Fin del Día 3.
La clase de tecnología pasó rápido para Fransisco.
Al salir del salón se dirigió a su casillero para hacer un último intercambio de materiales.
Se escuchó en el altavoz una voz femenina: Garnes Fransisco, presentarse a la oficina del director.
El pelinegro abrió sus ojos nervioso y miró la flor celeste dentro del casillero para calmarse.
Cerró el mismo y se fijó en el mapa cómo llegar hasta la oficina.
Caminó algo asustado hasta la misma y una vez frente a la puerta, la golpeó levemente.
En cuestión de segundos ya se encontraba abierta, permitiendo ver a un jóven hombre rubio.
- Buenos días, señor Garnes. Tome asiento.- Sonrió con sus dientes blanquecinos.
Asintió y pasó hasta sentarse en una silla frente a un escritorio.
Observó el mismo atentamente, había muchos papeles y varios objetos de utilidad, una lámpara y un marco de fotos descansaba al lado de ella. No pudo ver la imagen, ya que estaba apuntando hacia el asiento del director.
El hombre cerró la puerta y se lanzó sobre la silla giratoria de una manera graciosa. El adolescente sonrió.
- Bueno, ya vamos a lo serio.- Se recargó y apoyó sus codos sobre el escritorio.- Necesito que tus padres paguen la última cuota para asegurar tu lugar en la institución. Esto es para vosotros, necesito vuestras firmas en las hojas donde lo indica. Tenéis tiempo para leerlo tranquilos, así que no te preocupes.- Le extendió unos papeles engrapados y Fran los guardó en su mochila.
- Y... por último... Fransisco.
Asintió.
El rubio cogió el marco de la fotografía y se quedó unos segundos mirándola. Luego se la acercó al pelinegro, quien la tomó extrañado.Era una foto del hombre y, al parecer, su hija, también rubia con unos hermosos ojos celestes y pelo largo y liso.
- La conoces?.- Señaló a la pequeña con la punta de un bolígrafo.
El chico negó confuso, aunque esos ojos se les hacían conocidos, y esas pecas en las mejillas le sonaban de algo.
- Es mi hija.- Bajó su voz junto a una media sonrisa.- ... Se le hace familiar?.- Alzó una ceja.
El pelinegro alzó su mirada nervioso, no estaba seguro de quién era, y si le decía que sí tal vez lo malinterprete.
- S-Si le soy sincero, director... sí m-me suena familiar. Pero no estoy seguro de dónde la...
- Está bien.- Rió.- Era una simple duda que tenía sobre usted.- Murmuró colocando el marco de vuelta en su lugar.- Hay... algo más que necesite de mí, director?.
- No, gracias. Puedes retirarte, muchacho.- Sonrió.Frank correspondió la sonrisa algo nervioso y se levantó de la silla.
Se despidió del rubio y salió de la oficina, cerrando la puerta tras de sí.
Para su sorpresa, sus amigos lo estaban esperando a un lado de la puerta. Al verlo salir, Alejandro se le acercó sorprendido.
- Qué te ha dicho?.- Abrió sus ojos al ver su piel pálida.
- N-Nada malo.