Al abrir los ojos estaba en el hospital. El dolor de nuevo, se apoderó de mi. Mi padre estaba mirándome atento, sentado en la silla y suspirando. De brazos cruzados, me frunció el ceño cuando vio que le miré.
- Loella, ¿Qué haces tú en el bosque?
Quería fingir que el dolor no me permitía hablar.
- Fue ese muchacho, ¿Verdad?
Negué con la cabeza.
- Hija, las cosas si las haces así no van a funcionar ni mucho menos, no van a mejorar. Tu madre esta histérica, sabes como se pone. Y me preocupas bastante.
Le miré, y le sonreí. En realidad no podía formular palabra alguna, mi lengua se sentía en cadenas. Y él era mi padre sé que el me comprende.
- Loella, prometeme que me contarás las cosas de ahora en adelante. Lo que creas importante, hazlo. Siempre te apoyaré hija. Pero no hagas cosas estúpidas, no hagas que tu madre quiera llevarte lejos de acá.
El me miró, y volteó a ver si alguien venia. Suspiro y me sonrió.
- Sé que sigues hablando con él. Pero tranquila, confía en mi. No le diré a nadie.
Me sorprendió, quizás nos había visto o quizás la intuición paternal. Fuere como haya sido, él siempre me inspiraba confianza y lo sigue haciendo.
Gracias papa.
»»»»»›
Al darme cuenta, los días pasaban. Estaba de vuelta a la universidad la herida no era tan profunda como la anterior. Miradas de nuevo caían en mi, y con la poca esperanza de crear esos vínculos incómodos decidí salir de clases y en definitiva no ir algunos días.
Obviamente no se lo diría a nadie.
Pero, me preocupa más Arlo. Sigo pensando en el privilegio que le otorgue, el secreto que el me confirió. Cosas que se mezclan en mi cabeza y la absurda idea de extrañar el tiempo con el me mataba.
Esa absurdo. A este paso debería olvidarme de él. Pero no puedo. Mi corazón no me da razones para seguir, y prefiere luchar por el y con él siempre.
Esta es sólo una pequeña prueba, es algo que la vida puso ante mí.
Sólo que es algo difícil de afrontar. Hay nuevos días siempre, por los cuales puedo empezar de nuevo y sin importar nada trataré de ser feliz esta vez.
Quisiera que Arlo este a mi lado. Tomarle de la mano, y sentirle junto a mi.
Pronto, de vuelta a casa sentí que alguien me seguía. Mi corazón latía de manera que creía era Arlo. Pero me equivoqué. Un hombre robusto me seguía, y esta vez estaba sola. Correr sería obvio, pero disimule en lo posible sentirme nerviosa y lo estaba.
El camino parecía eterno. Cuanto más caminaba más faltaba para llegar. Menuda lógica, y mala suerte mía.
Al llegar a la calle de mi casa, voltee a ver por enésima vez para ver que aquel hombre ya no estaba detrás. Sin embargo, escuché un disparo. Di la vuelta y era mi padre quien sostenía un arma y el hombre que me seguía estaba en el suelo.
Mi padre me miró a lo lejos. Me hizo una seña para que vaya rápido y fui corriendo.
- Hija, ¿Estás bien?
Asentí.
- Papa, no entiendo. ¿Sabes quien era?
El me negó miró la pistola que cargaba. Una hermosa butterfly.
- Desde ahora, ten más cuidado por favor y estaré de ahora en adelante esperándote en la esquina.
- Esta bien.
- ¿Te dio miedo?
- Si, un poco.
El miró al hombre y guardo el arma en su cintura. Me miró y sacó el celular. Llamó a la policía. Ambos nos quedamos esperando mientras veíamos la sangre correr. Pensé que lo había matado, las butterfly tienen una hermosa potencia de disparo. Y fue a quemarropa.
La policía llegó 10 minutos después para encontrar a un prófugo. Agradeciendo a mi papa y llevándose al hospital al desdichado entramos a casa. El me dio un beso en la frente y me sonrió, recordando que el había dicho... Que confíe en el.
ESTÁS LEYENDO
Cartas a mi soledad [Terminado] #Wattys2016
Teen Fiction¿Qué es peor? Un psicópata a tu lado... O amarlo intensamente. "No necesitas mezclar la tristeza y el amor, cuando un hombre tiene un poco de ambas." Porque... Incluso darlo todo puede ser peligroso.