María.
Me desperté muy pronto para ir a ver a Ana y llevarle gelatina o algo de comer que la apeteciera. Me levanté en silencio y bajé las escaleras.
-María.- Una voz grave sonó detrás de mí. Me giré y vi al director con los brazos cruzados y moviendo el pie dando golpecitos al suelo.
-Buenos días, don Carlos.- Dije sonriente.
-¿A dónde te crees que vas a estas horas?- preguntó acercándose.
-A ver a Ana, es que ayer... la dieron un fuerte golpe y...-
-Sí, ya me lo han contado. Pero la enfermería esta por el otro lado.- Dijo señalando a su espalda.
-Sí, pero...-
-¿Pero?- preguntó juntando las cejas.
Ir a la cocina estaba prohibido, y coger comida muchísimo más, si se enteraba se me podía caer el pelo.
-¡Ah!- dijo él sonriendo.- ¿Ibas a llevarla algo de comer?-
Asentí mirando al suelo.
-Llévala algo dulce para que la despierte. Yo iré a verla un poco más tarde.- Abrí los ojos mucho, no me había dicho nada. –Y si está bien, el castigo sigue en pie, aunque lo podéis hacer en la enfermería.-
Asentí como una idiota. El director sonrió y se giró.
-¿Lo sabe Daniel?- pregunté.
Don Carlos se giró y me miró con las cejas juntas otra vez.
-Yo no se lo he dicho...- Dijo encogiendo los hombros.
-Yo tampoco...- dije mordiéndome el labio. Me asustaba cómo se lo tomaría. Su hermana había pasado toda la noche en la enfermería y él no se ha enterado.
Debí habérselo dicho.
-No te preocupes, ahora se lo digo yo.- Dijo el director sonriendo.
-Gracias.- Dije devolviéndole la sonrisa.
Subió las escaleras y yo bajé hacia la cocina. Ahí encontré una tableta de chocolate con caramelo dentro, el favorito de Ana, lo cogí, además de unos quicos por si le apetecía algo salado. Subí hasta la enfermería y me quedé petrificada al ver a Iván sentado en los sillones del pasillo, dormido.
Se ha quedado aquí toda la noche...
-Iván...- le susurré. Él se sobresaltó y luego se frotó los ojos.
-¿Qué hora es?-
-Las siete...- abrió mucho los ojos.
-¿Qué dices? ¿Me he quedado dormido?- Asentí con la nariz arrugada. –Mierda...-
-¿Mierda por qué? Es muy dulce.-
-¿Qué es dulce, María? ¿Qué me haya quedado dormido?-
-Que te hayas quedado dormido por esperarla.-
-No ha sido por eso, simplemente me dormí, estaba cansado.-
-A mí no me engañas. La miras igual que ella te mira a ti. Y se descifrar sus miradas.-
-Sí, pero no las mías.- Sonrió y se levantó.-No le digas que he estado aquí, por favor.-
-¿Por qué?-
-Tú no lo hagas.-
Asentí con la cabeza y se fue, bostezando.
Ana.
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Guárdame el secreto.
Jugendliteratur-Tardaría más yo en enamorarme de ti que tú de mí.- Dije acercándome a ella. Estábamos a pocos centímetros uno del otro. -¿Quieres apostar?- me contestó retándome. -Te apuesto veinte euros a que en dos semanas te tengo comiendo de la palma de mi ma...