CAPÍTULO 14:

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Daniel.

Ayer por la noche me enteré de que mi abuelo era mi tutor legal desde hacía diez años.

Después de estar con Ana y bebernos dos cervezas nos fuimos a las habitaciones. Ana estaba muy cansada pero me esperó para irnos juntos.

Jorge se acababa de levantar y estaba cogiendo la ropa para ir a las duchas.

-Buenos días.- Le dije levantándome.

-Buenos son.- Contestó sonriente.

-¿Y eso?-

-Porque hace sol, después de clase propondré un partido de fútbol, antes de defensa personal. Me apetece.-

-Te has despertado con el pie derecho.- Me giré a hacer la cama. Cogí mis cosas y fuimos al baño hablando del partido.

En el baño me encontré con Adrián e Iván. Mientras Jorge se metía en una ducha me acerqué a ellos.

-¿Qué tal volvisteis anoche?- pregunté a Adrián que se secaba el pelo con una toalla.

-Bien, muy bien. María es muy simpática, nos despedimos de todos y vinimos.- Contestó sonriendo. Iván, por su parte esquivaba mi mirada.

-¿Qué tal Iván?-

-Bien.- Contestó.

-Esta tarde después de las clases vamos a jugar a un partido de fútbol, ¿os apuntáis?.-

-Sí, claro.- Iván asintió, igual que su hermano.

-Genial, en el campo.-

Me metí en la ducha dejando que el agua relajara mis músculos, el agua estaba muy caliente, pero no me importaba.

Pensé en la cara de Ana cuando escuchó a don Carlos admitir que era nuestro abuelo. Prácticamente no había pegado ojo en toda la noche recapacitándolo todo.

¿Es que nunca va a acabar la mala suerte que hay en mi familia? Primero mis padres, luego mi abuela y ahora... mi abuelo...

Al salir de la ducha volví a la habitación. Jorge se estaba vistiendo, había llegado antes que yo y ya estaba casi preparado.

-Cada día vas más lento, tío...- me dijo. Sonreí pero evité su mirada.

-Ve bajando, ahora voy yo.- Le dije. Al principio insistió en esperarme pero le convencí y bajó solo.

Sin saber muy bien por qué abrí el armario, busqué debajo de mis camisetas y encontré la foto de mi familia. Estábamos los cuatro, mi madre, mi padre, Ana y yo en el centro de la foto. Detrás estaban algunos amigos de la familia, a los que ahora puedo diferenciar de la fiesta, y entre ellos mi abuela con don Carlos, salían hablando entre ellos, igual que los demás, pero parecían felices.

Estábamos sonrientes, felices, ajenos a todo lo que pudiera pasar.

Sentí como una tímida lágrima caía por mi mejilla al recordar ese día.

Su último día con nosotros.

-Os quiero...- susurré.

Me acerqué la foto al pecho y la abracé como si de mis padres se tratara.

-Os quiero...- repetí.

Me aparté la lágrima de la mejilla, volví a esconder la foto, me vestí y bajé al comedor.

Tenía ganas de contárselo a Jorge para que me diera alguna de sus ingeniosas ideas para aprovechar la situación, o para saber qué hacer, pero no podía.

Guárdame el secreto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora