Capítulo 17: Matrimonio de frikis

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¡Atentos! Si por casualidad estáis viendo Prison Break, o pensáis verla, cuando veáis esto "¡!" bajad hasta volver a ver "¡!". Quedáis advertidos. No me hago responsable de hacer spoiler a nadie. 


— Me encanta esa película -dijo rodeando mis hombros con su brazo derecho. 

— No está mal, me gusta Charles Xavier, y por supuesto Mystique. 

— Ya, pero te gusta porque es Jennifer Lawrence. 

— Pues sí, lo admito. Pero Charles no me gusta por el actor, me gusta por su personaje. 

— A mí también me gusta él. 

— Aunque me da pena que se quede en silla de ruedas. 

— Al menos está en silla de ruedas. ¿Tú qué preferirías? ¿Morir o quedarte en silla de ruedas?

— Jamás podría elegir, ¿morir o no volver a montar? -dije sin pensar, y de pronto noté que Daniel me sonreía traviesamente-. ¡Mal pensado! -le pegué un puñetazo en el hombro-. Hablaba de Cobalt. 

— Ya lo sabía -rió-. Deberías de controlar tu temperamento, me das puñetazos con demasiada frecuencia. 

— ¿Y? -me detuve y me giré hacia él-. Creía que te gustaba así, traviesa -deslicé mi dedo indice desde su pecho hacia abajo. 

— Holmes... -advirtió-. Siempre me lo andas reprochando, pero a ti también te encanta jugar, aunque no lo admitas, y ahora sí estoy mal pensando. 

 — Sí que lo admito; me encanta jugar contigo. 

No se resistió más y me plantó un beso ardiente, ahí, en medio de la calle con toda la gente mirándonos; y me daba igual. Amaba al hombre que tenía delante, no tenía problema alguno en demostrarlo. Lo amaba, tanto emocionalmente como físicamente. 

Daniel y yo habíamos estado en casa viendo la primera película de X-Men: La Nueva Generación. Siempre hacíamos lo mismo con todas las sagas. Si iba a salir una nueva nos teníamos que volver a ver las anteriores, y nos acabábamos de enterar de que iban a sacar X-Men: Apocalipsis, así que tocaba volver a verlas para tenerlas frescas. 

Después decidimos salir a dar una vuelta, y no preguntéis cómo, porque no sabría decíroslo, pero acabamos paseando por los alrededores del Millennium Bridge. Daniel sabía que adoraba aquel sitio. Un sitio perfecto para dos fans de la saga de Harry Potter. 

— ¿De qué casa crees que serías? -me preguntó apoyándose en la barandilla. 

— ¿Hablas de Hogwarts?

— ¿De qué voy a hablar?

— De Slytherin, claramente. 

— Yo también sería de Slytherin. 

— ¡Sí, claro! -reí-. Ni de broma, no eres lo suficientemente perverso.

— ¿Y tú sí?

— Bueno, podría llegar a serlo. Si fuese necesario. Tu sin embargo, no serías capaz de hacer daño a nadie. Eres bueno. 

— Podría llegar a hacer daño por ti -me agarró de la mano e hizo que me apoyara en la barandilla junto a él. 

 — Esperemos que jamás llegues a tener que hacer daño a alguien por mí -le besé la mejilla-. ¿Te das cuenta? Siempre acabamos hablando de series, libros y películas. 

— Somos unos frikis, ¿acaso importa?

— A mí no, ¿a ti? -negó con la cabeza-. Pues entonces, seremos una pareja preciosa de frikis. 

— Un matrimonio de frikis -sonrió ampliamente. Se me hizo raro que emplease la palabra matrimonio, aun no me hacía a la idea de que le hubiese dicho que sí-. Te quiero. 

— No hace falta que te diga que yo a ti también -le di un beso cortito en los labios y apoyé mi frente contra la suya. 

— Me parece que no voy a poder esperar hasta que termines la carrera para casarme contigo. 

— ¿Vas a forzarme? -arqueé una ceja. 

— Claro que no. Ya me conoces. Te cantaría una preciosa canción, te soltaría un discurso precioso y te convencería de que te casaras conmigo esa misma tarde. 

— ¿Y qué hay de lo más importante? -frunció el ceño-. El anillo. 

— Ah, claro. El anillo, sí, es lo más importante -rió-. Un anillo precioso para una mano preciosa -cogió mi mano derecha y depositó un beso en el dorso de esta-. ¿Te lo imaginas? Tu y yo, marido y mujer. Por toda la eternidad. 

— En lo bueno y en lo malo. Y hasta que la muerte nos separe -miré sus preciosos ojos azules, y me derretí por dentro-. Sí, me lo imagino. 

¡!  

— Me casaría contigo hoy mismo. 

— Pues ya lo siento, ya sabes que hasta los veintiuno no podemos casarnos en este país. 

— Creo que en España la edad mínima son dieciséis. 

— ¿Irías hasta España para casarte conmigo?

— Me iría a la maldita Luna para casarme contigo. Imagínate, una boda en el mediterráneo, algo sencillo, íntimo, tal vez en la playa, como en Prison Break.

De pronto mi cara cambió, por completo, y Daniel supo inmediatamente que había metido la pata como hacía tiempo que no lo hacía. 

— Katy yo...

— Acabar de cagarla, pero bien. 

Me aparté de él y comencé a caminar a paso ligero hacia el St. Paul's. Dani no tardó en alcanzarme. 

— Lo siento mucho, no estaba pensando lo que decía. 

— ¡Me quedaban cuatro capítulos para acabar la serie! ¡Eres un idiota!

— Lo siento mucho, igualmente no sabes quiénes se casan. 

— Ah, no, claro que no. Seguro que los que se casan son Michael y Sucre... ¡Ya sé que serán Michael y Sara! 

— Vamos, lo siento -me agarró del brazo e hizo que lo mirara a los ojos, y maldita sea, sabía muy bien que aquello era mi perdición. 

— ¿Por qué tienes que tener esos ojos?

— ¿Bonitos?

— Llenos de bondad, de amor. Maldita sea, te miro a los ojos y sé que no hay en tu cuerpo, ni una pizca de maldad.

— ¿Cómo Michael Scofield? 

— Cállate Fish -él río al oir el apodo de mi personaje favorito de Prison Break. Lo abracé, apoyando mi cabeza en su pecho, y él no tardó en acariciarme el pelo; adoraba aquel gesto. 

— Te prometo que te amaré, toda mi vida. Igual que Michael a Sara. Te amaré y te protegeré hasta el final de mis días. 

¡!

— Vamos a tener que sacar nuestros votos matrimoniales de algún libro. 

— ¿Qué tal de Moulin Rouge? -preguntó sonriendo-. Come what may, until my dying day

— Te amo, Daniel Wilson.

— Te amo, Katherine Holmes. 

Me puse de puntillas y él se inclinó hacia mí, pero cuando nuestros labios estaban a punto de tocarse el móvil de Daniel comenzó a sonar. Lo cogió y tras decirme que era Luis contestó. 

— Dime.... ¿quién lo ha organizado?.... ¿me puedo llevar a Katy?.... Genial, se lo pregunto y te lo confirmo -cortó la llamada y volvió a guardar su teléfono. 

— ¿Qué pasa?

— ¿Tienes planes para el sábado?

— Por ahora no, ¿por qué?

— ¿Tienes ganas de fiesta? 

Te amaré, eternamenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora