El jueves a la mañana el revuelo entre los estudiantes se había generalizado. Ya se había hecho oficial la jubilación del profesor Brown, y todos nos preguntábamos cómo sería el nuevo, suponiendo que también sería otro hombre.
— ¿Cómo os lo imagináis? —nos preguntó Rose a María y a mí. Las tres estábamos en clase de filosofía.
— La verdad es que me da igual cómo sea, es imposible que sea más insoportable que Brown -le contestó mi amiga.
— Me refería a físicamente.
— Ah, pues no sé. Tampoco me voy a esperar a un Wenthworth Miller.
— Lo único que nos faltaría es que tuviésemos un profesor que estuviese buenísimo como Wenthworth y fuese homosexual -dije.
— Al menos nos alegraría la vista -dijo Rose.
— Pero si tu ni siquiera das matemáticas con Brown -le contestó la rubia.
— ¿Qué más da? No me haría ningún mal ver a un bombón por los pasillos.
— Tu ya tienes a Raúl, confórmate con él que no está nada mal -le dije.
— Y vosotras tenéis novios también y no se quedan muy atrás -María rió ante el comentario de Rose-. ¿He metido la pata?
— No, tranquila -cogió la botella de agua que siempre llevaba consigo y le dio un trago. María no solo era una obsesa de la alimentación sana, también estaba obsesionada con beber dos litros de agua al día; jamás había conocido a una persona tan bien equilibrada-. ¿Hacemos una porra? ¿Cuánto creéis que duraremos Carlos y yo? Venga, decid una fecha.
— Por Dios, María, no sigas por ahí -le pedí.
— ¿Por qué no? Al menos intento tomármelo con humor. Lo nuestro se va a pique, no sé cómo no hemos roto todavía. Puede que por costumbre. Pero me queda claro que él ya no siente lo que sentía por mí.
— Pero tu sí, aun le quieres -le dijo la novia de mi mejor amigo.
— ¿Querer? Lo miro a los ojos y no encuentro a aquel chico al que quiero. Ya no. ¿Hablas de amor? Porque no siento amor, solo siento traición. Y la traición provoca un sentimiento mucho más fuerte que el amor.
Rose y yo nos miramos la una a la otra, ninguna de las dos sabía qué decir. ¿Qué podíamos decir para mejorar la situación? No me lo podía creer, pero el engaño era la única respuesta posible para entender el comportamiento de Carlos. Jamás pensé que pensaría aquello de él pero no había ninguna otra explicación.
Pero lo que no pensaba creer, lo que rotundamente no iba a creer era que engañaba a María con Alicia. No, eso sí que no. Alicia jamás le haría eso a su mejor amiga, y tampoco a Luis. Estaba enamorada de él y él de ella, jamás se harían algo así el uno al otro.
Fuera quien fuera la personaje con la que engañaba a María, no podía ser Alicia.
(***)
— Ni te imaginas el mareo que tengo -me dijo mi mejor amigo mientras caminaba hacia el baño agarrándome la mano.
— Prueba a cerrar los ojos, puede que sea mejor -le rodeé la cintura con mi brazo para guiarlo más facilmente-. ¿A cuál?
— No te recomiendo entrar en el de hombres si no estás acostumbrada.
— Bien, pues al de chicas -entramos y vi que estábamos a solas-. Espera un momento -solté a mi amigo y entré en uno de los cubículos para bajar la taza-. Bien, siéntate -le ayudé a sentarse y me puse frente a él-. Abre los ojos.
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Te amaré, eternamente
RomanceTercera parte de la novela Enamorada de mi hermanastro. © Todos los derechos reservados. Esta totalmente prohibida la copia o adaptación de la historia. En caso de plagio, se tomarán medidas legales de manera inmediata. Al igual que todas mis d...