CAPÍTULO 4:

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Ana.

Entré en el comedor justo a la vez que salía Dani.

-¡Eh!-me dijo mientras se paraba a mi lado.

-Dime-

-¿Qué tal estás?- miraba a la puerta en vez de a mí. Miré pero no había nadie.

-Bien, ¿por?- justo en ese momento me sonaron las tripas, rugieron tan alto que mi hermano nada más oírlo soltó una larga carcajada. Me puse roja.

-Por que te noto... hambrienta- volvió a reírse pero esta vez más discretamente.

-Sí, un poco. Voy a tomar algo y me voy a clase- le di un beso en la mejilla y me fui a pedir algo de comer, ya estaban recogiendo y no creía que fuera a conseguir nada.

-Estamos recogiendo ya, niña- me dijo Marisa.

¡No fastidies! ¿Estás segura?

Me limité a sonreír.

-¿No me podéis dar algo?- negó con la cabeza, parecía difícil que me diera algo por ello me dirigí a la que parecía más simpática –Venga Soledad...- Marisa se fue mascullando.

-Coge esto y arreando- me dio una manzana con una sonrisa agradable-¿Dónde metes tanta comida, niña?-

-¿Perdone?- di un mordisco a la manzana a la vez que se lo preguntaba.

-Las dos magdalenas, el vaso de leche y la manzana- señaló la manzana y me miró de arriba a abajo. No es que esté gorda, de hecho, estoy bastante delgada, supuse que por eso lo decía.

-Hoy tenía hambre...- sonreí y me fui hacia mi mesa.

-¿Dónde te habías metido?- preguntó Sofía cuando me senté en la mesa.

-Nada, he estado hablando con Rodrigo fuera.-

-¿Sobre qué?-

-Matemáticas- mentí.

-Si se le dan fatal- Paula se rió después de decirlo.

-Será que a ti no...- la acusó Sofía.

No sabía si ya estaban juntos o no, ninguno de los dos lo admite, pero estaba locos el uno por el otro.

-Por eso, le estaba dejando mis apuntes- volví a mentir.

-Pero si no traías nada...- todas me miraron con desconfianza

-A ver, de verdad, os lo tengo que explicar todo... le voy a dejar mis apuntes, me los estaba pidiendo- me levanté de la silla - así que voy a por ellos, os veo en clase- les guiñé un ojo y me fui.

Subiendo por las escaleras iba pensando en la cantidad de mentiras que decía durante el día.

Me quedé paralizada al darme cuenta de que en una semana llevaba más de veinte mentiras, todas piadosas, pero era una mentirosa en toda regla.

Me senté en un peldaño para pensar bien en ellas mientras me comía la manzana.

-¿Qué haces aquí, sola?- escuché desde detrás. Reconocí la voz al instante. Me giré y vi esos increíbles ojos grises. Marco.

-Ven, apóyate en mi hombro.- Dijo sentándose a mi lado. Le interrogué con la mirada.- Es más cómodo- Aseguró completamente seguro de sus palabras.

Guárdame el secreto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora