"¿Peligroso?"

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Y ahí estábamos los dos, entrando a un hermoso restaurante en medio Manhattan, muy cerca de Time Square. Hacía tanto que no visitaba ese lugar, que ya había olvidado las direcciones. Justin no lo conocía así que llevaba su gps encendido mientras viajábamos.

En el auto había notado algunos raspones en mis piernas, los cuales se unían con el resto de las marcas que ellas guardaban. Cada cicatriz tenía un recuerdo. Por ejemplo una que tenía cerca de la rodilla, esa cicatriz era perfectamente redonda y cada vez que la veía podía recordar a mi mamá gritando: "Jane, te vas a caer. Bajate ya de ese árbol." y al mismo tiempo, yo caía con las piernas torcidas contra el suelo. Ese día había llorado por primera vez gracias a un golpe, lograba ver algo de grasa a través de la herida y pensaba que iban a tener que sacarme la pierna.

Exagerada siempre.

Finalmente nos sentamos y Justin pidió vino blanco. Nunca había sido fanática del vino, si de la bebida, pero no del vino, sin embargo, ese día me enamoré de ese dulce trago. Quizás se debía a la persona con quien lo estaba compartiendo, que era lo más probable.
Había mantenido el silencio algunos segundos y me había concentrado en el lugar, en las personas a nuestro alrededor, en Justin... No sabía bien porqué, pero él tenía ese algo que te embobaba, que te obligaba a pegar tu mirada en él. Quizás se debía a todos sus tatuajes, a su llamativo pelo, a su forma de vestir, o al exagerado brillo que emitían sus ojos volviéndote esclava de ellos. Eran dudas que no me respondía y no entendía como entraba tanto en una sola persona.

- ¿Sabes? Si miro atrás, exactamente dos meses, antes de besarte me hubiese clavado la lengua a la pared - dije sonriendo.

- Un día te dije que las personas cambiaban - me contestó.

- Y tenías razón. Yo creo que los sentimientos pueden dar vuelta a todos - acababa de incluir la palabra sentimientos y estaba empezando a creer que había sido un error.

- Al final del día, todos somos panqueques -

- Real - contesté mirándolo a los ojos.

Viendo los alrededores, había notado lo perfectamente elegante que la gente se vestía, y después llegaba yo, short de jean, remera de tiras blanca y ojotas, más crota imposible.

- Hacen dos meses no podría haber puesto la palabra amor y tu nombre en la misma oración - sus ojos brillaban con la misma intensidad de siempre, esa intensidad que me daba ganas de tirarme arriba de la mesa y besarlo hasta morir.

Ahí está la crota otra vez.

- ¿Amor? - pregunté esperando una buena respuesta de su parte.

- Quizás... - suspiró.

- Lo que tiene que ser, va a ser - sonreí repitiendo aquella frase que alguna vez habíamos dicho.

- Ni novios ni amantes... - empezó a cantar - AMIGOS CON DERECHOS -

- Que calidad para arruinar una conversación - reí.

- No pude evitar pensar en que eso somos -

Justin se levantó de su lugar y avisandome, se dirigió al baño. Su forma de caminar era la octava maravilla del mundo, y ahora me preguntaba, ¿Qué mierda me pasa que todo lo veo perfecto en él? Cada cosa que hacía para mi era hermosa, al igual que cada parte de su cuerpo. Podría entrar al baño en este mismo momento, verlo sentado en el inodoro y pensar "se ve tan bien" porque para estúpida estaba yo.
Su celular, el cual había quedado sobre la mesa, empezó a vibrar señalando que había recibido un mensaje. Me picó la puta intriga, y no pude evitar leerlo.

This isn't right. «Justin Bieber - Español»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora