Harry todavía duerme. Yo todavía no me he movido. Lo observo sin pestañear pensando cien cosas a la vez, mi cabeza es un caos en estos momentos. He dormido con él, el simple pensamiento hace que se me erice la piel, pero no cómo cuando tienes frío o miedo, sino cómo cuando escuchas una buena canción o caes en picado en una montaña rusa. Así son las cosas con Harry, una montaña rusa. Esa sensación apareció cuando me desperté en el hospital y lo vi, y desde entonces no me ha abandonado. Con él pierdo el control, el juicio, la cordura, pero me encuentro a mí misma, me descubro.
Observo la hora en el reloj digital que adorna la mesita de noche, mis ojos se abren al ver que ya son las doce del medio día. Nunca me había levantado tan tarde. Camino hasta mi maleta, cojo ropa limpia y me dirijo al baño para darme una ducha. Por el camino me tropiezo con sus botas, las cojo y las coloco perfectamente alineadas contra la pared, también recojo su camiseta del suelo, la doblo y la coloco sobre la silla junto a su chaqueta de cuero, la cual todavía utilizo yo. Con esta ya es la segunda que me apropio, aunque no me ha dicho nada, tal vez no le importe.
Termino de recoger y ordenarlo todo y me voy a la ducha. Abro los grifos a la espera de que salga el agua caliente, paso el cerrojo y me desvisto. Me tomo mi tiempo bajo los chorros, me relajo, cierro los ojos, pongo mi mente en blanco y hasta tarareo mi canción favorita. Cuando termino de ducharme me visto, pantalones negros de deporte, camiseta interior y una sudadera gris y floja. Rastrillo mi pelo con las manos para verme más presentable y me cepillos los dientes. Lavo mi rostro con agua fría y regreso a la habitación.
Me agacho frente a la maleta en busca de mis deportivas cuando me parece escuchar una risa. Miro a Harry por encima de mi hombro, pero sigue dormido. Tal vez haya sido otro de sus muchos ronquidos. Una vez encuentro lo que buscaba, cojo unos calcetines y me siento en la cama para ponérmelos. Siento a Harry dar vueltas en la cama, me asusto cuando grita en mi oído provocando que dé un salto. Con mi mano en el pecho y el ceño fruncido, me giro para verlo, está tirado sobre la cama riendo a carcajadas. El fruncido de mi frente desaparece al observarlo, su risa, los hoyuelos marcados en sus mejillas y sus ojos cerrados de tanto reír.
- Eres un idiota. - Le digo lanzándole un cojín, el cual él coge y abraza mientras se sienta. No me esperaba esta reacción cuando se despertara, sino todo lo contrario.
- Tenía que hacerlo. - Niega con la cabeza mientras se levanta. - Eres muy divertida cuando te asustas. - Revolviendo su pelo con las manos intentando domarlo, busca en el suelo su camiseta. Rueda los ojos al verla en la silla. - Aunque no tanto cuando cantas. Eres horrible, ¿lo sabías? -
- ¿Qué? - Siento como mis mejillas arden, ¿me ha escuchado cantar?
- Oh, sí. - Bajándose la camiseta, se acerca a mí dispuesto a burlarse. - Eres peor que una gaviota agonizando. Y esa canción, por dios, Jules, ¿no conoces nada mejor? -
- Vete a la mierda. - Digo a la defensiva y él me mira con los ojos bien abiertos.
- Me sorprendes. - Mete los pies en sus botas y hace presión hasta acomodarlos. - Un poco lenta, pero vas aprendiendo. - Coge su chaqueta de cuero y se la pone. - Enciende el móvil, y no te muevas de aquí. Te llamaré en un par de horas. - Abre la puerta y sin decir nada más, se va.
Me quedo boquiabierta frente a la oscura puerta de madera, ¿qué demonios acaba de pasar? ¿Cómo que me llamará en un par de horas? Conociéndolo seguro que eso significan seis y no dos. Pues no pienso quedarme aquí quieta hasta que a él le dé la gana de volver, ya estoy harta. Cojo mi bolso y lo cruzo sobre mi pecho como si de un cinturón se tratase, dudo entre si debo llevar el teléfono o no, no porque él vaya a llamarme, sino porque quiero saber cómo funciona. Lo saco de la caja y lo guardo en el bolso. Salgo de la habitación y bajo a la cafetería, me apetece un té, y tal vez allí me encuentre a Louis.

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Hold On
Fiksi PenggemarÉl era un chico solitario que aparentaba no tener sentimientos. Yo pertenecía a una alta clase social, aparentaba ser feliz y perfecta. Pero nada es lo que parece, eso es algo que ambos aprendimos desde el momento en que nuestras vidas se cruzaron...