CAPÍTULO 30:

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Daniel.

-¿Queréis algo de comer?- preguntó don Carlos, acercándose a nosotros.

Estábamos todos esperando sentados a que Rodrigo saliera del quirófano.

Nunca había creído en Dios, pero sin darme cuenta, estaba rezando.

Nadie contestó, nos limitamos a negar con la cabeza.

No nos habíamos limpiado siquiera la sangre de Rodrigo de nuestro cuerpo.

Álvaro, el amigo de Iván, nos había llevado hasta el hospital.

Sergio tenía la mirada perdida, estaba inmóvil. Tenía las manos unidas y las piernas separadas, una de ellas temblando.

María estaba a mí lado, apoyada en mí. Tenía los brazos cruzados y se mordía el labio mirando al suelo.

Iván estaba apoyado en la pared con un brazo por encima del hombro de Ana. Le dio un suave beso en la frente que hizo que ella se pegara más a él.

Ana tenía las piernas flexionadas y las manos rodeándola. Se veía vulnerable.

-Bajo un momento, chicos.- Anunció don Carlos.

¿No se daba cuenta de que nadie le estaba escuchando?

Cada uno estaba metido en su cabeza, inmerso en sus pensamientos, sin querer comer hasta saber que Rodrigo estaba a salvo.

Eran las dos y media de la madrugada. Llevaban dos horas en el quirófano y nadie había salido a darnos noticias.

Los padres de Rodrigo no pudieron ir al hospital. Estaban fuera del país. Dijeron que su avión les traería a Madrid, pero no podían salir hasta el día siguiente por la mañana.

Un médico salió del quirófano, quitándose los guantes.

Todos nos levantamos aprisa y nos acercamos a él. Don Carlos llegó a tiempo.

-Hemos sacado la bala, pero las siguientes horas, o días, serán decisivos.-

La tensión cambio por alivio.

-Muchas gracias.- Dijimos sonrientes.

-Sí, gracias. Muchísimas gracias.-

-Gracias.-

Sergio le dio un fuerte apretón de manos.

-¿Podemos verle ya?- preguntó.

-Solo la familia...- Dijo el médico. –Lo siento.-

-No lo sienta, nosotros somos su familia.- Dijo sonriente. –No de sangre, pero la que él ha elegido. Sus padres no han podido venir.-

-En ese caso... Cuando le suban a la habitación, le podéis pasar a ver. Pero no le agobiéis.- Advirtió.

Al girarse, Iván le dio un fuerte abrazo a Sergio al que nos unimos todos.

-Está bien...- Dijo Sergio con lágrimas en los ojos.

-Lo está.- Le dijo Ana cogiendo su cara con ambas manos.- Así que no te quiero seguir viendo llorar.-

Se abrazaron con ternura.

A Federico se lo llevó la policía, nos llamarían para tomarnos declaración.

Todavía Sofía, Paula y Adrián no tenían ni idea de lo que había pasado.

María me abrazó fuerte.

Sentía una fuerte presión en el pecho desde que esa bala salió de la pistola.

Guárdame el secreto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora