Capítulo 2: Crazy In Love

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- Dios mío, ¿qu-qué te has puesto? -preguntó Daniel cuando salí de mi habitación.

- Me lo regaló Lucy antes de volver a Inglaterra. ¿Te gusta?

- S-sí... pero... esto... -seguí la dirección de su mirada y comprendí el tartamudeo.

- ¿Es demasiado? -pregunté cruzando los brazos sobre mi pecho-. Como el vestido tiene mucho escote he pensado que me quedaría mejor así... ¿me he pasado?

- No, no, para nada -negó rápidamente-. La gente suele ir mucho más expuesta. Es solo que... estás increíble.

- ¿Voy a tener que ponerme siempre escotes y push up para dejarte boquiabierto? -fruncí el ceño.

- Sabes que no, tu siempre me dejas boquiabierto -rodeó mi cintura con sus brazos-. Solo me has pillado por sorpresa.

- Eso espero, porque no creo que me vuelva a poner nunca más este sujetador, no es precisamente cómodo.

- ¿Te ayudo a quitártelo? -preguntó picarón.

- Serás idiota -y sin decir nada, le pegué un puñetazo en el brazo provocando que soltase un gemido de dolor-. Venga, vámonos o llegaremos tarde y paso de que María nos eche otro sermón.

- Vale. Por cierto, pegas muy bien, ¿quién te ha enseñado? -dijo sin dejar de pasarse la mano por el brazo una y otra vez tratando de aliviar el dolor.

- Qué va, pego de pena, te aseguro que he cogido tanto daño como tu -acababa de poner el pie en el primer escalón de las escaleras que daban a la planta baja cuando Daniel me detuvo. Me agarró de la mano con el que lo había pegado, y depositó un pequeño beso sobre los nudillos.

-¡Ay! Mi pequeña karate kid... Voy a tener que enseñarte a pegar sin coger daño.

- Por favor, como si hubieses pegado a alguien alguna vez -solté una risotada al imaginarme a Daniel, a mi querido, tierno e inofensivo Daniel, pegando a alguien.

- ¡Oye! Sí he pegado a gente.

- Luis no cuenta -dije y agachó la cabeza; lo había pillado.

Cogimos nuestras chaquetas y tras despedirnos del padre de Daniel, mamá volvía a tener turno de noche en el hospital, salimos a la calle. La moto de Raúl estaba aparcada frente al garaje y él nos esperaba, con la espalda apoyada en la puerta del copiloto del coche de Daniel.

(***)

- Llegáis tarde -dijo María en cuanto aparecimos.

- Te lo dije -le murmuré a mi novio-. Oye, Raúl, ¿y Rose? Creía que me la ibas a presentar esta noche.

- Ella ha quedado con sus amigas, te la presento en cuanto la vea.

- ¿Entramos? Me estoy muriendo de frío -se quejó Alicia, la cual no solo tenía puesta, además de la suya, la chaqueta de su novio, sino que también tenía los brazos de este en su cintura, intentando hacerla entrar en calor.

- Sí, recordáis a quienes les tocó en el sorteo, ¿verdad? -pregunté.

- Aguafiestas -contestó Carlos.

- No soy aguafiestas, soy precavida.

- Sí que eres aguafiestas -me contestó mi mejor amigo e intenté contener la risa; un poco aguafiestas sí que había sido, al menos para Carlos y para Raúl.

Mis amigos y yo teníamos una costumbre. Siempre que íbamos a salir hacíamos un sorteo para decidir quién conduciría a la vuelta y por tanto decidíamos quién no bebería. Al principio ese "alguien" siempre era Raúl, pues su cumpleaños era en enero y se sacó el carnet en cuanto tuvo la edad requerida. Pero en aquel momento los únicos que no teníamos carnet éramos Alicia y yo. Ella porque aún no había cumplido los diecisiete y yo, aunque ya había aprobado el teórico, todavía no había podido hacer el práctico entre todos lo que pasó con Daniel y el viaje a EE.UU.

Te amaré, eternamenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora