Capítulo 28: Jugar

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Narra Alicia

- ¿Qué hago ahora? -le pregunté a Luis señalándole la matriz que estaa intentando resolver.

- ¿No se convierte en cero? -negué con la cabeza-. Entonces tienes que escoger una fila y convertir los números en unos y ceros.

- Explícame esto para qué sirve en la vida.

- A mí me sirve para estadísticas -lo fulminé con la mirada-. No me mires así, yo siempre me pregunté para qué me servía estudiar literatura si iba a estudiar biología marina, pero preguntármelo tampoco evitaba que tuviese que estudiarla.

- ¿Por qué siempre tienes que darme lecciones? -lo apunté con mi lápiz.

- Porque soy el mayor de los dos y también el más sabio -sonrió de aquella manera que hacía que sus ojos se achicasen.

- ¿De verdad te crees eso?

- No soy yo quien está con el agua hasta el cuello a ver si consigue entrar en la universidad de fisioterapía.

- Idiota -gruñí-. No sé por qué he venido a estudiar contigo.

- Porque adoras mi compañía y como María está ocupada, soy el único que puede ayudarte con las mates.

- Sé que te encanta hacértelas de inteligente e importante pero era una pregunta retórica.

Mi móvil comenzó a sonar y cogía presuradamente mi mochila para apagar la alarma. Me la había puesto el día anterior para que no se me olvidase la cita con el dentista pero se me había olvidado quitarla después.

Miré para todos los lados, y pedíd isculpas a algunos de los estudiantes que estaban en la biblioteca de la factulad.

- Eres un desastre -rió bajito.

- Cállate -dije apagando el móvil, aunque hubiese quitado la alarma prefería apagarlo después de aquello.

- Te voy a echar de menos -dijo mientras volvía a guardar el móvil en la mochila, y por su tono de voz, sabía que su expresión también habría desaparecido. Me erguí y lo miré a la cara y en efecto, su encantadora sonrisa había desaparecido.

- No, por favor, no empecemos de nuevo. Por favor, no hablemos de ello -le cogí la mano derecha y se la acaricié con el pulgar-. Me lo prometiste.

- No puedo actuar como si no fuera a pasar. Te vas a ir, y yo me quedaré aquí, sin ti.

- Y yo me iré sin ti. ¿Crees que esto no me está matando por dentro? No quiero irme.

- Podrías venir a vivir conmigo, lo sabes. Y cuando empieces la universidad veremos lo que pasa.

- Luis, no tengo dieciocho años, no puedo dejar a mis padres así como así, y jamás me dejarían irme a vivir contigo. Y ya hablamos de los de la universidad, no creo que...

- Podrías solicitar becas -me interrumpió-. Hay infinidad de becas, becas generales, por excelencias académicas, por transporte, movilidad...

- ¿Y cuántas gente consigue esas ayudas? ¿Eh? ¿Becas por excelencia académica? Esa clase de becas no la podría conseguir ni Katy, en cualquier caso María, pero tiene una media de nueve con ocho, y todo porque el año pasado no le pusieron diez en dos asignaturas. Estoy muy lejos de conseguir una beca así.

- Lo sé pero esta facultad tiene un gran programa...

- No -aquella vez fui yo quien le interrumpió-. Ya te lo dije, no puedo permitírmelo. Mi familia no dispone de las facilidades que tiene la familia de Katy o la tuya, y ya lo sé, sé que dirás "oye, no somos ricos" pero tampoco pobres. No puedo ir a una universidad privada, tengo que ir a la pública.

Te amaré, eternamenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora