Capítulo 23: Subestimar (1ª parte)

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El naranja te sienta bien.

Aquel mensaje solo podía significar que estaba en aquella cafetería, conmigo y con Raúl. Miré por todos los lados hasta que la vi sentada en una mesa al fondo. Me sonrió y me guiñó un ojo. 

¿Por qué? ¿Por qué no podía dejarme en paz? Habían pasado casi dos meses desde que los mensajes cesaron, ¿por qué tenía que volver a empezar?

Necesito hablar contigo, es urgente. 

La miré y negué con la cabeza a lo que ella me miró con desaprobación. 

Sabía que eras una gallina. 

Genial, lo que me faltaba. 

Me levanté y esperé a que ella hiciese lo mismo. Me dirigí a la barra en la que Raúl esperaba para que le atendiesen, y le dije que iba a ir al baño. Le hice un gesto con la cabeza a la idiota para que me siguiese y ella lo hizo, sin ocultar la sonrisa de su cara. Entramos en el baño de mujeres y cerramos la puerta con seguro. 

— No me creo la suerte que he tenido. No esperaba encontrarte... -no le dejé acabar la frase. La callé con un bofetón que la hizo tambalearse-. Ah, no, no me creo lo que has hecho. 

Hizo amago de devolverme el golpe pero le di un empujón haciendo que se pegase con la pared de azulejos blancos. Volví a abofetearla y ella soltó una risotada. Aquella chica estaba completamente ida de la cabeza. 

— La verdad, no me esperaba que tuviese agallas para algo así. No te imaginaba capaz de pegar a alguien. 

— No deberías de subestimarme. Sé defenderme, y si me atacas lo haré. 

— Vaya, empiezas a caerme un poco mejor. Dime, ¿lo has disfrutado? ¿Disfrutas pegándome?

— No, ¿tu disfrutas amenazándome?

— Disfruto consiguiendo aquello que me pertenece. Y sí, estoy hablando de Daniel. 

— Estás completamente loca. Por Dios, ¿cómo pudiste encapricharte tanto con él? Apenas estuvisteis una o dos semanas juntos. Acéptalo, nunca te quiso y no lo hará. 

— Y tengo que aceptar que o lo hace porque quiere a una estúpida rubita bajita y que tiene que comprarse sujetadores para niños. 

— Pues sí, estaría bien que lo aceptases. 

— Pues no lo haré, de hecho no tengo por qué hacerlo, porque vas a romper con Daniel. 

— Sí, claro, tu sueña con ello -quité el pestillo de la puerta pero antes de abrirla Diana me agarró del brazo.

— Puedes hacerlo por las buenas o por las malas, y te aseguro qeu no querrás hacerlo por las malas.

— ¿Qué vas a hacer? ¿Volver a pegarme? Venga hazlo. Me pegarás, saldré de aquí y lo primero que haga será ir a la policía. 

— ¿Pegarte? No cariño, no voy a pegarte. Tu tampoco deberías de subestimarme. Pegarte sería lo mejor que te podría pasar. Me mantendré en contacto, tranquila, muy pero que muy pronto tendrás noticias. 

— Estaré esperando -salí y cerré la puerta dejándola dentro. 

Volví a mi mesa en la que Raúl ya me esperaba con los cafés y los donut. 

— ¿Estás bien? -preguntó-. Has estado bastante tiempo. 

— Sí, estoy bien -eché el azucarillo en mi café con leche. 

— Bueno, pues hablemos de la fiesta de Luis. No tengo ni idea de qué regalarle. ¿Qué se le regala a un conocido barra medio amigo con el cual la única relación que tienes se debe a que una amiga sale con él?

— Y que el novio de tu mejor amiga sea el mejor amigo de él. 

— También -asintió-. Siempre el mismo dilema -bufó-. Estoy pensando en regalarle algo navideño, algo en plan broma, pero tampoco sé si hay suficiente confianza para ello. ¿Qué piensas?

— Que le das demasiadas vueltas a las cosas -reí y en aquel momento vi cómo Diana salía de la cafetería, no sin antes girarse y sonreírme de nuevo. 

— ¿Qué pasa? -preguntó mirando hacia la puerta, pero Diana ya se había ido. 

— Nada, me había parecido ver a alguien -mentí. La luz LED azul de mi móvil comenzó a parpadear y desbloqueé para leer el whatsApp que me había llegado; al menos sabía que de Diana no sería, ella se limitaba a enviarme emails. 

He comprado todos los ingredientes para hacer hamburguesas (incluso los pepinillos que solo a ti te gustan) — 18:06

También he comprado un montón de helado de Haagen Daz — 18:06

Tengo ganas de cena y peli. Van a dar Moulin Rouge en la tele 😍 — 18:08

— Oye Raúl, tengo que irme. Daniel ha planeado algo para esta noche. ¿Te importa?

— No, para nada. Tengo una montaña de ejercicios de matemáticas para mañana. Pediré que nos pongan el café en vasos para llevar. 

— Vale, te espero fuera. Me llevo esto -cogí un par de servilletas de papel y cogí los donut. 

Mientras Raúl volvía a la barra, salí de la cafetería. Vi que ni el coche de Diana ni ella estaban cerca, y solté un suspiro de alivio. Crucé la calle y me paré frente el escaparate de una tienda de música. Luis tocaba el saxo, un regalo relacionado con ello podría gustarle. Tal vez un álbum de algún saxofonista que le gustase, claro que para ello tendría que pedir ayuda a Daniel que sabría mejor que yo cuáles eran los músicos favoritos de su mejor amigo. 

Sin darme cuenta me acabé mi donut y busqué un cubo de basura para echar el papel. En cuanto lo hice, vi que Raúl acababa de salir de la cafetería y estaba pulsando el botón del semáforo para que se pusiese en verde. Le saludé con la mano para que me viera y me devolvió el gesto con la mano que tenía libre; en la otra llevaba una bandeja de cartón con los cafés. 

Raúl comenzó a cruzar en cuanto el semáforo se puso en verde, pero un chillido de ruedas llamó la atención de todos los presentes y vimos que aquel coche rojo no estaba dispuesto a parar aunque el semáforo estuviese en rojo. 

— ¡Raúl! -grité. 



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Estoy a la mitad de la segunda parte de este capítulo pero hoy estoy muy pero que muy ocupada así que no sé si podré terminarla para hoy. Probablemente la subiré mañana. 

Te amaré, eternamenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora