⇝ 10

67 2 8
                                    

Día 3, Primera hora 2/2.

Rubén entró al instituto normalmente, guardó sus cosas en su casillero y caminó en busca de sus compañeros.

De pronto notó cómo alguien pasaba rápidamente entre las personas.
Lo ignoró y continuó paseando su vista por la galería. Hasta que esa voz familiar llegó a sus oídos.

- Callaos, coño!.- Gritó Fransisco.
Él siguió la voz hasta la puerta de la cafetería, donde todos se encontraban mirando al pelinegro sorprendidos o enfadados.

- Qué pasa?.- Preguntó confuso.
Miró las manos de su amigo, tenían una bolsa y un jugo.

- Ha estado con ella.- Comentó serio Miguel.
- Y estábamos bien, hasta que aparecisteis!.- Frank.
- Pero si no nos había visto!!.- Replicó Alejandro

El pelinegro bufó y guardó el jugo y la bolsa en su mochila.

Rubén lo miró sorprendido.
- Te ha hablado?.
- Me ha costado.- Rió.
- Cómo lo has hecho?.
Se encogió de hombros.

Todos se calmaron y entraron en sus respectivas clases.

Y efectivamente, el castaño entró en el salón donde la materia de psicología se llevaba a cabo. Sabía que podría llegar a encontrarse a la 'peliverde' y eso lo emocionaba un poco. Él era más confiado que sus compañeros y estaba seguro de que lograría conquistarla con un par de palabras.

Llegó e inspeccionó cada asiento, buscándola a ella. Obviamente se sentaría a su lado, o al menos cerca suya.

Al no encontrarla en ninguna parte del salón simplemente se sentó en las filas del fondo, había escuchado a sus amigos hablar de que siempre se sentaba en el medio exacto de las bancas. Así que si no podría sentarse cerca de ella, al menos se colocaría en algún lugar donde pudiera espiarla.

Acomodó sus cosas y simplemente esperó a que llegara tarde junto al profesor como en cada clase.

Mientras tanto rebuscó en su mochila y sacó el pequeño ramo de orquídeas azules.

Sonrió pensando en su reacción.

Jamás haría una cosa así por nadie, pero necesitaba ganar esa apuesta.

El ruido de la puerta abrirse llamó su atención. Inmediatamente guardó las flores debajo de la mesa.

Allí estaba ella, enfadada.

Recordó lo que había dicho su pelinegro amigo, algo de que estaban bien hasta que los otros llegaron. Tal vez ella también esté enfadada por eso. La situación estaba difícil para el castaño.

Miró cómo subía los escalones hasta la octava fila de asientos, de diez que había.

Giró su mirada hacia la puerta nuevamente pero el profesor no estaba, ella había llegado sola. Y llegó temprano, la clase no estaba muy llena y en su fila sólo habían dos lugares ocupados -aunque, por muy extraño que suene, su fila casi siempre estaba desocupada-.

La miró confuso, vio cómo jalaba de sus cortos pelos, frustrada. Sacaba una hoja en blanco desesperadamente de su mochila y la estampaba contra la mesa mientras un lápiz danzaba entre sus dedos.

La observó rayar la hoja con agresividad, incluso rasgándola por la mitad. Luego escondió su cara entre sus brazos, su espalda y sus hombros se movían rápidamente junto a su respiración.

Rubén cogió el pequeño ramo de flores, se levantó de su asiento y pasó hacia la fila de adelante.

Tomó aire y se acercó un poco. La veía sollozar en silencio. Colocó las orquídeas en su bolsillo cuidadosamente.

- Qué te pasa?.- Susurró tranquilo, tocando su pequeño hombro suavemente. Sintió su cuerpo tensarse bajo su tacto y la vio girar su cabeza para mirarlo a los ojos.

Negó seria y apoyó sus codos en la mesa, pasando sus manos por su cabello, estresada.

- Dime, no le contaré a nadie.- Se sentó en la silla a su lado.

Suspiró y cerró sus azulados ojitos. Esa escena le partió el corazón al castaño.

- Puedes confiar en mí, sólo dime qué te pasa e intentaré ayudarte.

Volvió a negar, esta vez soltando un pequeño sollozo.
No controló sus impulsos y simplemente la abrazó.

Ella intentó zafarse de su agarre asustada, pero él sólo se acercó aún más.

- Qué haces?.- Lloró.

- Te abrazo.

- Por qué?.

- Lo necesitas.

Se separó bruscamente de él y lo miró enfadada.
- No necesito nada tuyo.

- Olivia...
- No digas mi nombre.- Frunció el ceño.
- Está bien, tranquila...
- No entiendes nada, ya aléjate, por favor.

- Quiero ser tu amigo, por qué no me dejas?. Si te caigo mal sólo dímelo.

- No.

- No quieres amigos? Te sentirás mejor.- Tomó su manos con cuidado. Estaban frías, sus dedos eran delgados y largos.

- Deja de meterte en mi vida, Rubén.- Balbuceó soltando sus manos y escondiéndolas en su sweater.

Escuchar su nombre saliendo dolorosamente desde sus labios con esa voz aquebrantada, fue un cubo de angustia que inundó la mente del joven.

- No me meto en tu vida, sólo quiero ayudarte.- Murmuró mientras se levantaba.

Sacó las flores de su bolsillo y se quedó unos largos segundos mirando al suelo, escuchando su respiración agitada.

Finalmente las dejó sobre la mesa y volvió hasta su asiento.

Evitó contacto visual con ella durante toda la clase. Se sentía triste y apenado.

La hora del receso llegó. Él simplemente guardó sus cosas y salió del salón junto a todos.

Se dirigió hasta su casillero y dejó sus cosas con movimientos violentos.

- Tranquila, fiera.- Rió Samuel cerrando la puerta del suyo.

Bufó y cargó su mochila a su espalda. Ambos caminaron hasta el lugar de encuentro, donde el resto de frikis hablaban tranquilamente o jugaban con sus consolas.

Samuel se acercó a ellos, pero Rubén prefirió alejarse.

Buscó un lugar vacío, un lugar donde pueda pasar tiempo sólo sin que nada le moleste.

Paseó un rato por la institución hasta llegar al enorme patio, todos charlaban o jugaban con algunas cosas. Mientras que el castaño se sentó bajo la sombra de un árbol, pensando en ella y su comportamiento.

No pudo evitar esconder su cabeza entre sus manos y dejar que las lágrimas cayeran en silencio.

No le dolía no haber sido aceptado, sino que haya sido alejado.

Le dolía ver que ella misma impedía su felicidad, ella misma se aislaba por alguna razón. Ver que no se dejaba ayudar y simplemente se sentía mal por eso.

Había puesto mucho empeño en conseguir esas flores, probablemente las tiraría a la basura.

Todas sus emociones se encontraban en ese abrazo, lo rompió disgustada.

Sus palabras tenían la intención de calmarla, sólo la alteraron.

Él quiere ser su amigo, ella no quiere personas en su vida.

O L I V I A.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora