CAPÍTULO 31:

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María.

Un mes después, Rodrigo ya estaba perfectamente, le quedaban dos días para que le dieran el alta.

Tendría que hacer muchos exámenes, pero no sería difícil si además de estudiar un poco, sus padres ayudaban al colegio con las reformas del exterior del internado.

La policía no encontró ni rastro de Marco, lo cual me impedía dormir bastantes noches.

En el internado era como si nunca hubiera pasado nada, todo seguía igual para el resto de estudiantes.

Muchos se habían ido del internado, al enterarse de todo lo que hizo don Federico, con ayuda de Marco, pero la mayoría seguía y se habían inscrito muchos nuevos.

Los padres de Sofía y los míos querían habernos cambiado de internado, pero una psicóloga les convenció de que lo mejor era que siguiésemos todos juntos para superar todo, bueno, a mis padres, Sofía se irá el año que viene.

-¿En qué piensas, rubia?- Dani me abrazó por detrás dándome besos en el cuello, bajando a la clavícula.

-En lo rápido que ha pasado este mes...- contesté susurrando.

Me giré y le di un beso en la boca.

-¿Os reservamos una habitación?- preguntó Sergio.

Nos separamos y les miré, estaban todos sonriendo.

-Sois idiotas...- Contesté.

Dani se mordió el labio inferior, tímido.

Eso provocó que tuviera muchas más ganas de besarlo, y eso hice, ante gritos y aplausos de mis amigos.

Al separarnos otra vez, se acercó a mi oído.

-Estás loca...- Susurró. –Y eso me encanta.-

Su voz provocaba que todos los nervios de mi cuerpo se agitaran.

Ana.

Rodrigo me había pedido algo de comer que no fuera del hospital.

Hoy me tocaba a mí quedarme con él en el hospital.

Crucé la calle para coger algunas pizzas de un italiano que había en frente.

-¡No me despeines!- escuché la voz de un hombre a mi lado.

El semáforo estaba rojo, y estaba parada a su lado.

Tenía a una niña pequeña, rubia en sus hombros que le tocaba la cabeza.

-Pero si no tienes pelo.- Dijo ella riendo.

Era cierto que el hombre no tenía pelo, y era divertido verlos.

-Claro que tengo pelo...- decía él. –Y no me lo despeines que he estado dos horas esta mañana para peinarme...-

-¡Pero que no tienes pelo!- gritaba la niña riendo, sin dejar de tocarle la cabeza.

El semáforo cambió a verde, y ambos cruzamos, cerca.

-¿Estás segura de que no tengo pelo?- preguntó a la niña.

No escuché más de la conversación porque llegué al restaurante.

Al volver al hospital le conté a Rodrigo ese momento y sonrió.

-Vámonos de aquí, Ana.- Dijo.

-¿Qué?- pregunté sin entenderle.

-Llama a una enfermera, anda.-

Guárdame el secreto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora