CAPITULO XVII: El arbol se quema.

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    Por debajo de la puerta empezó a entrar un humo negro y el cuarto empezaba a oler a quemado, abrimos la puerta, la otra sala estaba cubierta de humo negro y por las ventanas cubiertas empezaba a traspasar un brillo rojizo del exterior, preocupados salimos de la casa para encontrarnos que todas las otras casas estaban envueltas en llamas.
    La casa continua a donde estábamos apenas empezaba a arder y de la puerta salía la mujer que buscábamos, estaba envuelta de pies a cabeza en una tela húmeda, lo único que se veía de piel eran sus ojos, sus pies y sus manos que saltaron una botella de vidrio. Volteo a vernos a los dos, sus ojos no tenían brillo, eran un simple punto negro en su cara, sus manos estaban quemadas a tal nivel que estaban en piel viva repletas de llagas.
    Nos vio por unos segundos hasta que una de las casas se derrumbó tragada por el fuego, cuando la estructura se vino abajo, la mujer se dio la media vuelta y se dirigió hacia la casa, la puerta estaba aplastada por la pared que se había caído así que simplemente brinco las piedras y cuando estaba a punto de ser engullida por el fuego volteo y nos dijo:
    —esto es la culpa de los dos, gracias a ustedes yo y todos los niños seremos tragados por el fuego —se detuvo un momento al darse cuenta que el fuego estaba alcanzando sus pies descalzos—… Dios nos tenga en su santa gloria.
    —¡Detente! —le gritó Miriam intentando alcanzarla pero la detuve antes de que pegara la carrera.
    Después de eso se adentro en las llamas y se sentó en el suelo. Tome a Miriam por los hombros y le Di la vuelta para que me viera a mi, me puse frente a ella y le apachurre los cachetes para que no volteara y con la otra mano le tape los oídos.
    La mujer empezó a gritar desgarradoramente envuelta en llamas, sus ropas húmedas en alcohol la habían ayudado arder con rapidez y después de unos minutos su lamentos se detuvieron.
    —veme a mi —le decía viéndola a los ojos—, sólo a mi y no voltees.
    Sus ojos esmeralda estaban en medio de un círculo rojizo, estaban ojerosos e inflamados por la falta de sueño, sólo me veía a los ojos y veía como sus pupilas se dilataban. Entre el fuego se veía el cuerpo calcinado de la mujer tirado en el suelo, su cuerpo aún seguía envuelto en llamas y sus trapos empezaban a ser barridos por el fuego. Todas las casas se derrumbaron debido al calor que se las tragaba lentamente, deje de sostener a Miriam que no quiso voltearse solo tenía la cara alzada para verme a los ojos, bajando la mirada empezó a ver sus botas, vio las mías que seguían manchadas de sangre y pasó saliva.
    —¡Ayuda! —gritó alguien con voz femenina y un tono doloroso desde la parte trasera de la casa, donde estaba el árbol seco.
    —¿oíste eso? —le pregunté a Miriam.
    —¿Qué? —me pregunto confundía.
    —¡Ayuda! —gritaron otra vez.
    —eso —le conteste señalando la parte trasera de la casa para que prestara atención.
    Esta vez nadie gritó, todo estaba sumido en un ambiente tranquilo sólo opacado por el ruido de la madera crujiendo por las llamas
    —¿no lo oíste? —volví a preguntar.
    —¿Oír que? —me pregunto Miriam aún más confundida.
    La necesidad de saber quién pedía ayuda me obligo a dirigirme hacia la parte de atrás con el riesgo de que quien fuera que me pedía ayuda no se la iba a poder dar.
    —espera —me intento detener Miriam—, ¿A dónde vas? La salida está hacia el otro lado, ¿Van?
    Di la vuelta en la esquina y Miriam me empezó a seguir para intentar pararme e irnos de ese lugar, sólo oía como decía mi nombre pero la voz que pedía ayuda se hacia cada vez más cercana, era un gritó desgarrador que no podía ignorar. Llegué a la parte trasera de la casa y el árbol se incendiaba al igual que lo demás, su tronco ardía y se ponía negro, las ramas se caían alzando las cenizas que volaban, vi con detenimiento las raíces del árbol y bajo sus ramas había una piedra de muerto, una piedra donde escriben el nombre de una persona muerta para siempre recordarla.
    Tiré la escopeta al suelo e intente acercarme a la piedra y ver si de ahí venía la voz. Avance unos pasos y oí el gritó de Miriam y como caía al suelo, me di la vuelta y vi al hombre de las escaleras lanzándose contra mi, me tiró y mi cabeza golpeó contra el piso, esta vez estaba vestido con un overol manchado de lodo, sin playera y con unas enormes botas de cuero negro. Estaba de pie frente a mi, intente pararme pero con su pie me devolvió al suelo, me miraba con desprecio, Miriam estaba en el suelo a unos centímetros de distancia e intentó pararse pero este la amenazó con mi rifle de tres cañones, lo sostenía con una mano mientras con la otra sostenía el machete manchado de sangre que había dejado en su sala.
    —me lo quitaste todo niño —me comento—, mi hogar, mi familia desde mi mujer hasta mis nietos… todo y lo único que puedo quitarte es tu vida y la de esta niña.
    —deja que se vaya —suplique—, su vida no me pertenece y no puedo saldar mi deuda con eso.
    —nada de estupideces sobre romanticismo barato—dijo poniendo su dedo en el gatillo del rifle—, sólo hay una bala en el rifle para ella en cambio tu tendrás que ver como te abro la panza para que sepas de que color son tus intestinos.
    Puso presión en el gatillo para dispararle a Miriam en la cara, pero antes de que eso pasará se oyó un golpe seco, el anciano puso sus ojos en blanco y cayó al suelo alzando el polvo y las cenizas, atrás de el estaba el sujeto de la noche anterior con los mismos ojos cosidos y sus medios brazos, al parecer lo había golpeado en su cabeza con una piedra que sostenía con sus muñones, la dejó caer y empezó a gemir con desesperación volteaba la cara a Miriam y luego a mi como si nos quisiera decir algo, me puse de pie y pude entender cómo con sus muñones señalaba la bolsa de su pantalón.
    —creo que quiere que saques algo —dijo Miriam.
    Al oír eso el sujeto dejó de gemir y empezó a afirmar con la cabeza. Tome el rifle del suelo y me pasé la correa por el hombro acercándome a él y metí mi mano en la bolsa de su pantalón, dentro estaba el cuchillo de Miriam manchado de sangre seca y polvo, lo tome con la mano y lo limpie con mi pantalón.
    Después de eso el sujeto volvió a gemir desesperadamente pero ahora señalaba su boca.
    —ahora —volvió a decir Miriam—… creo que quiere que le quites el hilo de la boca.
    Nuevamente al oír eso volvió a su estado eufórico afirmando que esa era su idea. Voltee a ver a Miriam que me invitó a hacerlo.
    —cálmate —le pedí al tipo que seguía bailoteando, se calmó e inclinó hacia delante en mi dirección para que empezará a cortar.
    Acerqué la punta del cuchillo a su boca y lo metí entre la coyuntura y el primer hilo, lo roce un poco con el filo y se rompió, fui haciendo eso con cada uno sólo que con el último le corté un poco el labio. En el momento que su boca estuvo libre empezó a respirar por ella de la emoción, la abría y cerraba haciendo muecas graciosas.
    —gr-gracias… much-muchas gracias —artículo las palabras en su boca—, ah-ahora las de los ojos, por fa-vor.
    Voltee a ver a Miriam y ella me regreso la mirada, nos vimos confundidos y le dije al sujeto:
    —mmmmm… no puedo hacer eso.
    —¿Po-por qué? —me pregunto exaltado.
    —Si hago eso puedo sacarte un ojo —le expliqué señalando sus ojos aunque sabia que no me veía—, si te corté la boca no quiero sacarte un ojo.
    Movió su hombro y se limpio el hilito rojo que caía de su boca, intento hablar pero no salió nada más que un sonido ahogado, se detuvo y empezó a articular más sus palabras.
    —es-eso no imp-importa, no pu-puedo perder algo que no tengo hace an-años.
    —no lo puedo hacer —le volví a decir —, tengo una niña aquí conmigo.
    —l-la puedo oí-oír.
    —creo que ahora entiendes por que no puedo hacerlo.
    —l-la san… sanidad de esa nin-niña se acab-acabara pronto.
    —ella ya vio cosas muy feas el día de hoy —le dije para intentar razonar con él— y no creo que ver como le sacó el ojo a un manco sea algo muy agradable a la vista.
    —no cr-creo que cam-cambies de opinión —me contestó dándose por vencido—, pero el del-devolverme la voz fue un n-noble gesto, déjenme ayu-ayudarlos a salir de a-aquí.
    Mire su propuesta con desconfianza, algo aquí no me parecía bien, que tal si nos llevaba donde había más de estos engendros como los que vimos el día de hoy y nos traicionaba.
    —no puedo aceptar eso —di respuesta a su propuesta—, ayer por la noche fuiste tu quien les aviso a ellos que estábamos ahí, fuiste tu quien empezaste a gemir y a apuntarnos.
    —e-es un mal ente-entendido, y-yo…
    —no veo como eso puede ser un mal entendido.
    —Van —intervino Miriam—, déjalo hablar.
    —ok, habla —le pedí al manco.
    —esa no-noche, cuando oí que había nuevas pr-presas y en espe-especial cuando oí que eran dos jóve-jóvenes, un chico y una chica, pensé que era la oportunidad de esc-escapar, de ayuda-ayudarlos y que ellos me ayu-ayudaran a mi a escapar de este lugar y cuando los oí esc-escabullirse por atrás de las hierbas intente gri-gritar para pedir ay-ayuda, les hice sen-señas con los brazos para que me vieran y me resc-rescataran.
    —pues… ¡eso casi nos cuesta la vida! —le empecé a gritar enojado y el solo se encogió por el miedo y dio unos pasos hacia atrás con los que casi se cae tropezando con el cuerpo del anciano.
    —per-perdón, estaba des-desesperado.
    —un perdón no arregla nada — le dije empujándolo con el rifle en las manos.
    —Van —volvió a intervenir Miriam hablándome—, no nos paso nada y aparte el promete sacarnos de aquí, tal vez nos lleve a la franja verde.
    —¿Fra-franja verde? —pregunto el manco—, ¿Hablan del bos-bosquecillo afuera de los ter-terrenos?
    —¿es una salida? —pregunté.
    —por ahí es don-donde metían a las pres-presas de la temp-temporada, por ahí entra-entraban en su cami-camioneta y dej-dejaban a las presas en el centro del terreno, si entraron por ahí yo digo que pod-podríamos salir por ahí.
    —¿Nos podrías llevar ahí? —le pregunto Miriam.
    —rec-recuerdo el cam-camino.
    —¿Cómo vas saber el camino siendo ciego? —le cuestione cruzando los brazos.
    —llevo qui-quince an-años metido aquí —me contestó volteando la cara en mi dirección—, llevó qui-quince años rec-recordando el camino por donde me traj-trajeron a este lugar, créeme que he tenido el tie-tiempo para poder rec-recordar hasta la tem-temperatura de ese día.
    —pero —hablo Miriam— necesitamos nuestras cosas para irnos.
    —po-por eso no se prec-preocupen, sus cos-cosas están en la entr-entrada de las cas-casonas, ahí están sus moch-mochilas y la comida.
    El manco se quedó callado esperando nuestra respuesta, me acerqué a Miriam y le empecé a decir al oído:
    —esto no me agrada, no podemos confiar en que nos guíe un ciego, no creo que nos pueda llevar por buen camino.
    —no podemos rechazar esa propuesta —me contesto—, no tenemos mejor opción —después de decirme eso se dirigió al manco y le dijo:—. Sería un gusto que nos llevarás a la salida.
    —es-esta bien, per-pero —hizo una pequeña pausa y continuo—, tengo un pre-precio para llevarlos a la salida.
    —olvídalo —le conteste al oír eso—, aparte de que te ayude a recuperar el habla quieres algo más de nosotros… vete al diablo.
    —¿Cuál es ese precio? —le pregunto Miriam.
    —qui-quiero que me ha-hagan un favor —contestó.
    —¿Cuál es ese favor? —volvió a preguntar Miriam.
    —que me li-liberen también a m-mi…
    —¿Qué? —me exalte al oír eso— no te podemos llevar con nosotros.
    —nadie les pidió que me lleven con ustedes, niño molesto —me contestó con un tono irritado y sin tartamudear—, ya lo sabrán cuando se los pida.
    —está bien —dijo Miriam—, cuando nos saques de aquí te liberaremos.
    —much-muchas gracias sen-señorita, acom-acompáñenme a la entr-entrada do-donde están sus cos-cosas —se dio la media vuelta y se encaminó hacia el patio de las casonas.
    —una última cosa —añadí aunque ninguna de las cosas que había dicho antes habían repercutido en la decisión—, no puedo ir con alguien al que no le conozco ni el nombre.
    —¿Mi nombre? —se interrogó confundió—, mi nombre es Virgilio.

PERFECT [Terminado]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora