Capítulo 37: Cosas malas

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Narra María

— ¿Cuándo viene? -me preguntó Carlos. 

— Está subiendo las escaleras. 

A los pocos minutos, Steven atravesó la puerta que daba a la azotea de mi edificio. Caminó hacia nosotros, con el ceño fruncido, sin entender la situación; no sabía que Carlos iba a estar aquí. 

— María, ¿qué es esto?

— Él también necesita desahogarse y sabe lo nuestro, así que, ¿qué más da?

— ¿Disculpa? ¿Cómo que lo nuestro?

— No tiene por qué preocuparse -le dijo mi ex-, no pienso decírselo a nadie. Lo sé desde hace mucho tiempo, jamás haría nada que pudiese perjudicarla -dijo refiriéndose a mí. 

— Y si su palabra no te parece suficiente, te diré que me puso los cuernos y su novio, en proceso de ex novio, le hizo ver que es homosexual. Y para colmo se lo dijo a sus padres y el encanto de su padre le echó de casa. 

— Vaya, ¿qué pasó con lo de llevarse los secretos a la tumba? -preguntó Carlos. 

— Ahora estamos en igualdad de condiciones, tú puedes destrozar la carrera de Steven y él puede destrozar tu vida social. 

— Lo siento mucho, Carlos ¿verdad? -este asintió-. Lo siento mucho, no puedo imaginarme lo que es estar en tu situación. 

— Tampoco sé lo que es estar en vuestra situación. María me ha dicho que estáis pasando por un mal momento, aunque no ha concretado en nada...

— Bueno, empecemos de una vez. 

Me levanté de la caja que había en el suelo y abrí esta misma. Saqué el contenido y la repartí entre los tres; dos vajillas, 24 platos, 8 para cada uno. 

— ¿De verdad hacéis esto a menudo? -preguntó Steven sosteniendo los platos que le acababa de dar. 

— Empezamos un par de meses después de comenzar a salir -le contestó Carlos-, cuando empezamos con los exámenes de primero de bachillerato. Necesitábamos una manera de relajarnos y María tuvo la idea. 

— ¿Y no pasa nada? ¿Puedes venir y hacer esto y nadie te dice nada? -me preguntó mi novio. 

— Cariño, con sólo pasar por recepción y montarte en el ascensor habrás podido notar lo que pagamos por vivir aquí; a veces me siento como Blair Waldorf.

— No sé quién es.

— De Gossip Girl -contestamos Carlos y yo a la vez; le dediqué una sonrisa cómplice-. Me encanta que vieses la serie entera por mí. 

— Ya ves -se encogió de hombros-. ¿Quién empieza?

— Hacedlo uno de vosotros, así veo cómo va el tema. 

— Vale, empezaré yo -dijo Carlos. Dejó los platos en el suelo y se quedó con uno en las manos-. Localizas un punto, por ejemplo, esa chimenea, y simplemente te desahogas. Este se lo dedico a Oliver, mi estupendo novio que me convenció para decirle a mis padres que era homosexual, mi novio al cual le pedí ayuda y me dijo que sería violento para sus padres que el novio de su hijo viviese con ellos. Este es por Oliver, porque ahora entiendo que será bueno en la cama, pero de bondad no tiene nada. 

— Precioso discurso -le dije.

— Muy inspirador.

— Bueno, este va por él -hizo un rápido giro de muñeca y el plato se hizo añicos al estrellarse contra la chimenea. 

Te amaré, eternamenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora