Día 3, Segunda hora.
Miguel y los otros chicos dejaron que el castaño se fuera. Era seguramente un cabreo de los suyos.
Rubén puede parecer un chico muy confiado y seguro de sí mismo al principio, pero una vez lo conoces como sus amigos lo hacen, sabes que es alguien sensible.
Tiene sus momentos de ira y reflexión, y por experiencia, los chicos saben que lo mejor es dejarlo sólo por ese momento.
Volviendo a la situación, Miguel se encontraba en clase de matemática. Revisando su móvil mientras los estudiantes llegaban de a poco.
Alzó su vista al ver la puerta cerrarse y el profesor entrar en el salón.
Buscó por todos lados a la pequeña Garbancito y la encontró sentada en una de las filas del medio.
Se la veía pensativa y confusa, parece que ha estado llorando y eso lo preocupó.
La clase terminó y Mangel esperó a que el salón se fuera vaciando. Se quedó esperando cerca de la puerta.
Vio cómo el profesor le hacía una seña a ella para que saliera, junto a una media sonrisa. Luego subió su mirada hasta la verdosa cabellera, descendiendo de a poco los escalones, con su cabeza mirando al suelo.
- Hey, hola.- Intentó llamar su atención, pero ella apresuró su paso hasta la puerta.
- Olivia.- Gruñó el adulto al ver su falta de respeto.
- Está bien, no se preocupe.- Le agradeció el joven de gafas mientras la chica se acercaba a él.El profesor se fue del salón y ambos adolescentes se quedaron mirándose a los ojos seriamente.
- Q-Quiero hablarte de... lo que pasó hoy... no es necesario que respondas, pero necesito decírtelo.- Comentó nervioso.
Asintió.
- Vale, pues... primero que nada perdón por haberte molestado de esa manera, no debí haber sido tan directo.- Soltó una risilla desviando su mirada.- Es que... no lo sé, creí que podríamos formar una conversación o algo, pero estaba demasiado nervioso, lo reconozco. Perdón.
La expresión de asombro de la pequeña hizo sonrojar al castaño.
- Y también sé que ha sido una estupidez eso de espiaros mientras tú y Fran hablaban, así que también pido disculpas por eso.- Se encogió de hombros.- Es que nos pareció algo extraño verte hablando con alguien, sin ofender ni nada. Y te veías muy mona sonriendo, eso es todo.- Sobó su nuca nervioso.
Sus ojos celestes comenzaban a brillar y su expresión no cambiaba.
- Ya te dejo tran...
Un abrazo por parte de la chica lo interrumpió.Él correspondió completamente sorprendido. Se inclinó un poco y dejó caer su mandíbula en su pequeño hombro.
- Si quieres pasar el recreo con nosotros sólo dinos, siempre eres bienvenida.- Susurró a su oído.
Sentía cómo sus lágrimas humedecían su camiseta.
- Perdón.- Susurró.
Tal como en el primer día.
- No tienes que disculparte por nada.
Estuvieron unos minutos en silencio.
Finalmente se separaron y Mangel la miró con su mejor sonrisa.
- Te sientes mejor?.- Colocó sus manos en sus bolsillos.Ella asintió.
- Quieres venir con nosotros?.
Pareció pensarlo, pero negó.
Miguel asintió y se despidió de ella con una sonrisa. Caminó hasta su casillero y lo abrió despreocupado.
Sus cejas se alzaron al ver una flor encima de sus libros. La tomó con cuidado y la analizó, era una hermosa orquídea de tono turquesa azulado, su aroma deleitaba las fosas nasales del castaño.
Guardó sus cosas y sacó otras para su siguiente clase. Cerró su casillero y se encaminó hacia donde sus amigos.
Al llegar los vio a todos con las mismas flores en manos. Todos confusos.
Se sentó junto a ellos y hablaron un poco mientras jugaban.
Al rato llegó Rubén, con medio ramo de orquídeas azules en una mano y un papel en la otra.
Sus ojos estaban rojos y aguados. Lo miraron sorprendidos.
Se acercó y se sentó junto a ellos, Fransisco lo consoló un poco y cuando se recuperó soltó la nota, dejándola en el suelo.
- Sabía que las rechazaría.- Habló con voz ronca mientras secaba sus ojos con su muñeca.
- Quién?.- Preguntó Miguel apenado.
- Ella.
- Olivia?.- Bajó su voz.El castaño alzó su mirada seriamente.
- No quiere que digamos su nombre, no quiere que nos acerquemos a ella.- Pues yo le he hablado recién y pareció tomárselo con calma.
- No importa. Nos odia.A partir de ese momento, las coloridas flores sólo emanaban angustia y pena. Esa fragancia quedó marcada en sus mentes, en el rincón de la tristeza.
Pero la apuesta seguía en pie, lo lograrían.
Era apenas el primer día, nadie logra algo a la primera, verdad?.
Y estos chicos tenían fé en que conseguirían su objetivo con el tiempo.
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