CAPITULO II PARTE ONCE

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Me desperté en medio de la oscuridad. La música había terminado y ahora veía el aparato prendido, una luz roja me lo indicaba.

Me revolví en la cama, la cabeza me dolía, tuve que levantarme con calma. Me senté en la orilla, dolía poco, pero era incómodo.

Caminé hacia el ventanal y lo abrí, el aire fresco entró en la estancia revolviendo unos papeles del escritorio. Salí al balcón y aspiré fuerte, las luces de la ciudad se veían como miles de estrellas brillando para mi.

El cabello se me revolvió y el aire que tocó mi cuello me dio escalofríos.

Regresé adentro, no sabía la hora.

No escuché ruido dentro del departamento, no salía por vergüenza a encarar a los chicos, además que no quería recordar lo que pasó...

Se me oprimió el pecho, la garganta se me inflamó en un nudo. Evite llorar, debía ser fuerte. Si no me levantaba de esto ahora, jamás lo haría después.

Decidí salir a la cocina para tomar una bebida. Puse el oído en la puerta para saber si escuchaba algo pero todo estaba en silencio. En verdad no quería ver a nadie y menos hablar, ya habría tiempo, pero ahora no.

Supuse que sería de madrugada por lo que los chicos estarían durmiendo en sus habitaciones, sólo así me decidí a abrir la puerta sin hacer ruido.

Quité el seguro y giré la perilla, la puerta se abrió como si la empujaran, pero era el cuerpo dormido de Leo en el piso recargado en la puerta. Se despertó de inmediato y se levantó para abrazarme. Su cuerpo estaba frío.

Estaba sorprendido por encontrármelo ahí en el pasillo dormido en mi puerta.

Dejó de abrazarme, agarró mis manos, las subió hasta su cara y las besó. Le sonreí un poco.

No nos dijimos nada, agarrados de la mano lo llevé a la cocina y saqué un jugo del refrigerador. Regresamos a mi cuarto con las manos entrelazadas.

Dejé que pasara y cerré la puerta otra vez con seguro.

Prendí la luz y lo solté. Tenía la cara más pálida de lo normal y permanecía quieto a un lado de mi cama.

Lo vi con ternura, se notaba la preocupación en su rostro junto con las enormes bolsas de ojeras.

Me senté con mucho cuidado y él se acercó para hacer lo mismo. Volvió a tomar mi mano, con la que me quedaba libre me empine la botella de jugo.

La acercó a su mejilla y cerró los ojos, como si estuviera aliviado.

—Creí que moriría —susurró.

Su lindo gesto me enterneció. Recargué mi cabeza en su hombro para perderme en el olor de su cuello. Besó la coronilla de mi cabeza.

—Estoy bien —susurré.

Soltó mi mano y me abrazó con mucha fuerza, como si estuviera desesperado. Respiraba fuerte.

—Estoy bien —repetí, pero la voz se me entrecorto.

El calor de su cuerpo me hizo saber que estaba seguro, él me protegería.

No lo pude evitar, lloré en sus brazos mientras nos mecía. Mis sollozos aumentaban en intensidad cada vez que evitaba recordar lo que me pasó, venían esos horribles recuerdos a apretarme la garganta para evitar que respirara.

—Bin no sé que fue lo que ocurrió pero por favor dime, no guardes todo para ti. Estoy aquí para cuidar de ti, puedes escudarte en mi.

A lo mejor soy un idiota como muchas veces me lo han dicho, pero sabía hasta qué punto confiar en alguien.

Me levanté del abrazo de Leo y lo encaré. Limpié mi cara de las lágrimas en mis mejillas y sonreí, le acaricié el rostro.

—Nada, confía en mi cuando te digo que no pasó nada. Sólo estoy harto de convivir con ellos, me siento muy cansado y quisiera pasar más tiempo ensayando que tener que prepararme para las citas. Quiero poder ser dueño de mi tiempo y de mis decisiones.

Sus ojos eran indescifrables, pero parecía que me creían.

—¿Por eso lloraste? ¿Por eso te encerraste toda la tarde con la música a todo volumen y no hiciste caso a nuestros gritos para que abrieras?

Volví a sonreír.

—Si.

Sus ojos trataban de descubrir algo más, no me ganaría. La verdad se le concede a quien la merece.

Convencido, volvimos a abrazarnos.

Cambié el tema y le pedí que me platicara sobre su día, me contó todo lo que estaba preparando, que compondría canciones en el estudio que le permitieron usar y que los chicos estaban esforzándose al máximo para las próximas presentaciones. Se veía feliz y eso me tranquilizó.

Bostezó en cuanto dejó de hablar, ambos estábamos cansados, pero no podíamos dejar de vernos a los ojos. Me sonreía mientras acariciaba mi cara o mis manos, parecía como si no quisiera dejar de tocarme, como que si lo fuera a hacer, yo desaparecería.

Hacía más frío así que lo recosté conmigo en la cama después de que apagamos las luces para dormir. Me abracé a su pecho para que el latido de su corazón me arrullara.

—Estoy feliz de que estés bien, estos días que no te vi sentía que me explotaría la cabeza al no saber nada de ti.

Me apretó y recargó su cara en mi cabeza, su cuerpo olía a su piel, un olor dulce, me gustaba.

—Solo estoy cansado, por favor no te asustes, estoy bien. Necesito unas buenas vacaciones.

—Me encantaría llevarte a comer fideos fuera de la ciudad, alejarnos un poco y poder disfrutar de nosotros.

—Sería un buen descanso, me gustaría acompañarte Leo.

Su respiración se escuchaba en el silencio, la oscuridad nos protegía, dormiría tranquilo junto al calor de su cuerpo.

Estaba cerrando los ojos para quedarme dormido cuando su suave voz interrumpió la quietud del lugar.

—Hongbin ¿Me amas?

FAMA (VIXX Fanfic Yaoi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora