¿Enamorado de ella?

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Sebastián observaba fijamente la taza en su mano con la frente ligeramente arrugada.

— ¿Te pasa algo, hermanito? – preguntó Gabriela

Saliendo de su ensimismamiento le dedicó una cálida sonrisa —No, nada, solo pensaba.

—Un millón por tus pensamientos, hermanito. __Ay, Sebastián, ¿qué te traes? Porque es súper extraño que estés tan temprano aquí en la casa.

__ ¿Está prohibido visitarlos?

__No, pero extraño.

__Acepta que tú no puedes vivir sin mí, ¿verdad?—tenía una sonrisa de oreja a oreja.

__Yo si acepto que no puedo vivir sin ti pero no sé, tienes algo...

—¿Y a qué se debe tanto interés por mí? —preguntó. – ¿Qué estoy haciendo para que tengas tanta curiosidad?

Se quedó observándolo por un momento.

—¡Dios, Sebastián! Y yo que creía que eras la excepción que rompía la regla. ¿Estás enamorado?

—Qué quieres, tengo veinticuatro años —le guiñó un ojo divertido

—Ahora tendrás que contarme todo.

El timbre de la puerta sonó rompiendo la interesante conversación.

—Voy yo —dijo Gabriela. –Seguro que es Michelle. Hemos quedado para ir de tiendas, pero aún no estoy vestida. – Por estas te libras en la próxima no te escaparas. –le advirtió.

Esta vez era su madre Guadalupe. Se acercó a ellos con una sonrisa en los labios.

—Sebastián, cielo, qué alegría verte. Le dio un cariñoso abrazo.

—Mírate, estás guapísimo. Te has convertido en un hombre irresistible. Sebastián sonrió, parecía un poco turbado por los halagos.

—Yo también me alegro de verte mamá.

—Voy a la cocina a guardar estas cosas, ¿te quedaras a comer con nosotros?

—No mamá será otro día.

—Está bien. —se escuchó decepción en la voz de Guadalupe.

—Mamá, ¿por qué tocas a la puerta? ¿Dónde dejasteis tus llaves?—preguntó con preocupación Gabriela

— Ay, niña. Las olvidé—dice. Últimamente su mamá Guadalupe olvidaba las cosas. Debía estar más pendiente a ella.

Volvió a sonar el timbre.

—Yo abro. Ahora si debe ser la loca de mi amiga. Abrió la puerta y apareció una resplandeciente Michelle.

—Ven, vamos. Aquí está el príncipe azul de Sebastián ️para que lo saludes.

—De seguro me está esperando ️para echarme a los cocodrilos por ayudarte en tu escapada—dijo sarcástica

—Si eres exagerada. Entraron en la cocina donde aún permanecía Sebastián.

__Ésta es mi amiga Michelle, ¿la recuerdas? —preguntó con un leve humor. ¿Que si la recordaba? Cómo olvidar lo que hizo mejor dicho.

 __ ¿Como olvidarla, no?—enarco una ceja  

__Por cierto hermanito, había olvidado el pedido que me hiciste. Tendrás que perdonarme, entre la universidad, la casa y otras cosas, lo olvidé. Pero ya lo ordené. Christian me avisará tan pronto llegue.

__No hay problema Gabriela. Yo también lo había olvidado. —A propósito, ¿Cómo te va con él?

__Muy bien. Ya sabes tenemos que compartir el tiempo entre trabajo y estudios.

__ ¿Y ese muchacho que era tu amigo?

__ ¿Aarón? —Aarón no era mi amigo, es mi mejor amigo.

__Un amigo que de seguro quiere algo más—hizo una mueca al decirlo

__No sé lo que insinúas, pero él es mi amigo y que yo sepa no está prohibido tener amigos hombres. ¿O sí?

Sebastián volvió hacer una mueca. A su mente llegó la imagen de Grace y el hijo de Adams, Nicolás. A el particularmente, no le gustaba ese tipo rondándola todo el tiempo.

__Ahora, me tengo que ir—Te quiero hermanito, lo sabes. —se despidió con un beso.

Si tener el aparato auditivo para Grace hubiera sido de vida o muerte, ya hubiera muerto en el intento. No, él no podía imaginar una vida sin ella menos ahora que la había encontrado. Ella era diferente. Cuando la tenía cerca parecía como si un remolino de emociones estallara dentro de él. Que alguien te hiciera sentir cosas sin ponerte un dedo encima, solo ella podía hacerlo. No podía creer lo rápido que Grace se había metido bajo su piel y en su corazón. Nunca se consideró un romántico más bien como un jugador en sus años adolescentes, pero ella lo estaba cambiando.

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Susurros del corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora