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Apoyado sobre una sola pierna, Harry se sostiene sobre la moto, observándome en la distancia con los brazos cruzados y la mirada perdida en algún lugar de su mente. Temblorosa, abro el pequeño bolso negro que llevo colgado y saco las llaves, abro la puerta y entro en la casa sin molestarme en cerrarla. Subo corriendo las escaleras dirigiéndome a mí habitación, abro el penúltimo cajón de mi armario y palpo el fondo hasta encontrar un abrecartas bañado en plata, regalo de mi decimoquinto cumpleaños. Una vez lo tengo en la mano, tiro del cajón hasta el borde y rajo la parte de abajo con cuidado de no romper lo que en ella escondo. Una libreta bancaria blanca y negra, un pasaporte y dinero en efectivo.

Observo las tres piezas que hay en mis manos mientras respiro agitada, sabía que algún día lo necesitaría, aunque nunca me imaginé que sería por este motivo. Me pregunto si siempre ha sido así, si siempre me han estado engañando y mintiendo. Me pregunto si todas esas veces que escuchaba a mis padres discutir no era más que una actuación, si las veces en las que mi madre me abrazaba entre lágrimas, eran reales. De rodillas en el suelo, lo guardo todo en el bolso y me estiro hasta alcanzar las botas negras que sobresalen bajo la cama. Libero mis pies de estos incómodos tacones que ya no tienen tacón y me pongo un par de calcetines para entrar en calor y seguidamente las botas. Torpemente me levanto y saco un pequeño bolso de viaje del armario.

- Jules. - La profunda voz de Harry suena de golpe haciéndome dar un pequeño salto. Está mojado, su pelo y su piel adornados con brillantes gotas que recorren su cuerpo hasta llegar a sus pies y tocar el suelo.

- Harry, ¿qué te ha pasado? Estás empapado. - Se cruza de brazos apoyándose contra el marco de la puerta y me mira alzando una ceja al tiempo que intenta ocultar una sonrisa. Sin descruzar sus brazos, señala la ventana desde donde se puede ver como la lluvia cae con fuerza. - Oh. - Mi piel se eriza cuando se acerca, transportando el frío con su cuerpo.

- Si quieres que te ayude, tenemos que irnos ya. - Recoge el bolso de viaje del suelo y sin ningún cuidado ni respeto, coge un puñado de camisetas y las mete en el interior, lo mismo hace con los pantalones.

- Esos son de hípica. - Le informo, pero el ignora mis palabras. - Y esos de deporte. - De nuevo me ignora. - ¡Harry! -

- Me importa una mierda de que sean, son pantalones, ¿no? - Me mira por un segundo, como si estuviera comprobando que tiene razón antes de seguir metiendo ropa en la bolsa. Lo veo abrir el cajón donde guardo mi ropa interior, en ese momento me pongo frente a él, quedando a escasos centímetros de su rostro. - No voy a encontrar nada que no haya visto, o quitado, antes. - Dice con un tono burlón, haciendo que todo mi cuerpo arda en una mezcla de vergüenza y rabia. ¿Tenía que decirlo de esa forma?

- ¿Quitado? ¿Acaso las llevan? - Respondo como una niña estúpida y él sonríe.

- La gracia está en descubrirlo. - Sus ojos no se apartan de los míos y sus hoyuelos se marcan en sus mejillas. Acerca su boca a mi oído y susurra. - Personalmente me gusta más cuando las llevan, es más entretenido. -

- Asqueroso. - Bufo girando mi cara lejos de la suya.

- Te doy tres segundos. - Dice alejándose lo suficiente como para que pueda moverme. Inmediatamente me giro sobre mi misma y cojo un puñado de bragas y sujetadores e intentando que Harry no lo vea, los meto en el fondo de la maleta. Lo escucho reír, pero cuando lo miro, su expresión es neutra y su boca forma una línea recta, como si nunca se hubiera movido. - ¿Has acabado? -

- Si, eso creo... - Todo se tropieza en mi mente y empiezo a pensar en el que pasará...

- Bien, vámonos. - Harry cierra la maleta y sale de la habitación sin decir una sola palabra.

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