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Día 5, Segunda hora.

Nadie estuvo en clase de matemática esta vez, nadie se cruzó a Garbancito en el recreo.

Fransisco ya tenía los papeles firmados. Ahora mismo estaba sentado con sus amigos en el que llamaron "El rincón del salseo" entre tonterías que hablaban y palabras que inventaron.

- Hostia, que le tengo que dar las cosas estas al director.- Dijo de repente.
- Qué cosas?...- Lo miró confuso Willy.

- Es verdad, qué te había dicho cuando te llamó el otro día?.- Preguntó Alejandro.

- Pues... me dio unos papeles para firmar la última cuota y ya... bueno, también hubo un momento incómodo en el que me mostró una foto de una rubia pequeña y él.

Ahí llamó la atención del resto del grupo. Lo miraban esperando que siguiera contando, pero sólo se puso de pie.

- Pero por qué te mostró esa foto? qué te dijo?.- Samuel.
- Me preguntó si sabía quién era, le dije que no pero que me sonaba de algún lado. Luego me dijo que era su hija y después me fui.- Se encogió de hombros.

Todos fruncieron el ceño. Menos Mangel. Mangel alzó sus cejas sorprendido.

- Olivia.- Balbuceó en voz alta.

- Qué!?.- Se volteó asombrado Rubén, literalmente gritándole a la cara.
- Hoy la seguí después de darle las flores y la vi entrar en la oficina del director, en ningún momento la llamaron ni nada.

Rubén bufó y miró a Frank.

- Suerte, chaval.- Rió nervioso por su compañero.
Él rió y asintió mientras daba media vuelta y emprendía viaje a la secretaría.

Una vez allí comenzó a sentir una mirada fija en él. No podía descifrar de dónde venía pero aún así la notaba.

Golpeó la ventanilla y esperó a que una mujer alta, de cabellos rojizos y ojos castaños la deslizara para escucharlo.

- Tengo que darle estos papeles al director, soy Fransisco Garnes.- Le extendió las hojas a la chica y ella pareció sorprenderse al oir su nombre.

- Vale... ve a su oficina, está desocupado ahora mismo.

Fransisco tragó en seco y asintió. La oficina no estaba muy lejos de allí, llegó en cuestión de segundos.

Alzó un puño frente a la puerta y antes de hacer contacto con la misma, la abrieron del otro lado, haciendo que su mano se deslizara torpemente sobre la madera.

Un cosquilleo se hizo presente en su estómago cuando hizo contacto con los azulados ojos de la chica frente a él. Recordó a la pequeña de la foto, sus ojos en la misma estaban más brillosos, con esa luz de juventud que cada niño tiene en un principio.

Ahora sus ojos son simples celestes, grisáceos y opacos. Sólo se iluminan al ver esas orquídeas azules que los chicos le regalan sin razón alguna.

Estaba seria, como si ya supiera desde antes que era él quien llamaría a la puerta.

- V-Vengo a... dejar esto.- Extendió las hojas tembloroso y escuchó una voz dentro de la oficina.

- Que pase.
La chica abrió la puerta un poco más y dejó un espacio para que Fransisco entre.

Este se encaminó dentro de la pequeña sala y vio al hombre rubio revisando unos papeles, con unos anteojos puestos, parecidos a los de su amigo Miguel.

Alzó su mirada y le brindó una media sonrisa al pelinegro.

Se escuchó la puerta cerrarse y unos pasos acercarse al escritorio.

- Toma asiento.- Señaló una de las dos sillas con la mirada mientras jugaba con un bolígrafo.

Obedeció y seguido de él, la chica.

- Sólo... vengo a devolver esto, ya está firmado, el dinero está en el sobre y nada más...- Le extendió las hojas y el adulto las tomó. Las guardó en un cajón y se apoyó sobre el escritorio.

Olivia estaba estampando sellos en una pila de fotocopias. Pasando las hojas 'firmadas' a otra nueva pila.

De pronto comenzaron a escucharse minúsculos golpecitos contra el suelo del patio y la ventana. Estaba comenzando a llover. Y la pequeña pareció alterarse al mirar la ventana, desesperada.

- Hay algo que necesite de mí?.- Habló nervioso pero serio.
- Bueno... Quería presentarte a Olivia.

El jóven sintió cómo la sangre se subía a sus mejillas, concentrándose en sus mejillas. Giró un poco para ver a la chica, le sonrió sobando su nuca.

- Ella es mi hija.
- Oh... pues... un gusto.- Le extendió su mano sin saber muy bien qué hacer.

Ella correspondió con pocas ganas y volvió a estampar el sello en las hojas, esta vez con más brusquedad.

El director fingió un carraspeo exagerado y extendió su mano. Ella dejó el sello en la misma y acomodó su postura en la silla.

- Sonará algo extraño e informal de mi parte, pero necesito que te quedes con ella en los horarios de descanso, recreos.

Tanto ella como él, estaban confundidos.

- V-Vale... es decir, está bien.- Asintió.
- Estás seguro?.- Lo miró seriamente.
Asintió.

- Papá, por favor.- Se la escuchó gruñir en un murmuro.
- Genial.- Exclamó sonriente ignorando a su hija.- Ya podéis retiraros.

El pelinegro asintió y se levantó mirando a la chica algo incómodo.
Ambos adolescentes salieron de la oficina y un silencio absoluto los atacó a ambos.

El chico no hacía más que mirarla de reojo y permanecer en silencio. Mientras que ella sólo estaba seria cargando su mochila, mirando a la nada.

- Y bien?.- Alzó una ceja.- Vamos a quedarnos aquí o qué?.
- Nnno... perdón...- Comenzó a caminar hasta el rincón del salseo, pero prefirió buscar otro lugar para que sus amigos no la bombardearan con preguntas.

Mientras cambiaban de dirección, la lluvia comenzó a ser más potente. Ella se tensó.

- M-Mejor... sígueme.- Cogió su mano por unos segundos y ambos salieron casi corriendo escaleras-arriba.

- Qué pasa?.- Preguntó junto a una pequeña risa mientras volvían a subir las escaleras más estrechas.

No respondió, sólo sacó una llave de su bolsillo y la adentró en la cerradura de esa puerta. Abrió apenas la misma y unas cuántas gotas de lluvia mojaron algunos escalones.

- No abras la puerta hasta que vuelva, vale?.- Le habló en un susurro.
La miró confundido.
Simplemente abrió la puerta y salió corriendo hasta algún lugar.

Fransisco la siguió asustado.

O L I V I A.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora