió a la puerta blanca, entró en la habitación y cerró la puerta.
    —ponle seguro a la puerta —le dije desde la entrada.
    Sólo oí el clic y me puse a apagar todas las velas menos una, la de la sala, nunca he podido dormir totalmente a oscuras, no sé, tal vez me da miedo la oscuridad. Tendí unas playeras sobre el suelo y me acosté en ellas, enrolle otra y lo use como almohada, hice lo mismo que Miriam y me quite el pantalón, me puse una playera limpia para estar más cómodo y dormir bien, puse el revólver a lado mío, cerca de mi mano, por cualquier cosa que pudiera pasar en la noche.

    Por debajo de la puerta de entrada pasaba el frío de la tormenta que no paraba, el viento pegaba en las ventanas y el sonido del crujir de la madera me levantaba cada cinco minutos, la vela ya iba por la mitad y yo ya me empezaba a quedar profundamente dormido, me estaba sumiendo en la oscuridad de mis párpados hasta que algo hizo que abriera mis ojos, una puerta se abrió y no podía decir cual, unos pasos sonaron sobre el silencio de la casa y tome el revólver con ambas manos, intente jalar el percutor pero mejor espere a que estuviera más cerca, a quien le pertenecían esos pasos se detuvo junto a mi, yo jale el percutor, prepare el arma y puse el dedo en el gatillo.

PERFECT [Terminado]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora