Capítulo 24: Diciembre

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Narra Katy

— ¿Va a estar Daniel? -preguntó María mientras buscaba una plaza de aparcamiento.

— Claro que estará, es su mejor amigo. Lo que no sé, es por qué estoy yo. No pinto nada aquí. 

— También eres amiga de Luis.

— Era la hermanastra de su mejor amigo y después fui la novia de su mejor amigo, y ahora soy la cabrona que rompió con su mejor amigo. Y antes de que preguntes, no quiero hablar de la razón por la que rompí con él. 

— Tranquila, no pensaba preguntar. Nos dirás el por qué cuando te parezca bien -por fin encontró una plaza libre y aparcó en él el coche de su hermana.

Salimos, cada una con un regalo entre las manos y caminamos hacia la casa de Luis. Realmente no tenía la más mínima idea de por qué iba a ir, no me sentiría cómoda, Dani no se sentiría cómodo y por consiguiente Luis tampoco. Debería de volver a casa. 

Pero no podía. No podía seguir encerrada un día más. Lo único que hacía era ir a clase y volver, y los viajes en coche eran lo peor de todo. Nos apañábamos para no coincidir en el desayuno y en la cena, pero no podíamos no coincidir en el trayecto de casa al instituto y viceversa. Llevábamos así casi una semana. Casi había pasado una semana desde que dejé que Diana se saliese con la suya, pero no podía hacer otra cosa, no podía permitir que Diana hiciese daño a mi madre, ni a Raúl, porque por mucho que dijese que la que sufriría sería solo mi madre, no me fiaba de su palabra. 

¿Por qué no había acudido a la policía? ¿Por qué no había entregado aquellos emails? Porque no podía, no me atrevía. Aquella chica estaba loca, loca hasta resultar peligrosa, y no tenía muy claro que aquellos emails la incriminasen. En mis emails había mencionado varias veces su nombre pero ella nunca lo había afirmado, nunca había aceptado ser ello. Puede que la policía fuese capaz de averiguar de dónde se habían enviado aquellas amenazas, pero no podía arriesgarme a que aquella lunático hiciese daño a la gente que quería; aunque aquello me estuviese matando por dentro.

— No puede ser -María se detuvo al lado de un coche aparcado cerca de la entrada de la casa de Luis.

— ¿Qué pasa? -le pregunté.

— Es el coche en el que se montaron Carlos y la otra. 

— ¿Estás segura? -miré detenidamente el coche que me resultaba tan familiar-. Espera, creo que este es el coche de Oliver. 

— ¿Quién es Oliver?

— Un compañero de clase de Daniel, estoy casi convencida de que este es su coche, lo vi en aquella fiesta de disfraces que fuimos. ¿Estás segura de que es este coche?

— Sí, segura al cien por cien. ¿Oliver tiene alguna hermana?

— Sí, pero no puede ser... -no, aquello no podía ser cierto, Carlos no podía estar saliendo con Diana-. ¿Cómo era la chica con la que viste a Carlos?

— No le vi la cara, pero era alta y morena, con el pelo bastante largo. ¿Es así la hermana de Oliver?

— Sí, pero la que me has dado es una definición muy general, muchas chicas son así. Además, es imposible que Carlos salga con esa, no me lo creo. 

— Yo solo sé que este es el coche que vi, y si este coche está aquí, presupongo que ella está dentro -respiró hondo-. Puede que acabe rompiendo alguna napia esta noche.

— Tranquila María, respira hondo.

— Estoy tranquila Katy, estoy muy tranquila. Ya me conoces, puedo cruzarle la cara a alguien de una bofetada y seguir estando serena. 

Te amaré, eternamenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora