Capítulo 13: Vale

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— Aquí tienes -dijo dejando la taza de café frente a mí. 

— Gracias Luis, ¿cuánto te debo? -pregunté sacando mi cartera. 

— Oh, no me debes nada. 

— No hace falta que me invites, en serio, ¿cuánto te debo?

— Tranquila, no pensaba invitarte. Pensaba cobrarle a Daniel lo tuyo; técnicamente te estaría invitando él. 

— Vale, eso me parece bien -reí-. ¿Cuándo me has dicho que acaba la clase?

— Tiene que estar a punto de acabar. Vendrá pronto. Sabes, me estoy dando cuenta de que tu y yo no solemos pasar mucho tiempo juntos, a solas. 

— Es cierto. Siempre que quedamos están Daniel o Alicia. No sabría decirte un día en el que hayamos estado los dos solos. 

— Pues hoy tampoco estaréis solos -dijo Daniel, que había venido a la cafetería del campus y se había acercado a nuestra mesa-. ¿Qué haces aquí? -me preguntó. 

— La profesora de literatura se ha roto una pierna y sus sustituta nos ha dejado marcharnos antes, así que he pensado en venir a visitarte. 

— Pues pensaba decirte que tienes mucha suerte porque os hayan dejado iros antes, pero me da la impresión de que el mayor afortunado aquí soy yo. 

— Serás bobo... -le agarré del jersey e hice que se agachara un poco para darle un beso. 

— Por Dios... Sois super empalagosos, no os soporto -murmuró Luis rodando los ojos.

— Lo dice el que hace unos días dijo algo así como "no puede ser, llevamos juntos más de un año y cada vez que te veo me quedo sin aliento" -le contesté.

— Estoy convencido de que no dije eso exactamente, pero en cualquier caso no os llego ni a la suela de los zapatos. Un poco más y me dará diabete de veros.  

— Exagerado, lárgate y déjanos a solas -le soltó Daniel. 

— Tranquilo que pensaba hacerlo -dijo levantándose-. Por cierto me debes la consumición de Katy.

— Te la pago mañana.

— Bien, pues adiós -se levantó-. Te veo mañana mi terroncito de azúcar -le guiñó un ojo a Daniel. 

— Lárgate idiota -rió. 

— Adiós Luis. 

— Adiós Katy. Si en algún momento te aburres del terrón de azúcar puedes venir a buscarme que te esperaré con los brazos abiertos. 

— No creo que a Alicia le pareciese muy bien. 

— Oh, tranquila. Seguro que podré convencerla de que hagamos un ménage à trois

 — ¡Largo! -le gruñó Daniel y su amigo salió de la cafetería mientras se carcajeaba. 

— ¿No me dejarías hacer un ménage à trois con Luis? -bromeé. 

— Claro, cuando tu me dejes hacer uno con María. 

— Serás bobo... -reí-. Tenía ganas de pasar un día contigo. Están pasando tantas cosas en mi vida, y en tan poco tiempo, que me parece que apenas estoy con la persona a la que más quiero. 

— Bueno, pues eso tiene solución.

— Sí, y por eso mismo quería preguntarte, Daniel Wilson -cogí su mano derecha-, ¿te gustaría pasar el resto de la tarde conmigo?

— Haciéndome proposiciones, ¿eh? Me encanta que seas tú quien me pida salir. Tal vez algún día me pidas otra cosa -me guiñó un ojo. 

— ¿Y si te digo que también quiero hablar de eso contigo?

Te amaré, eternamenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora