Capítulo 33

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Se apoya en el marco de la puerta y sonríe. Lucas está tumbado semidesnudo en la cama, pero nada de una forma convencional. Tiene los pies puestos en la almohada y su cabeza ocupa la parte inferior de la cama. Su cuerpo está al descubierto, excepto su culo, que está tapado por una fina sábana blanca. Ahora mismo se arrepiente de haberle confesado que tenía la regla. Vaya excusa más tonta. Parece una cría inventando tales cosas, aunque así ha demostrado que no sólo se puede evitar el sexo con un dolor de cabeza, ¿no?

- ¿Ideando un plan, señor Lewis?

La voz de Dakota lo sorprende y levanta la cabeza en un segundo. La mira de arriba abajo. No dice nada, tan solo sonríe malicioso.

- Algo así señorita Moore. Aunque no piense que en mis planes entra que usted salga así a conquistar a ese tipo.

- Pues lo siento mucho señor Lewis, pero sólo traje esta muda del otro hotel.

¿Tan sexy iba? Tampoco era nada del otro mundo. Llevaba una falda negra de tubo que le llegaba casi hasta las rodillas conjuntada con un top blanco y abierto en forma de triángulo alargado por los lados. Entre esas aberturas se podía ver su sujetador negro lencero. Además, no se había puesto ni tacones, sino que había elegido unas sandalias con plataformas en color plateado.

- No hay ningún problema señorita. Llamaré a recepción para que le compren un nuevo modelito.

- Ni lo sueñe –sonríe y huye hacia la puerta – Confíe en mí. Esto va a funcionar.

En un rápido asalto sale de la habitación y tras convencer al guarda de seguridad de que el señor Lewis le ha dado permiso para salir sola, se monta en el ascensor rumbo a la calle. Tiene que averiguar en qué habitación se hospeda el asistente de Kendall. Sin embargo, se da por vencida cuando ve que el guardaespaldas la sigue a una distancia prudencial. Menos mal que no son como esos de las películas que van vestidos de negros y denotan su profesión desde dos kilómetros de distancia. Lo ignora y sigue adelante, al menos sabe que está protegida.

Atraviesa el hall del hotel que abandonaron anoche con un paso tranquilo y sereno. Tiene que hacer notar que es una chica segura a la hora de hablar para que nadie sospeche nada fuera de lo normal y más ante tal recepción. Un gran mostrador de unos cuatro metros de largo se extiende ante ella, bañado en pintura de color madera en tonos blancos y encima, en colores grises oscuros, figuras de decoración minimalistas. Espera su turno detrás de una pareja que hablan acaramelados sobre los planes de sus vacaciones cuando de pronto se acuerda de que necesita una buena excusa para poder conseguir el número de habitación de su objetivo. Se aleja de la cola y se encamina hacia los ascensores mientras saca el teléfono del bolsillo. Marca el número de Lucas.

- ¿Ha pasado algo? –normalmente suele presentarse diciendo su nombre. Esta vez no. Apenas ha tardado un segundo en descolgar la llamada

- No. Necesito que me traigas una botella de champán y polvos de esos de las películas que hacen que te duermas.

- Dakota, no hagas tonterías. No estás en una película, así que bájate de tus ideales y vuelve aquí mismo.

- Es mi cebo para entrar en la habitación. Les diré que me has dicho que se lo lleve de tu parte así que si te llaman para comprobarlo sabes lo que tienes que decir.

- ¿Qué tipo de champán?

- Eso no importa. Te espero en el hueco del ascensor en cinco minutos –y cuelga.

Se sienta en los escalones de la escalera de emergencia mientras guarda el número de Lucas en la marcación rápida tal y como le dijo ayer. Espera no tener que insinuarse mucho ante tal chico para conseguir lo que quiere porque si no se morirá de un ataque de repugnancia. El chico no está mal, pero se nota que es joven por el acné que cubre su cara tras esas grandes gafas que le dan ese toque de empollón de la clase. Cuando lo vio el día anterior vestía un traje azul marino con camisa blanca y una mal abrochada corbata negra.

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