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Todavía con los ojos cerrados, el chico se remueve en la silla y estira sus piernas. Lentamente abre los ojos y observa la habitación, cuando me ve, se reincorpora. Se levanta, deja la chaqueta en el asiento que ocupaba y se acerca a mí acomodando su largo cabello. Observa las máquinas, el pitido regular del pulsometro, observa la vía clavada en mi mano. Alza su vista hacia mí y frunce el ceño.

- Al fin te has despertado. - Dice molesto, como si debiera haberlo hecho hace tiempo.

- ¿Quién eres? - Se queda mirándome fijamente, perdido en sus pensamientos.

- ¿Te han visto ya? ¿Estás bien? - Observa la puerta a sus espaldas y seguidamente a mi, esperando una respuesta.

- No, yo... - No soy capaz de terminar la frase puesto que me interrumpe, todavía más molesto.

- ¿Y por qué mierda no has avisado a nadie? Quiero irme de una puta vez. - Gruñe. De nuevo observa la puerta y camina hacia ella.

- No llames a nadie, por favor. - Le suplico al tiempo que mi vista se nubla por las lágrimas. - Si lo haces llamaran a mis padres. -

- Me importa una mierda. Quiero saber si estás bien y así poder irme. - Estira su mano hacia el manillar.

- ¿Por qué te importa? - Sollozo. Al escucharme, detiene sus movimientos y se gira para verme.

- No me importa. - Dice con seguridad y desprecio. - Simplemente no quiero tener que cargar con el hecho de que te haya pasado algo. -

- Estoy bien. - Lloro, sintiendo como el dolor recorre mi cuerpo. - Sólo necesito salir de aquí. -

El chico me observa con detenimiento, su cuerpo está tenso y su ceño profundamente fruncido. Llevo mis manos a la cabeza y escondo mi rostro en mis rodillas, no puedo más. - ¿Por qué demonios tuviste que ayudarme? - Mi voz se quiebra y mi cuerpo tiembla. Siento que estoy a punto de morir, ahogándome en mi misma. La habitación es invadida por el silencio, tan sólo estoy yo y el ruido dentro de mí. Escucho pasos acercarse los cuales cesan frente a mi cama.

- ¿Por qué lo hiciste? - Su voz parece más profunda ahora, pero el tono de desprecio no ha desaparecido. - Todos los niños ricos sois iguales. -

- No podía más, no puedo más. Sólo quiero morir. Día a día es lo único en lo que pienso. - Descubro mi cara y paso mis manos por mis mejillas intentando secarlas. Seguidamente las paso por mi pelo para retirarlo de mi rostro. La expresión del chico ha cambiado, puedo ver como traga el nudo formado en su garganta. Me mira impactado, como si hubiera visto un fantasma. Se acerca a mí y sin ningún cuidado agarra mi brazo.

- ¿Quién te ha hecho eso? - Dice con voz grave, observando el hematoma que tiñe mi piel.

- No... Nadie... - Tartamudeo llena de miedo. - Ha debido de ser por la caída de ayer. -

- Una mierda. - Gruñe enfadado. - Una caída no deja marcas de dedos. -

Ahora soy yo quien intenta tragar el nudo que atasca mi garganta impidiéndome respirar, Darren nunca deja marcas... Si los médicos se enteran de esto tendré problemas, no dejarán que me vaya. Miro al chico fijamente, suplicándole en silencio que mantenga lo que ha visto en secreto, pero la dureza de su mirada me dice que no se quedará callado.

- Por favor. - El chico asiente con la cabeza y por un momento me siento aliviada.

Lo veo caminar hacia la silla que ocupaba, busca en los bolsillos de la chaqueta una cajetilla de tabaco y un mechero. Se lo guarda en el bolsillo del pantalón y sale de la habitación no antes de posar su mirada sobre mí una vez más. Abre la puerta y se marcha. Dejo salir un suspiro y apoyo mi cabeza contra el colchón, agradezco que no haya dicho nada. Cierro los ojos y segundos después escucho la puerta abrirse, me incorporo y veo a una enfermera acercarse a mí. Entro en pánico cuando coge mi brazo y busca directamente mi hematoma.

Inmediatamente mis ojos se llenan de lágrimas.

Veo al chico al otro lado de la puerta observándome. Su rostro no tiene expresión. Lo odio. ¿Por qué demonios ha tenido que contarlo? Creía que lo mantendría en secreto... Él me hizo entender que lo haría. No sé qué demonios hacer ahora, tengo que irme, tengo que salir de aquí... Él acaba de arruinar mi vida por completo.

Hold OnDonde viven las historias. Descúbrelo ahora