CAPITULO XXX: Dos muertes rápidas, una lenta.

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    Mi ropa quedó desecha por la explosión, así que me vestí con otra muda de ropa, un pantalón negro, una playera gris bajo una chamarra roja de capucha, un poco llamativo pero no había de otra. Me costaba moverme pero no podía estar otro día más en cama, ya no tenía las vendas de mi cara, aunque las quemadas aún me ardían, tome mis armas y mi mochila, intente salir del cuarto pero Kat se puso frente a la puerta y me detuvo.
    —Van —me dijo con una voz gruesa de reprenda—, párate ahí, quítate esa ropa y vuelve a la cama.
    —eso suena algo… extraño —le conteste sarcásticamente a su petición.
    —me importa muy poco como suena —me contestó con la misma voz y el ceño fruncido.
    —Kat.
    —nadie te dio permiso de llamarme por mi nombre —me contestó—… y si no me haces caso yo misma te desnudo y te llevo a la cama.
    —¿Cuál cama? —le pregunté con sarcasmo esperando hacerla enojar para no contenerme y quitarla de en medio— oh… hablas de esos trapos tirados en el suelo, no veo que ese lugar sea apto para un herido.
    —¿y crees que afuera sí? —ambos estábamos furiosos— entiéndelo, no puedes salir así como así, nos buscan.
    —yo estoy muerto —le conteste suponiendo que eso creían, digo, nadie puede sobrevivir a lo que pase.
    —precisamente por eso —me dijo con un tono de voz más calmado—, estamos muertos, podemos seguir así para descansar y después atacar o mejor, podemos seguir muertos para irnos de aquí.
    —no me puedo ir de aquí —le dije—, ¿no sabes lo que es que te dejen ciego?
    —no, no lo sé —hizo una pausa y dijo lo siguiente para intentar apelar a mi raciocino—, pero se lo que es que gente asquerosa te quite algo.
    —Entiéndelo Crespo —me dijo la niña tomándome por el hombro—, descansa y después iremos a meterle un tiró entre ceja y ceja a cada una ellas.
    —no vas a salir Van —me dijo Miriam con una voz mandona, maternal, tomándome del otro hombro—, si necesitamos amararte a la pared no dudes que lo haremos, pero no saldrás de la casa.
   Solté un suspiro y me regresé a donde había dormido, me tire boca abajo para no ver a nadie, ni hablar con nadie.
    El día paso y la lluvia no se detuvo en ningún momento, era como si el día llorara desconsoladamente y los truenos fueran sus gritos ahogados de dolor. La noche se nos puso enfrente como si de un viejo amigo se tratara, no había ni la luz de una vela para alumbrar las sombras del cuarto, sólo sabía donde estaban todas por el sonido de su respiración y el sonido seco del latir de sus corazones, tan calmados. Pude oír como Miriam se acercó hacia mí y se sentaba a mi lado.
    —¿puedo dormirme? —me pregunto con la voz apagada a lo cual le siguió un bostezo que me contagio.
    —claro —musite para evitar despertar a Kat y a Aria quienes roncaban en una esquina—, duérmete aquí, yo me iré a una esquina para dormir, buenos noches Miriam.
    Al momento de pararme sentí como ella me jalo de la cintura haciendo que me volviera a sentar a su lado.
    —¿que pasa? —le pregunté algo asustado volteando a verla.
    —¿puedes dormir conmigo? —me pregunto entre dientes y no la oí, la verdad sí la hice pero quería que me lo volviera a preguntar.
    —¿Qué? —le pregunte fingiendo que no oí.
    —¿puedes dormir conmigo? —me pregunto otra vez ahora más claro pero con un temblor en la voz.
    —oh —le conteste rascándome la cabeza—, claro.
   Miriam se acostó y me hizo acostarme a lado de ella, me abrazo y puso su cabeza en mi pecho acorrucándose, al poco tiempo de estar acostada se durmió y empezó con sus ronquidos de gato.
    Yo tarde un poco más en dormirme ya que los pensamientos de todo lo acontecido me estaban atormentado, el ring, el olor a sangre y a sudor, y aquella sensación de dolor en las extremidades con cada golpe que recibían, tenía miedo de dormir y ya no despertar.
    Esa noche no soñé nada más que un blanco estéril que inundó toda mi cabeza. 
   
    Desperté a la mañana siguiente, enredado en la cabellera blanca de la niña blanca, desperté con los primeros rayos de luz que penetraron las ventanas, Kat y Aria seguían dormidas en su esquina y Miriam también dormía plácidamente. Me puse de pie y me talle el ojo izquierdo ya que creí que tenía lagañas pero recordé todo y en mi estómago se formó un nudo difícil de tragar.
    Me asome por la ventana al exterior y pude ver una calle sola donde no pasaba ninguna alma, estaba muy alejada del centro de la ciudad, no sé como me arrastraron aquí solos ellas tres.
    —buenos días, Crespo —me saludo Aria con una voz aún dormida caminando hacia mi con un paso lento y ligero de sus pies descalzos.
    —hola —la saludé devuelta sin mirarla.
    El águila se puso a mi lado y pude ver cómo no era mucho más pequeña que Miriam, sólo unos centímetros, era muy delgada pero tenía unos músculos bien formados en sus brazos, su pelo caía hasta la mitad de su espalda donde se esponjaba y se ondulada un poco.
    —¿Cómo te sientes? —me pregunto recargándose del marco de la ventana también viendo al exterior con una mirada perdida.
    —medio ciego —le conteste a secas tocándome el ojo.
    —se te nota —me contestó con un aire de sarcasmo en la voz.
    Voltee a ver a Miriam quien seguía dormida y se movía de un lado a otro, haciendo sonidos que parecían palabras, o eso creo.
    —te está buscando —me dijo Aria señalando a Miriam.
    —¿Cómo lo sabes? —le pregunté viéndola por el rabillo del ojo.
    —yo así busco a Kat —contesto sin dirigirme la mirada en un tono serio.
    —¿ustedes exactamente que son? —le pregunté regresando mi mirada al exterior— ¿amigas? ¿Hermanas?
    —pareja —me contestó con tanta naturalidad que me ahogue con la saliva que estaba pasando por mi garganta en ese momento, pero intente encontrar el lado razonable.
    —¿de trabajo, supongo?
    —nop —me volvió a contestar con el mismo tono de voz—, se podría decir que es mi novia, como tú y Miriam.
    —nosotros dos no somos novios —me hice el ofendido ante tal declaración.
    —eso no parecía —me dijo el águila—, cuando estabas inconsciente ella dormía poco para poder cuidarte, cuando dormía lo hacía contigo para no dejarte sólo y solo comía la mitad de lo que le dábamos para dártelo a ti y que comieras más para mantener fuerte para que despertaras, al perecer todo lo que te hizo funciono, digo, aquí estás.
    —diría que hubiera preferido no despertar —le empecé a decir a Aria—, pero le prometí que la llevaría hasta su hogar y le prometí a mi familia volver con la paga…
   
Kat se despertó y al poco tiempo Miriam, pero ella actuaba algo raro, muy seria y con su mirada centrada siempre en un punto, no nos ponía atención a ninguno, todo lo que le decíamos era contestado por un “¿Qué?”. El día siguió fue un día muy extraño, había un luto extraño, pero nadie había muerto, sólo el día que se fue y de nuevo cayó la oscura noche, hora del toque de queda.
    Dormí toda la noche pero esta vez Miriam se alejó y durmió sentada contra la pared del cuarto. A la mañana siguiente desperté mejor, sin dolor y con las fuerzas para levantarme por mi cuenta, al final todo se repitió, hasta el medio día, donde Miriam por fin dijo más de dos palabras seguidas:
    —estas mejor, Van… espero que esta noche por fin podamos salir.
    Su conducta cambio tan radicalmente, al inicio no quería salir por el miedo a las cazadoras, pero ahora decía todo nerviosa, ansiosa, quería salir, no sé a que, tal vez y se había cansado del lugar, yo ya lo había hecho.
    —no creo —contesto Kat desde la ventana—, Van todavía necesita descansar y mucho, tal vez en otra semana podamos estar saliendo de aquí para irnos.
    —¡una semana! —repuso Miriam casi gritando.
    Yo también me exalte por la respuesta de Kat, una semana era mucho y más con lo eterno que pasan los días aquí metidos, viendo a la ventana o al techo intentando darle formas graciosas a manchas amorfas. No podía quedarme tranquilo una semana aquí, por eso yo también repele:
    —no hace falta tanto tiempo, ya estoy mejor, después de dormir y comer ya estoy totalmente mejor, en forma y listo para irnos de aquí.
    —Kat, ya vámonos —nos hizo segunda Aria—, es muy aburrido estar aquí y quedamos que en el momento que él pudiera caminar nos iríamos de aquí.
    Después de unos segundos (de muchos segundos a tal punto que lo que dijo sonaba tan fuera de contexto), suspiro y hablo:
    —esta bien, vámonos de aquí, la verdad es que yo también ya me aburrí y vamos muy atrasadas con nuestra tarea, Ari.
    Después de decir eso no pasaron ni cinco minutos cuando estábamos parados los tres en la puerta esperando salir. Kat se paró frente a Miriam y a mi extendió sus manos y dijo:
    —nos vamos pero quiero que me des tus armas, Van.
    —¿Qué? —le pregunté confundido
     —que quiero que me des tus armas para que no te vayas a cometer estupideces —me contestó con un aire burlón.
    —me estas diciendo estúpido —le dije orgulloso.
    —sí —me contestó sin mas moviendo los dedos para pedirme las cosas.
    —esta bien —le conteste, pero no para darle la razón, me quite la correa del rifle del hombro y se lo entregue junto a mi mochila donde iba el revolver.
    —¿y el revolver? —me pregunto al ver sólo el rifle en sus manos.
    —va en la mochila —le dije para intentar deshacerme de sospechas.
    —abre las piernas, y levanta los brazos, si no cae nada es por que nada escondes —me ordeno parándose más cerca de mi.
    —esta bien —le dije y obedecí lo que me dijo, aunque el revolver estuviera en la mochila desde el principio, después de unos segundos me devolví a mi pose original y le dije a Kat—. No era lo mismo abrir la mochila para comprobar si estaba o no ahí.
    —tal vez tengas razón, pero nunca lo sabremos —me contestó burlándose de mí e intentado aguantar una pequeña risa.
    Tras seguir planeando un poco las cosas de como irnos de ahí, salimos y empezamos a caminar por la calle solitaria, después de unos días encerrado sentía como el sol me quemaba la piel. Al poco de caminar pudimos oír de nuevo el bullicio de la gente en las calles céntricas, al parecer está ciudad nunca dormía y siempre se mantenía activa, como un vigía, pero a diferencia de uno, este veía como las cosas malas pasaban y no hacia nada para detenerlo.
     Cuando nos acercamos más a las calles empezamos a tomar rutas alternas, esperando no encontrarnos con nadie, pero en una ciudad como esta, nadie se esconde para hacer algo malo.
    —¿hacia donde vamos? —le musite a Kat.
    —al otro lado de la ciudad —me contestó con la voz igual de baja—, ahí está el vehículo en el que nos vamos a ir, los llevaremos lo más lejos de la ciudad y ustedes podrán irse a donde quieran.
    —ah… vale —le conteste sin más, aunque aún sigo con la duda de que es un vehículo, quiero preguntar pero ella lo dice de una forma tan natural que no quiero parecer idiota al demostrar que no sé que es, supongo que se mueve.
    Seguimos caminando por un largo tiempo, sería más rápido si fuéramos por la calle principal en lugar de estos callejones, pero no podíamos exponernos de esa manera. La luz del sol se fue y se nos hizo más fácil escabullirnos en la oscuridad y las sombras. Hubo un momento en el que Miriam se llego a poner más inquieta, más distraída y más irritada, chocaba con muchas cosas, incluso llegó a tirar una pila de cajas que hizo un ruido que me sorprendería sí al menos una persona no lo hubiera oído, se estaba comportando totalmente diferente a la Miriam que conozco, y de repente, así como tomo ese estado de humor, ella desapareció sin dejar rastro alguno, solo se esfumó.
     Todos entramos en pánico, los callejones estaban muy oscuros y Miriam era muy fácil de inmovilizar y de cargar, se la podían haber llevado sin siquiera hacer un ruido. No teníamos forma de ver lo que nos rodeaba, apenas nos podíamos ver a nosotros, pero después de forzar la mirada me di cuenta de algo, estábamos a una calle de la casa de la niña, de la amiga de Miriam.
    —Kat —le hablé a la Quimera—, checa mi mochila y dime sí está mi revolver.
    Sin dudar me hizo caso y metió su mano a mi mochila buscando a tientas un revolver que no estaba.
    —no esta Van, ¿eso que tiene que ver con Miriam? —me pregunto algo preocupada
    —que ya sé donde puede estar —le conteste y me di la media vuelta para echar a correr.
    Al poco tiempo el águila me alcanzó y mantuvo mi paso para decirme:
    —¿Por qué estás corriendo sin más? ¿huyes?
    —no —le conteste ya cesando un poco —, ella se llevó mi revolver y estamos cerca de la casa de esa niña con quién dijo estar.
    —Cala —me respondió sin ni siquiera tener la respiración agitada.
    —exacto.
    Dimos vuelta el la esquina y oímos unos disparos que provenían de la casa de esa niña, tal vez mis presentimientos estaban en lo correcto.
    Vimos que de esa casa salía una luz, pero no del sol ni de velas, era una luz más blanca, nunca había visto una luz así. Entramos a la casa y nos encontramos a Miriam arrinconada en una esquina siendo rodeada por algunas cazadoras, al menos veinte, que le apuntaban con sus rifles; al no tener ningún arma en mano, levanta la primera piedra que vi en el suelo y la lancé, con suerte cayó en la cabeza de una quien cayó aturdida, recogí otra piedra que guarde en mi bolsa pero al ver eso todas se dieron la media vuelta y nos apuntaron a nosotros.
   —estúpido —me dijo el águila levantando las manos.
   —llegaron —dijo una de ellas, la misma que lanzó la granada—, digo, no me sorprende en lo absoluto... suelten a la niña —le ordeno a sus mujeres y ellas solo alzaron sus cañones y Miriam salió y corrió hacia nosotros—, ¿se preguntaran porqué los traje aquí?
    —créeme que no —le contestó Aria.
    La cazadora simplemente la ignoro y prosiguió:
    —la razón es porqué las vamos a dejar irse de la ciudad, pero con una condición… nos dan al hombre y ustedes tres se pueden irse, sin más, nadie las va a seguir ni a lastimar, pero él se queda.
    —me niego —grito Miriam.
    —espera Miriam —le dije y di un paso al frente—, ¿y que me harán?
    —obvio —contesto con un tono de voz curioso, como si lo disfrutará—, matarte para que pagues todo lo que nos hiciste, por las que ellas dos mataron.
    —sí quieres que pague —interrumpió la Quimera—, ¿Por qué no me quieres a mi?
    —Kat —repuso Aria volteando a ver a su Kat.
    —nosotras no matamos mujeres —le contestó la cazadora—, sólo a esos asquerosos hombres que atentan en contra de nosotras, violadores, asesinos y todo aquel que mire de una manera lasciva a una mujer.
    —entonces, ¿Por qué pusieron a Miriam a pelear contra Van? —pregunto la Quimera y luego volvió a preguntar— ¿por qué lanzaron esa granada tan cerca de nosotras?
    —respondiendo a tu primera pregunta, la situación se salió de control y el actuó de una manera muy salvaje, realmente teníamos planeado matarlo en el momento que le estaba ganando a Miriam y respondiendo a tu segunda pregunta, ustedes dos no se dejarían matar tan fácil y Miriam, podía sobrevivir.
    —esta bien —conteste y di un gran suspiro—, me quedaré en tanto ellas estén bien.
    —no lo hagas Van —me dijo Miriam, pero no le hice caso.
    —Kat, por favor, lleva a Miriam lo más al norte que puedas o consíguele a alguien que la lleve.
    —no es necesario que lo hagas, podemos ver la manera de irnos de aquí.
    —no lo creo —interrumpió la cazadora—, si se lo llevan, moveré hasta el mismo infierno para encontrarlo y cuando lo haga y este con ustedes, no creo respetar la regla que les dije hace unos momentos o tal vez se me olvide, en tanto a ti, niño, ven.
    Empecé a caminar y a subir por las escaleras, tengo que aclarar que ella estaba arriba de las escaleras donde estaba en nuestro primer encuentro, hasta que llegue con ella, era un poco más baja que yo pero tengo que decir que me intimido su postura, al parecer tenía todo planeado, cada paso y probabilidad la tenía contemplada, excepto algo: saque rápido la piedra que había recogido y le di un golpe en la cara tan fuerte que pude oír el crujir de su nariz rompiéndose, en ese momento Kat y Aria supieron que hacer y empezaron a disparar en contra de las cazadoras asesinando a unas mientras otras solo se escondieron, yo corrí y baje por las escaleras lo más rápido que pude.
    —¡Van! —me grito Miriam y me lanzo mi revolver, lo cache en el aire y le abrí el tambor para revisar sus balas, estaba cargado.
    —lo prometí —me dije a mi mismo y empecé a disparar, solo cuatro balas llegaron a su objetivo, pero solo tres mataron, el tener solo un ojo no ayudo mucho.
    De un momento a otro Miriam volvió a desaparecer y pude ver cómo empezaba a subir las escaleras de dos en dos escalones para llegar a la cima.
    —hijo de perra —maldecía la cazadora mientras se ponía de pie lentamente tocándose el rostro—, antes de matarte te cortaré tu patético pene y te lo pondré de gorro, bastardo.
    Cuando se puso de pie y antes de erguirse se dio cuenta que Miriam estaba parada a borde de las escaleras con su cuchillo en mano, ambas se vieron mutuamente y la peliblanca tomo la palabra.
   —¿Por qué nos hiciste eso? —pregunto inocentemente.
   —Yo no les quería hacer nada a ustedes, sólo a ese hombre —se excuso—, él nos robó nuestra presa liberando a esa ardilla en el bosque, no dejo que la naturaleza siguiera su curso.
    —¿solo por qué salvó a una pobre ardilla nos torturaron y casi mataron?
    —hay razones más profundas que esas, Miriam —le contestó la cazadora limpiándose la sangre con sus mangas—, los hombres por el simple hecho de tener pene los hace asquerosos, impulsivos, violentos, gracias a estas conductas Colom está como está, mi madre peleo en la última revolución, estuvo junto a los Ocelotes en la star fall, cuando perdieron los pocos sobrevivientes huyeron como cucarachas dejando a mi madre morir sola y sabes quiénes la dejaron, un ejército de hombres cobardes —hizo una pequeña pausa para pasar saliva y escupir un  poco de sangre y continuo—. Tuve una hermana, quien fue violada y asesinada por un grupo armado de la suprema guardia imperial de Colom, y sabes quiénes la violaron, exacto hombres. Después de esos dos eventos me dispuse a proteger a todas las mujeres que pudiera, darles mi amistad y amor, darles las armas y el valor necesario para pelear en contra de los hombres, que tanto pudrieron nuestro mundo.
    —pero Cala, no era un hombre —dijo Miriam con una voz infantil pero con una mirada turbia.
    —esa niña sufrió mucho antes de morir —dijo la cazadora con un tono de voz difícil de descifrar.
   Esa fue la gota que derramó el vaso y Miriam entró en un modo de locura que llevo a  taclear a la cazadora con toda su fuerza y le enterró su cuchillo debajo de las costillas, la fuerza del golpe la volvió a tirar en el suelo y Miriam se incoó sobre ella alzando el cuchillo sobre su cabeza y dejándolo caer en el estomago de la cazadora una y otra vez al tiempo repetía
    —¡esto es por Cala, esto es por mi dedo y esto es por el ojo de van!
    La cazadora no podía hacer más que apretar los dientes por el dolor y lanzar alaridos, al poco tiempo Miriam quedó manchada y exhausta por lo que acababa de hacer, bajo el cuchillo a la altura de las apuñaladas y la cazadora con las pocas fuerzas que le quedaban tomo sus manos con suavidad y le dijo con la voz apagada y media muerta
    —déjame explicarte lo que pasó: cuando llegamos nos encontramos con un par de hombres sin pantalones y erectos que colgaban del cuello a una pequeña niña por diversión, al vernos nos reconocieron y uno temió pero el otro se seguía burlando de la niña, al primero que dimos muerte fue al que temió, que al ver su muerte tan próxima se arrepintió y pidió perdón a Dios por sus faltas, sólo fue un tiró en la frente, la muerte rápida. Al segundo que matamos fue al que se seguía burlando… a él le hicimos tantas cosas tan desagradables y dolorosas que no quiero mencionar, la muerte lenta y al final a la pobre niña… tenia el cuerpo totalmente mutilado, lleno cortadas, sin dedos, dientes y sin un ojo en la cara —eso último revolvió el estómago de Miriam—, aún luchaba, su respiración se terminaba, pero era fuerte y quería vivir ante todo, pero no pude hacer nada, me dolió tanto verla morir, en otra circunstancia ella hubiera sido un buen elemento con nosotras, pero no pude hacer nada, hay está la muerte rápida.
    —¿pero por qué no la bajaron? —pregunto Miriam casi llorando.
    —fue nuestra mártir, queríamos darle un estatus divino, como la hija de Dios, ella en medio de dos hombres asquerosos, uno que se arrepintió y recibió el perdón y él otro que se burló hasta el final y arde en el infierno.
    La  última declaración rompió a Miriam quien simplemente se paró e intento bajar por las escaleras pero la cazadora la detuvo otra vez y le dijo:
    —ahora que, me dejaras morir aquí, con todo el dolor que me provocaste, acaba con esto, no huyas como una cobarde, al menos hasta que pague por la muerte de tu niña.
    Miriam se volvió a encender y se regreso a apuñalar por unas últimas veces a la cazadora, quien murió al poco tiempo por la sangre que se había ido a sus pulmones.
    —¡Miriam! —le grite al terminar de subir las escaleras y corrí a separarla del cuerpo a quien seguía apuñalando violentamente.
    Al agarrarla me llegó a cortar un par de veces pero no deje de abrazarla hasta que paró y termino llorando en mis brazos desconsoladamente al saber que había matado a alguien quien solo quiso “ayudar”.

PERFECT [Terminado]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora