"No todo es lo que parece."

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(...)

– ¿Qué mierda le pasó? – me decía Scott con un tono totalmente alterado.

– Te dije que no tengo ni la más puta idea. Entró y se desmayó – le expliqué. Me encontraba en el mismo estado de pánico que él.

– ¿Pero no dijo nada? –

– ¿No entendes que entró y se desmayó? No habló, Scott – me encontraba en el asiento de atrás con la cabeza de Justin en mis piernas. No había reaccionado. – Mierda, ¿Podrías ir más rápido? –

– Está lleno de putos autos Jane. ¿Queres que les pase por arriba? Explicame – sabía que él no quería responderme mal y que solo se trataba de sus nervios.

– Justin, ¿Me escuchas? – le susurré a mi primo pero no dio señales. Agradecía a Dios el sentir su pulso, cosa que me calmaba.

En cuanto logramos llegar al puto hospital, Scott salió disparado del auto gritando auxilio. Rápidamente algunos enfermeros se acercaron a mi con una gran camilla y con extremo cuidado, subieron a Justin en ella.
Con Scott caminamos junto a los médicos por los largos pasillos hasta que, como en las películas, nos dijeron que solo podíamos llegar hasta ahí, solo que yo no hice el drama de gritarle palabras de aliento.
Me senté en la sala de espera, mientras que Scott simplemente se derrumbó contra una pared, colocando la cabeza entre sus piernas. Mis ojos estaba cristalizados y un nudo en la garganta me asfixiaba. Sentía tanta angustia, veía el miedo en el amigo de Justin, sabía la preocupación que él sentía y me volvía loca no poder saber que había pasado.

(...)

Pasaron aproximadamente dos horas desde que habíamos llegado y nadie, absolutamente nadie, se había dignado a salir y decirnos que mierda había pasado.
El puto nudo de mi garganta, se había adueñado de mi estomago y mi cerebro, volviéndome un atado de nervios que me estaba matando. En una ocasión, una enfermera se había ofresido a darme algún calmante porque según ella, estaba totalmente palida, cosa realmente posible.
Apoyé mi cabeza contra la pared y no pude evitar recordar a Justin cantando esas estúpidas canciones del verano o bailando como un villero. Sonreí y noté que lo había hecho notorio, así que agache la cabeza.
Scott había bajado a buscar algo para comer y yo seguía estática en la misma posición.

– ¿Familiares de Justin Bieber? – preguntó una señora morena, de unos cuarenta y tantos años, con un guardapolvo blanco, quien supuse, era la doctora.

– ¡Yo! – me levanté lo más rápido que pude. – Soy la prima –

– Bien... – miró una especie de cartilla que llevaba entre sus manos. – Tuvimos que operarlo – me contó. – Recibió dos disparos. Uno fue cerca del riñón izquierdo, pero por suerte, no le afectó y solo fueron necesarios dos puntos para cerrar la herida –

– Uff – suspire aliviada.

– Pero el otro disparo fue muy cerca del pulmón, y perdió mucha sangre, debido a que sacar la bala de ese lugar requirió tocar algunas venas y vasos. Así que necesitamos conseguir donantes, lo antes posible – explicó – Su grupo de sangre es donador universal, pero no puede recibir otra sangre que no sea esa – agregó. En mi mente pensaba porqué mierda la hacía tan larga y no decía que necesitaba.

– Grupo cero, ¿Verdad? – algo había aprendido en biología.

– Exactamente. El banco de sangre está vacío – mi piel se erizó.

– Yo puedo dornarle –

(...)

Desde que tengo memoria le tengo pánico a las agujas. Supongo que se debe a que sufría de anemia y todo el tiempo tenían que analizar mi sangre, por lo tanto, tenían que pincharme el brazo y lo odiaba.
Te vas a morir, pelotuda, ¿Qué haces donando nuestra sangre? Es nuestra.
Me encontraba en una habitación completamente blanca, acostada sobre una camilla muy incomoda. Mi brazo izquierdo se encontraba estirado. La enfermera preparó lo necesario para sacar el rojo liquido de mi organismo y casi me desmayo cuando vi la puta aguja. Respiré como pude y traté de concentrarme lo más posible.
Me pidieron que cerrara la mano y cuando menos lo noté, una aguja con una larga manguerita, con mi sangre dentro de ella, salia de mi piel.
Me relaje tal y como me lo pidieron, y a pesar del pánico, logré aguantar todo el procedimiento. Las enfermeras salieron de la habitación con el saché rojo entre sus manos y yo me quedé acostada, como habían sugerido.

(...)

Scott pasó a ver a Justin antes que yo, cosa que me parecía justa, porque se conocían desde hace mucho tiempo.
Me encontraba parada, mirando por la pequeña ventana redornda que daba a la habitación a mi primo, quien se veía increíblemente indefenso.

– Te toca – me dijo Scott dándome un empujón para entrar.

Justin me miró y esbozó una hermosa sonrisa. Pude notar que de su nariz salía un respirador y de su mano, una manguera con suero. Su cara tenía varios golpes y machucones, pero nada de eso borraba la belleza que su rostro cargaba.

– ¿Cómo estas? – pregunté sentándome a su lado.

– Me falta el aire, supongo que bien – respondió pausadamente.

– Me asustaste muchísimo – tomé su mano y la acaricié. No quería llorar frente a él.

– Hierba mala nunca muere – dijo con cierto tono de queja, pero sonriendo.

– La verdad, che – sonreí. – ¿Cómo se siente mi sangre? –

– Pasa como piña – esta vez reí. Me alegraba saber que estaba bien.

– ¿Te duele algo? ¿Necesitas que haga algo por vos? – le pregunté, sin soltar su mano.

– Necesito que me prometas algo... –

– Decime – respondí y soltó un leve suspiro.

– Prometeme que vas a tener cuidado, por favor – su voz era ronca y entre cada palabra, había algún sonido de queja.

– Lo prometo – asentí – Pero, ¿Qué está pasando? –

– No todo es lo que parece –

Sus palabras me preocuparon mucho más de lo que estaba antes y pensé en preguntarle que pasaba, que había provocado esto, pero me parecía demasiado desubicado de mi parte presionarlo a hablar sobre algo que quizás, era mucho peor de lo que yo imaginaba, y creanme que si era feo lo que cruzaba por mi mente. Pero a pesar de eso, en su estado no me parecía bien que se esforzara.

– Necesito una cosa más, Jane – susurró.

– Si, Justin. Decime – mis ojos estaban cristalizados nuevamente y juraba que si pasaba un solo segundo más iba a llorar sobre él hasta quedarme sin aliento. Me sorprendía verme así, yo no era para nada sensible, y jamás había estado tan mal por alguien, cosa que me preocupaba.

¿Quién mierda sos y que hiciste con Jane Wells?

– ¿Me das un beso? – pidió haciendo un tierno puchero.

– Te puedo hacer daño, Justin – respondí.

– Bebé, que esté herido no me hace de cristal - sonrió. – Por favor –

Me incline levemente, e intentando no tocar su cuerpo para no causarle dolor, lo besé. Mientras nuestros labios hacían lo que ellos querían, sentía como ese nudo en mi pecho se desataba y por fin entendí quien podía romperme y volverme a armar a la vez.
Con su mano libre acariciaba mi mejilla y mi hombro. Toqué tu pelo y dejé nuestras frentes pegadas. Sonrió y como pudo, depositó un leve beso en ella.

– Te quiero, Jane – dijo con sus labios pegados a mi frente.

– Te quiero – dije y volví a besarlo.

Ese insoportable miedo que me había provocado estar cerca de perderlo, me hizo ver que realmente lo quería, que mis palabras no eran un juego y que ya era hora de admitirme a mi misma lo que sentía. A pesar de querer salir corriendo, no podía. Nos pertenecíamos y, ¿Cómo se supone que dejas aquello a lo que perteneces? Es simplemente parte de vos y eso lo hace imborrable. Y con pertenecíamos, me refería a que algo secreto y nuestro nos unía de un hermosa forma.
Yo había entendido que sus besos eran mi cable a tierra y su existencia era mi todo. En tan poco tiempo, se había convertido en alguien esencial para mi vida y me encantaba que así fuera. Sabía que estar sin él sería algo imposible de hacer si era de voluntad propia.

Estaba enamorada, y por primera vez me lo decía a mi misma. Me había enamorado con esa única y hermosa manera de amar, de sentir, de necesitar y desear. Estaba loca por una persona, por alguien que me complementaba a la perfección y me hacía sentir que le pasaba lo mismo.
Estaba enamorada de mi primo.
Estaba enamorada de él.

This isn't right. «Justin Bieber - Español»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora