29

334 11 6
                                    

La forma en la que su cuerpo y su mente luchan contra su instinto es abrumadora. No se permite tocarme, no permite que lo toque. Mucho menos besarme. Respira agitado en cuanto nuestros labios se tocan y suspira frustrado mientras aferra el agarre de sus manos en mi cuerpo. Mis manos acarician su nuca y lo acerco a mí profundizando nuestro beso, pero él no lo soporta. Retira mis brazos de su cuello y se aleja lo suficiente como para poder mirarme a los ojos estando todavía cerca de mis labios. Sujeta mis manos y baja la mirada. Se pierde en sí mismo, se consume, sufre. Es como si estar cerca mía le hiciera daño.

- Me estás cambiando, Jules. - Su voz suena baja y ronca, escondiendo un gran pesar.

- ¿Es eso tan malo? Tú me has cambiado a mí, y estoy segura de que seguirás haciéndolo. - Tensa su mandíbula y negando con la cabeza se aleja.

- No quiero cambiar. - Se cubre la cara con las manos, puedo ver la sangre y las heridas todavía abiertas de sus nudillos. - No intentes cambiarme, no puedes. No soy lo que tú quieres que sea, ¡no quiero serlo! -

- Te equivocas, no eres lo que tú crees que quiero. - Me acerco a él. - El problema es que no sabes lo que quiero. -

- ¿Y qué es? - Me reta con la mirada, el verde de sus ojos se oscurece cuanto más cerca está. - ¿Que es lo que quieres, Jules? -

- Quiero que dejes de hacerte esto. - Mis manos acarician su nuca y mis dedos se enredan en sus rizos. - No todo es malo, tú no eres malo. ¿Por qué odiar cuando puedes tener algo más? Algo mejor. -

- Algo mejor. - Repite riéndose sin gracia. - ¿Como qué? ¿Amor? ¿Crees que voy a enamorarme? - Se ríe más fuerte. - ¿De quién, de ti? - Coge una toalla, la empapa en agua y la presiona contra sus nudillos. - Jules, deberías empezar a controlar tu imaginación, se te va de las manos. - Me mira con frialdad. - Yo nunca me fijaría en ti. -

- Ya lo has hecho. - Alza las cejas sorprendido ante mis palabras. - Tú has sido quien se acercó a mí, tú te has metido en mi cama y me has abrazado. Tú me has besado, no yo. -

- No te sientas especial, pequeña. Me gustan las mujeres y, oh, vaya, tu eres una. - Escurre la toalla ahora ensangrentada y la vuelve a mojar. - Verás, estoy demasiado ocupado evitando que tu querido padre te encuentre como para estar con alguien más, así que me entretengo contigo. -

- No te creo. - Su sonrisa se vuelve más grande al escucharme.

- Pues créetelo. - Se acerca a mí y coloca un mechón de pelo detrás de mi oreja. Humedece sus labios y se acerca. - Sólo intentaba meterme entre tus piernas. -

- Mientes. - Murmuro, mis palabras tropezando con el nudo formado en mi garganta.

- ¿Quieres una demostración? - Sujeta mis caderas y pega mi cuerpo al suyo. Sus manos se meten bajo mi camiseta y sus labios muerden mi cuello.

- Harry, para. - Empujo su pecho intentando alejarlo. - ¡Suéltame! - Me mira sonriendo. - No vuelvas a tocarme. -

- Entonces será mejor que salgas de aquí. - No hay ninguna emoción en él, en su rostro, en su voz. Es como si se hubiera vaciado por completo, cómo si no quedara nada en su interior.

Salgo del baño conteniendo las lágrimas, sin ni siquiera molestarme en coger las muletas o mirar atrás. En cuanto la puerta se cierra, segundos después, un fuerte golpe es dado en ella, tan fuerte que tengo que cerrar los ojos debido al estruendo. Regreso a la habitación y me siento en la silla frente al escritorio, observo las paredes en silencio y seguidamente la ventana, odio esta sensación, odio sentirme atrapada. No puedo salir de aquí, apenas puedo andar, no dejo de discutir con Harry, estoy siempre sola. Esto está empezando a consumirme, me agota. Lo único que puedo hacer es pensar, y no me gustan las cosas que pasan por mi cabeza.

Hold OnDonde viven las historias. Descúbrelo ahora