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Día 5, Primera hora.

Rubén trajo las flores. Miguel se las daría.

Entró en el salón con el pequeño ramo dentro de su mochila. La vio sentada en su lugar de siempre y decidió acercarse a ella.

No alzó la vista en ningún momento, hasta que el castaño se sentó en el asiento de al lado.

Él le sonrió y ella suspiró.

- Buenos días.- Susurró.
La vio asentir y volver a su hoja. Esta tenía unos rayones negros sin más.

- Abstracto?.- Alzó una ceja el de gafas.
Se volteó y lo miró con desprecio.
- Podrías hacer silencio, por favor?.- Frunció el ceño sin dejar de rayar la hoja con el bolígrafo. Aunque ni siquiera veía lo que rayaba.

- Vale, lo siento.

Volvieron los dos a sus cosas y llegó el profesor, quien miró asombrado a Miguel al entrar.

La clase transcurrió tranquilamente, los dos adolescentes no cruzaron mirada en ningún momento.

Los nervios de Miguel se hacían notar por sus manos sudorosas y la cantidad innumerable de veces que relamía sus labios.

No soportaría tenerla al lado sin poder hablarle y entregarle las flores.

Y ella no soportaría tenerlo al lado sin poder romper en llanto, parecían asustarle las personas.

Todos se levantaron de sus lugares y caminaron hasta la puerta. Mangel y Olivia se quedaron sentados, mirando sus mesas fijamente.

Una vez casi vacío el salón, el profesor de psicología los miró confuso.

- Oye...- Lo llamó a Miguel. Aunque ambos alzaron su mirada.- Rogel?.- Lo señaló intentando recordar su nombre.

El mismo asintió.

- Hay necesidad de quedarte en el salón? Salir último?.- Rió un poco.
- N-No, profesor, sólo...- Miró a la chica nervioso.- E-Es que necesito... necesito hablar con ella.

- Oh...- Esbozó una media sonrisa.
- Puedo irme?.- Habló seria, haciendo que la sonrisa del adulto se borrara.
- No es necesario que me pidas permiso para irte.

Asintió y se puso de pie, acto que el castaño copió rápidamente y caminaron hasta la puerta.

Salieron del salón y ella comenzó a caminar hacia algún lugar el cual Mangel desconocía. Pero aún así la siguió.

- Olivia...- Repetía en un tono comprensivo cada vez que ella aceleraba su paso. Estaban casi corriendo por el pasillo.

- Olivia!.- Gruñó.
Se volteó para verlo, enfadada.
- Por qué no quieres hablar? Creí que me habías perdonado el otro día.

- Primero que nada, no tuviste que disculparte, no has hecho nada malo. Segundo, que te perdone no quiere decir que seamos amigos. Y finalmente, estoy bien, no necesito conocer personas, así que me gustaría que te alejaras, por favor.

Se giró hacia las escaleras mientras se fijaba en su móvil, que previamente había emitido una melodía de mensaje. Bufó y cambió de dirección.

Mangel la siguió sacando de su mochila las flores.
- Espera.
- Qué quieres de mí!?.- Se volteó bruscamente con su voz quebradiza y sus ojos cristalinos.

Se quedó inmóvil el ver las flores.

Suspiró moviendo su cabeza de lado a lado.
- No las quiero.- Dijo en un tono más agudo, expresando inseguridad.

Él extendió el ramo serio. El cristal de sus gafas reflejaba el brillante color de los pétalos, eso alteró a la pequeña y por ello cogió el ramo con una mano, tranquilamente.

- Escucha, no entiendo qué es lo que pasa para que huyas de mí, pero quiero ser tu amigo, no pido más que eso.- Se encogió de hombros.
- Tener amigos es horrible, ya déjame sóla, Mangel.- Frunció el entrecejo y siguió su camino.

El castaño se quedó algo confuso, ya que no entendía por qué ella sabía su apodo.

La siguió en silencio, a escondidas.

Vio cómo entraba en la oficina del director, por lo que decía una placa en la puerta.

Miguel quedó más confuso aún.

Volvió con sus amigos pero no contó nada de lo último que había ocurrido.

O L I V I A.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora