Día 3, Tercera hora.
Ellos estaban nerviosos, Olivia no aparecía por ningún lado.
Willy y Samuel se pusieron de acuerdo para buscarla en horario de clase, ya que a ambos les tocaba química en el laboratorio. El castaño le pasaría la tarea luego, eso no era problema.
Guillermo se quedaría esperando a que todos entraran en sus salones y saldría en busca de Garbancín.
Su plan marchaba perfectamente.
El castaño salió del baño y observó la enorme galería vacía. Un escalofrío recorrió su cuerpo.
Caminó tranquilamente hasta las escaleras. Subió algo nervioso y se acercó al pasillo. Eran muchas puertas y poco más.
Tuvo la esperanza de que no estuviese en ninguno de aquellos salones y siguió subiendo.
Esta vez la escalera era más pequeña, algo que indicaba que no habría más salones arriba.
Y efectivamente, lo único al final de la escalera era una puerta. Una puerta entreabierta que Willy terminó de abrir.
Miró todo maravillado. Era una enorme terraza desde la que se podía sentir el frío y suave viento del exterior, escuchar el silencio del momento y disfrutar un tiempo a solas.
Un lugar perfecto para Guillermo.
Inspeccionó un poco toda la terraza hasta escuchar un par de voces. Buscó rápidamente con la mirada hasta encontrar dos personas sentadas bajo un grande y precioso gazebo de madera.
Se escondió entre un par de máquinas que había allí y espió más atentamente.
Era ella y estaba hablando con un hombre con traje.
El tipo parecía jóven.- No estoy diciendo que tengas que seguir con este trabajo, lo que me preocupa es... ya sabes.- Escuchó hablar al rubio.
- No es la gran cosa, ni que hiciera mi vida imposible.
- No lo entiendes, es peligroso.
- Tú no sabes lo que se siente, no sabes nada.- Se encogió de hombros.
- Escucha, sé de esa nota que dejaste en los casilleros de los nuevos estudiantes.
Guille recordó las flores y se dio cuenta de que un pequeño ramo se encontraba enganchado a su pelo. Sonrió por ello y siguió escuchando.
- Y tiene algo de malo? Sólo dije la verdad.
- De verdad no quieres ser su amiga?.
Hubo un largo silencio.
De pronto la chica miró hacia arriba, como si alguien estuviera delante suya. Luego suspiró y volvió a mirar al hombre, quien ahora se encontraba sobando su espalda.
Willy frunció el ceño.- No lo sé, ni siquiera los conozco y ella dice que es una broma para burlarse de mí. Como las otras veces.- Su voz se iba agudizando hasta quebrarse y liberar un pequeño llanto.
Se abrazaron y el hombre besó su frente.
- Al menos inténtalo.
Ella negó
- Y las flores que te trajo uno no te hacen dudar? No a cualquiera le traen flores de ese color.
Rió por lo bajo, sobándose un ojo para secar una lágrima.
- Venga, pequeña... tengo que volver al trabajo.- Se levantó de un pequeño sillón en el que se encontraban.- Recuerda que ahora tienes gimnasia.
Suspiró llevando su mano hasta su cabeza. Sacó la flor de su cabello y se quedó mirándola.
El señor se le acercó y besó su mejilla.
- Nos vemos en la noche, amorcito.- Dijo y se fue hacia las escaleras.
- No vienes a almorzar a casa?.- Levantó su voz para que la escuchase.El jóven negó y siguió caminando.
Amorcito? Ese tío es muy... adulto como para andar con ella. Pensó Willy.
Tenía miedo de que lo encontrara espiándola, así que prefirió ir escondiéndose entre las máquinas, tuberías y otros objetos identificables hasta llegar a la puerta.
Abrió silenciosamente la misma y bajó las escaleras hasta la primera planta, ya todos estaban en horario de recreo.
Se acercó hasta el rincón donde sus amigos lo esperaban nerviosos.
- Es mucho, vale?.- Hizo una seña de pausa con sus dos manos alzadas.
Asintieron.Guillermo les contó todo lo que había visto, con cada detalle, todo lo que recordaba.
- Rubén.- Llamó su atención de la nada.- Tienes que seguir enviándole esas flores, tío, llevaba una en la cabeza.
- Para qué?. Tal vez la quemará luego o algo, no le gustaron.
- Macho, ya deja de ser tan "emo" depresivo y ayuda en la apuesta.- Lo regañó Alejandro.
Rubén suspiró y miró al de ojos rasgados.
- Creo que la convencen, ella cree que es una broma y luego nos burlaremos. Pero las flores la confunden.- Señaló al castaño. Quien asintió mientras pensaba.
El mismo sacó la nota de su bolsillo y la volvió a leer por décima sexta vez: "No se acerquen".
Su letra no era del todo perfecta, pero por lo menos era legible.
Rubén llevaría más flores al instituto.