Día 4, Segunda hora.
Alejandro entró nervioso al salón. Él era el encargado de entregarle las orquídeas ese día.
Se sentó y sacó las flores de su mochila. Respiró hondo y la vio entrar, con su cara de nada, neutra.
Cada parte de su cuerpo se tensó al verla subir los escalones normalmente.
Estaba asustado de lo que podría pasar.
Notó la flor enganchada en su pelo y sonrió. Se levantó de su asiento y se acercó a ella rápida pero tímidamente.
- Hey.- La llamó. Se supone que él no sabía su nombre aún.
Se giró y abrió sus ojos con indiferencia.
- Hola...- Sacudió su mano, sonrojado.
Ella correspondió el gesto seriamente y se sentó en medio de la fila.- Ehm... escucha... sé que no nos conocemos muy bien, p-pero sólo quería darte esto...- Sacó las flores de su bolsillo y se las acercó con su mano temblorosa.
Ella suspiró y eso lo asustó aún más.
Alzó su mano, relamió sus labios y negó para luego acomodar sus cosas en su lugar.
- No las quieres?.- Habló con su cara pálida del asombro. No podía creer la seriedad de la pequeña.
Alzó su vista para verlo y su cara se transformó en una de pena.
Alex parecía estar a punto de romper en llanto.
- Es decir...- Se apresuró a hablar con su voz celestial, levantándose de su lugar y tomando las flores con cuidado.- No es necesario.- Balbuceó.
- Pues... no sé, quería... traerte una muestra de... afecto?. Quiero decir... no... es... m-me gusta tu pelo!.- Sobó su nuca.
Vaya que le estaba costando hablar a Alejandro! Pues la reacción neutra de la niña lo ponía nervioso.
- Gracias.- Se encogió de hombros.
Ocurrió un silencio mientras ella volvía a su asiento y dejaba las flores debajo de su mesa.
- Puedo sentarme contigo?.
Vio cómo abría sus ojos algo incómoda. Parecía que no le agradaba la idea. Miró hacia su cuaderno sin importancia alguna.
- Puedes sentarte donde quieras, aunque preferiría que no fuera cerca mío.
Eso le partió el alma al pelinegro.
Subió los escalones dolido y se sentó en su lugar.No pudo prestar mucha atención a la clase, ya que estaba todo el tiempo observándola.
Sentía pena por no haberla ayudado.
El receso llegó y Alex sólo se limitó a decir un simple "Adiós" mientras bajaba las escaleras.
Se dirigió a su casillero y dejó sus cosas.
Fue con sus amigos y les contó todo.