CAPITULO XXIX: Instrucciones renovadas para quedar ciego, pero no mudo, ni manco

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    Sentía una calidez exquisita, como si mi madre me abrazara, ¿estaba muerto? Muevo los dedos para comprarlo, siento el débil cosquilleo de mis ligamentos moviéndose. Las costillas, la espalda, la cara, aún recuerdo ese destello de luz que me cegó el ojo izquierdo, fue como si pusieran una hoja de papel gris sobre este.
    Estoy despierto pero no quiero abrir los ojos, no quiero abrirlos y encontrarme con San Pedro en una puerta de oro y que me diga que me voy al infierno. La calidez me adormilaba, no quería despertar totalmente de este estado de conciencia, no quería pararme para, quería estar para siempre en medio de esa sensación, en medio de ese exquisito olor a hierbas frescas, me recuerda a Miriam, ella huele a hierbas.
    Abrí mis ojos lentamente y despierto acostado viendo un techo de madera oscura. Tengo un ojo vendado al igual que parte de la cara y del pecho, me duele todo, siento como si mi cuerpo estuviera lleno de cortadas pequeñas que arden y me queman.
    Me cuesta un poco respirar, bajo la mirada del techo a mi cuerpo y veo a Miriam dormida a mi lado, abrazándome, en la mano tenía un paño que antes era amarillo pero ahora tenía un color rojo, por mi sangre. Miriam dormía poniendo su cabeza en mi pecho y abrazándome por la cintura, podía sentir su pelo en mi piel desnuda y podía oír sus dulces ronquidos, estábamos acostados sobre unas cobijas tendidas en el suelo de una habitación vacía, con una puerta y una ventana empañada que daba vista a un día nublado, en una esquina estaba sentada Kat y Aria dormidas, ambas se abrazaban y no las culpo, el sol no salía y dejaba un frío que helaba hasta los huesos.
    Intento mover mi mano izquierda pero la tengo atada con más vendas al cuerpo, el pequeño forcejeo que hice para mover mi mano derecha que estaba libre despertó a Miriam, que tardó un rato en abrir los ojos y cuando los abrió inmediatamente pude ver ese verde tan hermoso que ahora eran remarcado por unas pequeñas ojeras que le daban un aspecto interesante y atractivo a su cara, me volteo a ver haciendo que en su rostro se dibujara una sonrisa.
    —despertaste —me dijo viéndome al ojo.
    —lo hice —le conteste tallándome la cara con la mano—, ¿Cuánto tiempo dormir?
    —dos días seguidos —me contestó poniéndose de pie y camino descalza hacia una jarra de agua en el suelo, se agachó y sirvió un poco de agua en un vaso agrietado—. Ten —me dijo llevándola hacia mi—, no te preocupes, es agua de lluvia pero tómala rápido que se sale por las grietas.
    —gracias —le dije y empecé a tomar el agua que tenía un cierto gusto a tierra.
    El ruido despertó a las otras dos que se pusieron rápido de pie y se asomaron por la ventana empañada que daba a la calle, estuvieron así unos segundos y regresaron su vista al interior.
    —buenos días —las saludo Miriam limpiándose la cara con el agua de la jarra.
    —hola —le respondió la Quimera y luego se dirigió a mí:—, ¿Cómo te sientes? ¿te puedes poner de pie?
    —me siento terrible —le conteste intentando erguirme de la cama, sin lograrlo—, como si mi cuerpo quemara pero tengo frío, mucho frio.
    —Aria ayúdalo a sentarse —le dijo a la pequeña niña rubia y luego se dirigió a Miriam—, niña, ve por los trapos que recogimos el otro día, están en mi mochila.
    Aria se acercó a mí y me paso el brazo por arriba de su cuello, yo intenté ayudarla para que no cargará todo mi peso pero no podía, tenía el cuerpo entablado por el dolor, al final me sentó ella sola al tiempo que Miriam sacaba los trapos de la mochila y se los daba a Kat, la niña me volteo a ver y me puso de espaldas.
    —siguen húmedos —se dijo a si misma extendiendo los trapos de colores—. Miriam, ve hacia la ventana, no voltees en ningún momento, no quiero que te desmayes como ayer.
    —¡no me desmaye! —replico ofendida.
    —¿Entonces que? —le pregunto la pequeña águila— ¿te dio sueño y decidiste dormirte donde cayeras? Por cierto, ayer caíste muy duro, pelos de nube.
    —Aria —le reprimió Kat—, Déjala y tu Miriam, hazme caso, a la ventana.
    Miriam se fue, arrastrando los pies hacia la ventana y le limpio con la mano lo empañado para ver por ella. Aria saco una pequeña navaja de su bota y empezó a cortar las vendas de mi cuerpo pero empezar a desenvolver mi pecho y espalda, el simple rozar de las vendas encendía mi cuerpo en un ardor doloroso pero cuando las terminaron de quitar me refresque, fue como si mi piel respirara y se aliviará.
    —Están peor que ayer —le dijo la Quimera al Águila—, todas siguen abiertas y están supurando algo.
    —que asco —declaro Aria para después tener arcadas y casi vomitar sobre mi espalda.
     Baje la mirada a mi pecho descubierto y vi que estaba cubierto de heridas horribles, decenas de cortadas pequeñas adornaban la parte izquierda de mi pecho, todas ellas parecían pequeñas escamas rojizas que excretaban un líquido acuoso que me daban un sentimiento de asco a mi propio cuerpo.
    —bien Van —me dijo Kat—, alza los brazos, te vamos a poner unos trapos a falta de vendas, los lavábamos pero están húmedos, siguen fríos así que se sentirá muy rico.
    Levanté los brazos lo más que pude pero no podía elevarlos más arriba de mis hombros, Aria me ayudó a ponerlos más arriba y Kat puso un trapo sobre mi pecho y otro en mi espalda, amarro los dos a mí con una tira de tela que apretó fuerte para que los trapos no se cayeran, eso fue lo mejor del día, fue una sensación tan agradable, fue como si ese frío aliviará mi alma.
    —¿Qué fue lo que pasó? —pregunte después de unos segundos viendo la venda que aún tenía en mi cara, tapándome el ojo.
    —una Granda explotó como a cuatro metros de ti—me dijo Aria y después siguió con una pequeña explicación de todo:—, la explosión te saco volando y la metralla de perforó la piel, sí, básicamente eso fue lo que te paso.
    —Van —me llamo aquella pelirroja—, ahora quiero que cierres los ojos, te vamos a quitar la venda de la cabeza, ¿vale?
    —esta bien —le conteste y cerré ambos ojos esperando a que me quitaran las vendas.
    Empezaron a desenredarla y poco a poco fueron descubriendo mi ojo, podía oír como las dos susurraban cosas en un idioma extranjero que no podía entender, tal vez tenía la cara desecha por la explosión. Terminaron de quitarme la venda y Kat me dijo con una voz nerviosa, como si tuviera miedo de algo:
    —Bien Van, abre los dos ojos lentamente, y me dices que puedes ver.
    —esta bien —le conteste yo también un poco nervioso.
    Empecé a abrir los ojos lentamente, la luz aunque tenue me deslumbró pero cuando me acostumbré a la iluminación pude ver con claridad el cuarto, a la niña rubia y a la chica pelirroja, la jarra de agua y a mi peliblanca viendo por la ventana, también podía ver con claridad una venda gris sobre mi ojo izquierdo.
    —Veo todo bien —les conteste a las dos, aliviado.
    —Van —me dijo Aria asustada viendo mi ojo vendado—, ¿estas seguro que puedes ver bien?
    —sí —le conteste despreocupado alzando un poco mi brazo para señalar las cosas que iba a recitar—, aquí estás tú, ahí está Kat, Miriam, la jarra de agua —y al final pregunte—. ¿pero porqué no me descubriste el ojo? ¿lo tengo mal?
    —te la quitamos —dijo Kat con un aire mezcla de miedo y nervios alzando las vendas—, ¿ves? No tienes nada en la cara, solo la tienes un poco quemada.
    —dejen de bromear —les dije irritado, obviamente tengo el ojo tapado con algo.
    Me puse de pie pero mis piernas me fallaron y caí de rodillas haciendo un ruido que estremeció el cuarto y tiró la jarra que derramó su agua.
    —¡Van! —grito Miriam volteándose al oír el ruido y verme de rodillas en el suelo.
    El agua corrió hacia mí, mojándome las rodillas y empapándome el pantalón, la luz opaca que entraba por las ventanas lograba reflejar en el agua lo que tenía delante de ella y era mi rostro quemado por la explosión, mi ojo negro y el otro de un difuminado gris que cubría toda la pupila, estaba ciego.
    —Van —dijo Miriam poniéndose a mi lado con su dulce voz que me acariciaba, pero la aleje al ver como apretaba los puños sobre el agua.
    —mi ojo —le dije sin alzar la mirada y continúe viendo por el rabillo del ojo su mano vendada y sus cuatro dedos—… tu dedo —levante la mirada y le dije a Miriam viéndola a los ojos que miraban asustados a los míos que ardían en ira—… juro… que voy a encontrar… y voy a matar a cada una de ellas.

PERFECT [Terminado]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora