PARTE VEINTIUNO

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Salimos todos juntos a la tienda para comprar algo dulce y alegrar la noche. Hyuk comentó que nos serviría de ejercicio además de que sería bueno respirar un poco de aire para despejarnos.

Los chicos se esforzaban por hacerme sonreír y olvidar un poco mi situación. Me sorprendió lo mucho que se preocupaban por como lo estaba pasando, me sentí halagado al ser consentido por todos.

Escogimos helado y galletas que pagué con la tarjeta de Mink. Sentí remordimiento, pero sabia que usarla o no, de todos modos sería obligado a hacer cosas contra mi voluntad.

Dormimos tarde platicando y comiendo mientras hacíamos planes para lo próximo que se me presentara. Serían mis psicólogos y consejeros. Ayudarían a mantenerme cuerdo y a no perder la paciencia, no me dejarían solo siempre y cuando yo fuera sincero y les platicara todo lo que pasa.

En la mañana me desperté antes que todos, pero se me dificultó. Las piernas y los hombros los tenía completamente adoloridos, tanto que me costó trabajo siquiera quitarme las cobijas de encima. Al caminar, mis caderas me protestaban y no me dejaban caminar derecho, el dolor también era terrible. Me bañé con mucha lentitud, cada movimiento de mis brazos me daba calambres dolorosos. El pecho aún lo tenia con marcas moradas y amarillentas, los rasguños ya eran leves costras pero seguían viéndose. Me miré en el espejo del baño para corroborar hasta donde estaban las marcas. El cuello y los hombros eran los mas dañados, hoy tendría que utilizar una playera que cubriera los moretones.

Rasguños en las piernas, en el abdomen y en la espalda. Parecía como si un gato me hubiera atacado. Algunos moretones me daba miedo mirar con mas detenimiento, en verdad parecían golpes por el gran tamaño ya que no son pequeños como los que hace una boca, si no un puño. Temblé al pensar que Ilwoon en verdad me castigó.

Escuché ruidos de los chicos y me apresuré a salir para que de nuevo, no vieran mis horribles marcas.

Corrí al cuarto sin hacer ruido y sin darme cuenta, Leo estaba cambiándose, seguía en boxers y sin playera. Me volteó a ver y se quedó mirándome sin decir nada. Parecía una estatua, una bonita.
Anoche, después de hablar con los chicos, Leo no volvió a hablarme o siquiera verme. Se mantuvo lejos de nosotros y fue el primero en ir a dormir. Me sentí cohibido al verlo ahí, pero decidí no hacer mayor caso y me dediqué a buscar ropa para el día de hoy.

Él tampoco me hizo ningún comentario y siguió con lo suyo, podía ver por el rabillo del ojo que estaba combinando ropa.

Estaba por ponerme la ropa interior cuando escuché que se cerraba la puerta de la habitación, voltie rápido y vi a Leo mirándome fijamente, ya se había cambiado. Agarre con fuerza la toalla que tenía amarrada a la cintura y me apuré para ponerme el bóxer.
El cuarto es muy pequeño así que llego con 3 zancadas a mi lado, me tomo ambas manos con una suya, protesté pero la frialdad de su mirada me heló y me detuvo. Con la mano libre quitó la toalla que cubría mi desnudez y la dejó caer a nuestros pies. La cara se me encendió y un grito se ahogó en mi garganta. Sus ojos veían mi entrepierna con sorpresa, examinándola, bajé los ojos junto con él y pude ver por que su reacción. Tenía un enorme moretón de color rojo en mi miembro, zafe mis manos de su agarre y me puse a examinar ni pene. ¿Por qué demonios no lo vi? Lo apreté y me dolió. Leo seguía sin decir nada. De repente, me dio la vuelta y quedé de espaldas, se agachó dejando su cara de frente a mi trasero. Me temblaron las piernas ante su acción. Sentí como me tocaba toda la espada baja y sin mi permiso, abrió mis nalgas.

— ¿Qué demonios haces? —le dije en un susurro, no quería que alguien me oyera, entrara y nos viera en esa posición.

No me respondió, seguía agachado detrás de mi abriendo mi trasero.

—Tienes mas aquí abajo —suspiró —. En verdad se aprovechó de ti, ¿Cómo es posible que no te duela? Hay hasta rasguños —volvió a suspirar.

Estaba sorprendido, ayer no me dolía nada, pero hoy estaba muerto de cansancio, mis piernas a penas si tenían fuerza para mantenerme en pie y el cuerpo lo sentía caliente y adolorido por las marcas. Las caderas me dolían tanto que tenia miedo de que en cualquier momento se me quebraran. Estaba hecho polvo, quería que dejara de mirarme. De criticar, a mi no me gustaba mas que a él todo ésto.

Me quité de su vista para cambiarme. Lo vi agachado en la misma posición analizándome. Me puse ropa de Mink ya que según estaba escrito en el contrato, hoy viernes lo vería. Escogí un pantalón negro pegado, camisa gris, botas negras y una chamarra verde militar. No me preocupé en esconder los pocos cardenales que se asomaban en mi cuello.

Sin decirnos palabra, me dirigí a la sala para tomar café y reanimar mi marchito cuerpo.

—Hongbin, ¿Cómo amaneciste? —Ravi estaba detrás de mi desayunando unas galletas con leche. Yo me encontraba en la pequeña terraza con mi gran taza de café para respirar el aire frío de la mañana.
Se paró junto a mi con su vaso de leche y unas galletas en la boca. Nos quedamos en silencio unos minutos, solo escuchando nuestras respiraciones.

—Te mentiría si te digo que bien. Me duele mucho todo.

—Es lógico, con semejantes heridas, seria raro. Toma una pastilla para el dolor.

Giré mi cara para verlo, era muy varonil y muy atractivo. Podías verlo con un semblante rudo, pero en realidad era sólo un niñote.

—Tendré que traer pastillas para todo el día, no puedo ni mantenerme en pie y agarrar mi café al mismo tiempo —le di una de mis mas grandes sonrisas y cuando lo hice, sus ojos brillaron y me devolvió la sonrisa.

—Por favor Hongbin, no dejes de sonreír.

—Por favor Hongbin, no dejes de sonreír

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FAMA (VIXX Fanfic Yaoi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora