CAPÍTULO 22:

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Iván.

Alguien me perseguía, corría todo lo que podía pero mis el suelo parecía ir en mi contra. Una mano me tiró al suelo. Gritaba pero no tenía voz.

Abrí los ojos y me incorporé de golpe.

-¿Estás bien?- preguntó Adrián sentándose a mi lado en la cama.

-Sí, solo... una pesadilla...- Me froté los ojos.

-¿Moría alguien?-

-¿Qué? No.-

Me levanté y cogí el neceser para ir al baño.

-¿Me puedes contar qué coño te pasa?-

-¿Qué?- pregunté sorprendido.

-Llevas rarísimo desde ayer por la noche, más de lo normal. Así que cuéntame qué te ha pasado.-

-Nada, me acabo de despertar, eso es todo.- Abrí la puerta pero él la cerró.

-No es eso, y lo sabes.- Dijo serio.

-No tienes que preocuparte por nada, en serio.- Intenté tranquilizarle.

No me quitaba la vista de encima y se apoyó en la puerta para mostrarme que no me iba a dejar pasar.

-Rodrigo y Sergio ayer estaban enfermos,- ella una vez mintió por mí a sus amigos, me tocaba devolverle el favor. –Ana y yo estuvimos hablando y me enteré de que fue muy buena amiga de Fernando,- negó con la cabeza, -el que en clase de matemáticas se sabe la respuesta antes que tú. – Suspiró fuerte.- Y de Emilio.-

-¿El que no hace nada y pasa de todo?-

-El mismo.-

-¿Eso era?- Asentí.-¿Y a ti que más te da?-

-Pues que no son de fiar...-

-Me habías asustado pedazo de idiota. Tira para la ducha.-

Abrió la puerta y me empujó.

-Sí, mamá.- Dije con tono repelente.

Daniel.

-Creía que no ibas a venir...- Dije abrazándola por la cintura.

-Que poco me conoces, entonces...- María se giró y me besó, suave y sensualmente. Se separó y agarrada de mi mano, comenzó a caminar. -¿Desayunamos?-

-Me vale con tus besos.- Me acerqué y la volví a besar.

Una sonrisa se extendió por su cara.

-Qué bonito...- Dijo todavía cerca de mis labios.

-¿Verdad?- Me volví a acercar para besarla.

En realidad había sonado demasiado empalagoso, para mí gusto, pero a ella le gustaba, y ella me gustaba a mí, así que...

-Sí...-

-A mí no me digas eso...- La voz del subdirector salía de detrás del árbol en el que estábamos escondidos.

Puse la mano en la boca a María, para que no dijera nada, y me asomé.

Don Federico estaba hablando por teléfono y vigilaba que nadie le escuchara, ni le viera.

-No creo que lo sepan... ¿Ya lo saben? ¿Quién se lo ha dicho?– No dejaba de mirar a todos los lados.-No me separaré de ellos... Descuida, les conseguiremos callar.- Colgó el teléfono, y caminó hacia el internado, sin dejar de mirar a todos los lados.

Guárdame el secreto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora