Ana.
Llegamos al internado cuando ya había anochecido, después de la cena cada uno fue a su habitación. Entré detrás de María y me empecé a sacar la ropa mojada de la bolsa.
-Vaya mierda. Gracias por dejarme ducharme en tu casa y la ropa.- Dije sin apartar la vista de la bolsa. María me miró con los ojos entrecerrados y los labios fruncidos.
-¡No hagas eso!- la empujé suavemente, María fingió que la había dolido pero se rió.
-¿Piensas en él?
-¿En quién?
-En el de esta mañana...Iván, ¿no?- dijo María
Solté una carcajada y empecé a desabrocharme los botones de la camisa.
María meseguía mirando con los ojos entrecerrados.
-¿Qué?- pregunté.
-¿Iván?
Saqué la lengua y puse cara de asco. María no pudo evitar una carcajada.
-Eres más tonta...- paró de reír y se puso seria. -Ven- María se levantó y salió de la habitación sin darme la oportunidad de preguntar.
Muchos dicen que somos Pin y Pon, que estamos todo el día juntas, que somos tal para cual, que pensamos igual... Pero en realidad, somos bastante distintas.
Era tarde y todos estaban en sus habitaciones, nosotras también deberíamos estar, pero seguía a María sin decir nada y abrochándome la camisa. Si alguien nos viera, nos echarían una buena bronca además de castigarnos lavando platos o fregando los baños, lo cual no es muy agradable. Al pensar en ello me dio un escalofrío. Si a mí me vieran, podría tener peores castigos que María por el hecho de vivir aquí durante todo el año, incluidas las vacaciones.
Mis padres murieron, y en su testamento escribieron que querían que viviéramos en el internado, o eso me dijeron.
Lo he hecho muchas veces, pero siempre sabiendo cuál era mi destino, entonces, María era la que sabía adónde íbamos.
Pasamos el pasillo de las habitaciones de las chicas, bajamos las escaleras y cruzamos todas las clases.
Justo cuando íbamos a cruzar la esquina oímos pasos y vimos una pequeña luz.
María, que iba delante, se echó para atrás y me empujó con el brazo. Nos quedamos muy quietas pegadas a la pared, los pasos se iban acercando y la luz haciéndose más grande. Lo único en lo que podía pensar era en qué sería tan importante para que María se arriesgara a salir por la noche. Nos agachamos lentamente sin hacer ningún ruido, en esos momentos las clases de defensa personal se agradecen. Al escuchar más atentamente los pasos me di cuenta de que era más de una persona, también de que iban descalzos y supuse que ellos tampoco deberían estar ahí.
Al cruzar la esquina nos alumbraron con la luz y al vernos saltaron, Jorge empujó al chico de detrás que se cayó e hizo un ruido bastante fuerte para ser tan delgado.
-¿Se puede saber qué hacéis aquí?- preguntó Jorge, un chico alto, rubio, de ojos azules, después miró hacia un chico de detrás al que no logré ver -¿Qué cojones hace tu hermana aquí?-
Dani, mi hermano, salió de detrás de Marco un chico de ojos grises, tenía el pelo castaño claro. Mi hermano es más o menos igual de alto que él, tiene el pelo oscuro con algún rizos que le cae por la frente, tiene pecas, aunque menos que yo, y los ojos verdes.
-¿Y yo qué sé?- Dani respondió subiendo los hombros, yo me mordí el labio sin saber qué contestar.
-La vamos a cagar por su culpa-dijo Jorge, luego miró a María y la señaló -y la suya-
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Guárdame el secreto.
Teen Fiction-Tardaría más yo en enamorarme de ti que tú de mí.- Dije acercándome a ella. Estábamos a pocos centímetros uno del otro. -¿Quieres apostar?- me contestó retándome. -Te apuesto veinte euros a que en dos semanas te tengo comiendo de la palma de mi ma...