CAPÍTULO 8:

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Ana.

Lo hacía con agilidad, no parecía tener ningún problema. Iba a una velocidad admirable y sin hacer ningún esfuerzo.

-¿Es verdad lo de tus padres?-pregunté.

-¿Lo de los tuyos?-contraatacó.

-Sí-contesté

-Sí- contestó, - pero prefiero no hablar de ello.-

-¿Hacías deporte?-

-Sí, natación y fútbol.- Acabó las treinta se levantó y nos cambiamos de sitio –Pero hablemos de ti. ¿Por qué me has defendido en el comedor?¿Ya te has enamorado de mí?- Paré de golpe.

-¿Perdona?-

-Era solo una pregunta. Sigue, te están adelantando.- Bajé- y coloca bien los brazos.- Hice las que me quedaban, acabé antes que los demás.

-¿Estás acostumbrado a que todas se mueran por ti, no?-

-Y tú también, por lo que veo. Tiene sentido, eres guapa, sexy... eres pelirroja así que lamas la atención. Pero eres una borde. ¿Qué ven los tíos en ti?-

-No soy una borde, soy un amor de niña. Solo que me has caído mal-

-Eso ya lo has dicho.-

Me levanté y fui hacia el saco de boxeo.

-¿Y en ti? Porque yo belleza, pero tú ..ni eso –mentí.

-¿Te han dicho alguna vez que mientes fatal?-

-Alguna...– empecé a dar golpes al saco, –contesta-.

-Lo que ven, al igual que tú, es que soy guapo, divertido y...- su labio rozó mi oído –beso fenomenal-

-Eso habría que verlo- le di un fuerte golpe al saco y me hice daño en la mano.-¡Mierda!-

-¿Estás bien?- le miré entrecerrando los ojos, haciendo una mueca. -¿Dónde te has hecho daño?- se corrigió.

-En la mano, la derecha.- me giré y di un golpe con otra mano.

-¿Pero quieres parar?- me gritó –¿Quieres romperte también la otra?-

-No está rota, solo necesita hielo.-

-Pues vamos a por él, ¿dónde está?-

-En la cocina-

-Pues vamos.- Se dirigía hacia la puerta cuando se dio cuenta de que no le seguía, -¿vamos?-

-Tenemos que avisar a Diego, no es un instituto como los tuyos que te puedes ir cuando te de la gana, ¿sabes?-

Refunfuñó y se dirigió a Diego, que después se acercó a mí.

-No hay día que no te pase algo, ¿eh?-

-Lo hago a propósito para que vengas a rescatarme- dije en tono irónico. Me hizo mover la muñeca con cuidado aun así me hizo daño.

-Vete a por hielo, y si te sigue doliendo ve a la enfermería.- Después miró a Iván.- Iván, te toca acompañarla, lo siento tío.- Le dijo

-¿Cómo que "lo siento, tío?" – fingí enfadarme –Puedo ir sola- y sin más fui hacia la puerta, aunque sentía que me seguía, me giré.

-¿Me estabas mirando el culo?- pregunté boquiabierta.

-¡Qué va!- me miró a los ojos mientras llegaba hasta mi lado.- Tu sudadera- me la tendió, la cogí con el brazo izquierdo y me la puse con cuidado.

Guárdame el secreto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora