CAPITULO XXVII: El encuentro de las cazadoras con la quimera y el águila.

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     —¿Miriam? —le pregunté quitándome la máscara.
    Tras los agujeros de su máscara pude reconocer sus preciosos ojos verdes que tenían una mirada de azorada y de dolor, por dios, ¿qué le hice?
    —tu dedo —le dije viendo como la herida soltaba sangre y a unos centímetros a su lado descansaba el dedo cercenado.
    Le intente tomar la mano pero ella la quito y se la pego al pecho manchando toda su blusa de un oscuro carmesí, se arrinconó más contra la reja y se recargo de ella en posición fetal cubriéndose el dedo, temblaba de miedo y su respiración era rápida. Podía oír de fondo como todos esos bastardos gritaban esperando ver sangre, pero ya no, hoy no. Le quite a Miriam la máscara y ella me volteo a ver, me encontré con su cara roja por el esfuerzo, un pelo sucio y una mirada aterrada, lo primero que hizo al verme fue cerrar los ojos con mucha fuerza y voltear la cara y negarme la mirada.
    —Miriam —le dije agarrándole la cara con delicadeza—, soy yo, por favor abre los ojos.
    Al oírme relajo la cara y se la pude voltear para verla de frente, abrió los ojos, estaba muda, podía ver cómo quería abrir la boca para decir una palabra pero sólo salían gemido sin sentido.
    —parece que tenemos un problema —dijo ese maldito narrador que me tenía harto con su voz asquerosa—, ninguno de los dos puede seguir, es una lástima, pero para el gusto de todos ustedes, les cumpliremos lo que prometimos, una ejecución —después de decir eso hizo una pequeña pausa y continúo con una voz aún más grave—, chicas, si nos hacen el favor.
    Acabo la frase y de la puerta por donde habíamos entrado empezaron a surgir mujeres armadas, más las que estaban en las plataformas de arriba, cerca de las luces que nos empezaron a apuntar sobre nuestras cabezas, yo no podía hacer nada, así que solo tome el hacha y me puse frente a Miriam para intentar protegerla. Todas se pararon frente a nosotros y una de ellas tomo la palabra.
    —les advertimos a los dos —dijo furiosa—, si se quitan la máscara, se mueren. Era una instrucción muy fácil como para no seguirla, lástima, tú eras alguien que nos daba muchos shockcoins —termino diciendo señalándome a mí.
    De un momento a otro se oyeron unos disparos y las luces se fueron, me puse en cuclillas y me cubrí la cabeza con las manos, se siguieron oyendo disparos, a los que las mujeres respondían con ráfagas de sus rifles, no se oían muchos disparos ofensivos, talvez solo había dos personas al otro lado del cañón de ellas. Tras todo el calor y el revoltijo de ruido pude oír como la puerta de la reja se abrió con cuidado y unos pasos ligeros se acercaron a nosotros, estire la mano e intente tomar el hacha pero alguien ya la había pisado para que no la agarrara, levanté la mirada para ver quién era pero la oscuridad era mucha y no podía oír mucho con la sordera que me dejaban los disparos
    Mis ojos se terminaron acostumbrando a la oscuridad y pude visualizar una pequeña y delgada silueta, con el pelo largo y rubio recogido en una cola de caballo.
    —párense y vámonos de aquí —oí que me dijo con una voz delgada y dulce, como la de una niña pequeña .
    —¿Quién eres? —le pregunté.
    —no hay tiempo para contarte mi vida —me respondió pronunciando tan rápido las palabras que apenas le pude entender—, no te preocupes que si quisiera matarlos ya lo hubiera hecho así que toma a la otra y vámonos de aquí, ya habrá tiempo para explicarlo.
    Me acerque a Miriam y le pedí que me siguiera en silencio, y así lo hizo, tal vez de una manera ciega o lo vio como una oportunidad salir del fuego cruzado, antes de irme tome el hacha que había dejado en el suelo y salí en silencio de la jaula en medio de los disparos.
    Nos dirigimos a la puerta por donde entramos y salimos por ella al pasillo, tenía a Miriam agarrada por la mano y sólo sentí como ella entrelazó sus dedos con los míos, voltee y pude ver en la oscuridad una sonrisa en su cara, como si estuviera feliz de verme. El pasillo estaba todavía oscuro, salimos al cuarto de las máscaras y de ahí a los cuartos donde tenían a todos encerrados, en ese lugar ya había luz y pude ver mejor a quien nos había sacado de ahí, era una niña de no más de 13 años, delgada, con el pelo rubio, los ojos azules y una piel apiñonada, vestía con una blusa blanca de manga corta, un chaleco negro y un pantalón roto de una pierna a la altura de la rodilla donde tenía atada una venda y un poco más arriba una pequeña pistola de acuerdo a su tamaño.
    —me lleva —dijo al ver la mano de Miriam y su falta de dedo—, no creí que fuese a ser tan feo, te quito todo el meñique —agarro con rudeza su mano y vio la horrible herida, Miriam solo hacia muecas de dolor y aguantaba lagrimas—, ¿de casualidad no traes el dedo contigo? —me pregunto.
    —¿Qué? —le conteste confundió— no…
    La niña se desenvolvió la venda de la pierna y enredo la mano de Miriam de una manera muy apretada.
    —no la aprietes tanto —le pidió Miriam mordiendo sus labios, aguantado el dolor—, me duele.
    —créeme, preferirás unas horas de dolor a morir desangrada o con una infección —le dijo haciendo un nudo con la venda, procuro dejarle todos los dedos libres para tomar cosas.
    Los disparos se detuvieron y de la puerta al otro lado del pasillo salió una mujer alta, más alta que yo y totalmente cubierta, de pies a cabeza, tenía la cara tapada por unas bufandas y sólo dejaba ver unos grandes ojos almendrados, uno azul y el otro de un café rojizo, la he visto antes. En sus manos llevaba nuestras cosas, incluyendo mi rifle en su espalda.
    —Aria —le dijo a la niña—, vámonos, no creo que tarden mucho en llegar
    —este estúpido —dijo señalándome, como si me estuviera acusando—, le corto el dedo a Miriam.
    —no fue mi culpa —dije, aunque sabía que sí lo era.
    La mujer que tenía la cara tapada tiró nuestras cosas al suelo y se empezó a quitar la bufanda que cubría su cara y dejo salir su pelo rojo que enmarcaba una hermosa cara alargada y delgada con muchas pecas, con una tez clara y una expresión dura.
    —ya habrá tiempo de pegarle el dedo —le dijo a la niña mientras se descolgaba el rifle del hombro y le abría la cámara para cargarlo con algunas balas, al terminar dijo señalándome:—, tu, Van Crespo, gracias a Varl que te encontramos vivo y también a la niña.
    Yo sólo la veía confundido, como sabía mi nombre, quién era esta hermosa mujer que nos había salvado la vida.
    —creo que no te recuerda —dijo la niña chasqueando la lengua, como desaprobando mi comportamiento—… no me sorprende, sino reconoció a su amiga.
    —basta Aria —le reprendió la mujer—, ¿no me recuerdas? —me pregunto agachándose un poco para ponerse al nivel de mi cara, su apariencia me intimido y sólo me límite a negar con la cabeza— Yo estaba en Bullet Alexandria cuando ustedes llegaron, durante el ataque de lo Oni, ¿lo recuerdas?
    Recuerdo todo eso, pero no recuerdo haberla visto a ella en esos acontecimientos. Intentaba recordarla, excavando en mis de recuerdos pero Miriam rompió mi concentración preguntando:
    —¿Quimi?
    —así es —le contestó ella sin borrar su expresión fría de la cara, me volteo a ver y me entrego mi rifle, y continuo:—... Como oyeron ya no hay tiempo, en cualquier momento se darán cuenta de que ya no hay nadie disparándoles y empezarán a buscar quién lo hizo —las puertas que dirigían al Ring se abrieron de golpe y todas las mujeres entraron apuntando sus armas hacia nosotros —… y creo que me acaban de encontrar.
    —¡quiero ver sus malditas manos abiertas en el aire! —grito una moviendo su rifle.
Tire mi rifle y este reboto en el suelo junto al hacha y levanté las manos abiertas a lo que Miriam me siguió.
    —patético —dijo la niña con un tono despectivo alzando las manos.
    Cuando todos terminamos con las manos en el aire una de las mujeres (ya ni se cual, todas eran iguales) dio un paso al frente y tomo la palabra.
    —¿Quiénes son ustedes? —pregunto a lo cual no tuvo respuesta, tomo un momento de silencio el cual dedico a observar con detenimiento a las dos y un poco sorprendida dijo—, una niña pelo amarillo y unos ojos de perro extraños... pero si tenemos frente a nosotras a las perritas de Hohenhaim, a la Quimera y al Águila de Bullet Alexandria.
    —veo que nos conoces —dijo la pelirroja con un tono altanero subiéndose a una nube.
    —y muy bien Quimera, ¿Cómo está su problema con los Oni? Lo último que escuche de uno es que entraron a su refugio.
    —y no te mentían pero la razón por la que ya no escuchaste nada es porqué ninguno salió vivo para contártelo… cazadora.
    —me sorprenden, cuando oí de su refugio dispuse que podríamos ir a por algunos de ustedes cuando el gran Hen cayera, pero no lo ha hecho.
    —y no lo hará, perra —le dijo la niña cansada de levantar los brazos.
    —se ve que eres impertinente, ¿tu debes de ser el Águila? La mujer más rápida y silenciosa del país, con el título de mujer esperaba a alguien más… madura.
    —me alegra que nos conozcas —la interrumpió aquella pelirroja—… ahora es tiempo de irnos —termino su frase y bajo su mano para desenfundar de su cintura una enorme pistola del tamaño de mi cabeza y la disparo.
    El disparo me dejó medio sordo y al parecer su objetivo era una de aquellas mujeres ya que cayo en medio de una salpicada de sangre que mancho todo atrás de ella.
    —Corran —oí que dijo la niña, jalo a Miriam del brazo y ella me jalo a mi empezando a correr.
    Los cuatro corríamos lo más rápido que podíamos pero rápidamente nos rebaso aquella niña que abría todas las puertas que se topaba. Corríamos en medio disparos que pasaban peligrosamente cerca de nosotros, la Quimera a menudo volteaba y disparaba intentando darle a alguna de ellas.
    Llegamos al final del pasillo, a una puerta negra de metal con un enorme candado al que la niña no podía abrir.
    —¡Aria, quítate! —le grito la pelirroja.
    La niña hizo caso y la Quimera disparo una bala que rompió el candado y la puerta se abrió inmediatamente por el peso, todos salimos corriendo por esa puerta seguidos por los disparos y de frente la fría noche de la Nueva Gomorra, mas todavía había un problema, no teníamos a donde ir.

PERFECT [Terminado]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora